La Razón (Cataluña)

Escrito en la pared

- Mikel Buesa

HastaHasta hace unos pocos días ninguno de los quince proyectos de nuevas fábricas europeas de baterías de litio –indispensa­bles, por el momento, para el impulso de la automoción eléctrica–, anunciados por distintas compañías multinacio­nales, tiene su ubicación en la península ibérica. Y, sin embargo, los dos yacimiento­s más importante­s de este metal en Europa se encuentran en Portugal y España. Claro que una cosa es disponer de la materia prima y otra muy diferente retener su industrial­ización. De hecho, es en América del Sur donde se localizan las mayores reservas de litio del mundo y nadie espera que, de pronto, los países agraciados con esa riqueza natural se conviertan en los mayores fabricante­s de baterías del planeta porque, para ello, es preciso disponer de una tecnología y una capacidad industrial que no tienen. Este es uno de esos extraños aspectos de la maldición de las materias primas que tanto preocupan a los estudiosos del desarrollo económico.

El caso es que la semana pasada el presidente Sánchez se fue con el Rey a la planta automovilí­stica de Seat en Martorell y anunció la creación de un consorcio para la instalació­n de una fábrica de baterías en España. No dio detalles, segurament­e porque el proyecto no pasa de ser embrionari­o, y por tanto no sabemos nada sobre las materias primas que se van a utilizar ni sobre su tecnología ni sobre su soporte industrial. El anuncio ha levantado a las fuerzas autonómica­s porque son varias las regiones que pugnan, cada una con sus razones, contra Cataluña, por esta inversión. En Zaragoza y en Vigo se aduce que ya construyen coches eléctricos, en Valencia que ellos albergan la fábrica de Ford y en Extremadur­a que es allí donde está el segundo mayor yacimiento de litio de Europa. Así que me temo que pronto empezarán las ofertas de terrenos gratuitos, las rebajas fiscales y otras ventajas para atraer a alguna multinacio­nal china. Pero, al parecer, nadie piensa en que esta es una oportunida­d para el desarrollo tecnológic­o local. Como siempre, España comprará fuera lo que no hace dentro, comprometi­endo así su desarrollo industrial.

«Como siempre, España comprará fuera lo que no hace dentro»

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