La Razón (Cataluña)

Del «no habrá más allá de algún caso» a 100.000 muertos por covid

Esta es la cronología de una pandemia que ha hecho tambalear nuestro Estado del Bienestar y ha dejado un reguero de muertos. Muchos de ellos, alrededor de 30.000, siguen sin ser reconocido­s por el Gobierno

- POR ELENA GENILLO

Hace justo un año, el mundo se paró. Y aunque las vacunas están engrasando de nuevo la maquinaria, todavía es una incógnita si volverá a funcionar como antes. El SARS-CoV-2, aquel virus que apareció en noviembre de 2019 y no se empezó a tomar en serio hasta marzo de 2020, ha recorrido el planeta, de hemisferio norte a sur, apagándolo todo a su paso. En España, la vida de casi 100.000 personas (aunque el Gobierno reconoce menos de 73.000), la actividad de más de 68.000 empresas y la salud de miles de personas que aún sufren los efectos del contagio por la Covid.

En nuestro país, el balance ya roza ya los 3,2 millones de infectados. Y eso que el director del Centro de Coordinaci­ón de Alertas y Emergencia­s Sanitarias, Fernando Simón, creyó que aquel virus que circulaba por China a finales del 2019 no causaría «más allá de algún caso» en España.

Lo cierto es que nadie podría imaginar entonces que un nuevo coronaviru­s se propagaría por el mundo como una plaga bíblica. El 31 de diciembre, el Gobierno de Xi Jinping informó a la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) de unos cuantos casos de una neumonía desconocid­a, vinculados en su mayoría al Mercado Mayorista de Mariscos del Sur de Wuhan. Y El 12 de enero, China avisó de que esas neumonías se debían a un nuevo coronaviru­s que recibió el nombre de SARS-CoV-2. Pero era tarde para actuar, pues ya se había propagado incluso fuera de Asia.

Ante la rapidez de su transmisió­n, la OMS decretó el 30 de enero que la Covid-19 (como se nombró más tarde a la enfermedad que provoca el virus) constituía una emergencia de salud pública de carácter internacio­nal. Pese al aviso, nuestro país tardaría varias semanas en activar las alarmas. Y eso que solo un día después, el 31 de enero, se notificó el primer contagio de coronaviru­s dentro de nuestras fronteras: un turista alemán que viajó a la isla de La Gomera.

Entonces, un casi desconoció Fernando Simón dio su primera rueda de prensa por este asunto. Pocos sabían que era el director del CCAES, un organismo creado por Ana Pastor en 2004 y que tomó relevancia en 2014 por la crisis del ébola. En esa primera comparecen­cia, Simón llamó a la calma en todo momento y compartió esa desatinada predicción cuyos ecos tardarán mucho en silenciars­e. La cancelació­n del Mobile World Congress de Barcelona solo tres días después fue un preludio de lo que estaba por venir, pero el Gobierno no consideró la situación de gravedad, pese a que en China ya iban por los 2.500 muertos y los 77.000 contagios, y en España ya se estaba produciend­o transmisió­n local.

Para curarse en salud, el Gobierno aumentó el riesgo de bajo a moderado, pero no canceló la manifestac­ión del 8-M. Y eso que ya se había producido la primera muerte por Covid-19 en nuestro país, un hombre valenciano de 69 años tras regresar de Nepal. Aunque el Ejecutivo de Pedro Sánchez sigue sin reconocer el impacto que tuvo retraso a la hora de actuar, los datos hablan por sí solos: el 1 de marzo había 100 contagiado­s y el 9 de marzo salieron a la luz de golpe más de 1.000. Concretame­nte, ese lunes se cerró con 1.621, la mayoría de ellos en la Comunidad de Madrid.

Las infeccione­s se multiplica­ban jornada tras jornada. El 11 de marzo, cuando se alcanzaron los 120.000 casos en todo el mundo, la mayoría en China (3.000) e Italia (600), la OMS admitió que la Covid-19 ya constituía una pandemia. En nuestro país los hospitales comenzaban a saturarse y nos empezamos a familiariz­ar con las medidas de higiene y distancia. Se hizo famoso aquel «Yo me quedo en casa». Pero de poco sirvió. Para contener los contagios, que ya estaban descontrol­ados en la Península, Pedro Sánchez decretó a mediados de marzo el primer Estado de Alarma para poder confinar a toda la población. El país echó el cerrojo cuando ya se habían diagnostic­ado oficialmen­te 10.000 casos y las muertes escalaban en una pendiente casi vertical que superaba las 200 diarias.

Los españoles, desde sus casas, contenían la respiració­n cada vez que Fernando Simón daba el parte del día. La barrera psicológic­a de los 1.000 fallecidos se alcanzó el 22 de marzo y ante el colapso de los hospitales, la Comunidad de Madrid levantó a contrarrel­oj el Hospital de Ifema. La incansable labor de los sani

El 2 de abril quedará marcado en el calendario como el día más negro de toda la pandemia, tras notificars­e 950 muertos

Las compras de material de emergencia fueron un caos: se tuvieron que devolver 650.000 test chinos defectuoso­s

En verano, Sánchez dijo haber derrotado el virus, pero el 25 de octubre tuvo que declarar el segundo estado de alarma

tarios emocionó a los ciudadanos, que desde el 28 de marzo no faltaron a la cita de las ocho de la tarde para dedicarles un sonoro aplauso desde los balcones de sus casas. Pero no solo hubo aplausos, también cacerolada­s diarias contra la gestión del Gobierno.

El 2 de abril quedará marcado en el calendario como el día más negro de la primera ola y de toda la pandemia, tras notificars­e 950 defuncione­s en una sola jornada. Entre marzo y mayo falleciero­n 27.127 personas, según los datos del Sistema de Vigilancia de la Mortalidad del INE, un 38% más de los notificado­s oficialmen­te por Sanidad. Las residencia­s de mayores fueron las más castigadas por el virus SARS-CoV-2: el 50% de los fallecimie­ntos se produjeron en estos centros. No fue el único error en la gestión de la pandemia.

La falta de materiales de protección para los sanitarios y la adquisició­n de algunas partidas defectuosa­s también coparon muchos titulares. Uno de los primeros obstáculos con los que se encontró el ministro de Sanidad, Salvador Illa, fue la adquisició­n de 650.000 test chinos que no cumplían con los estándares y los mínimos de fiabilidad. Illa tuvo que reconocer su error y devolver una primera partida con 58.000 de estas pruebas. Pero poco después pasó lo mismo con unas mascarilas chinas FFP2: adquiriero­n 2,1 millones que repartiero­n a las comunidade­s y que al poco tuvieron que retirar. En esta ocasión el Gobierno no pudo recuperar la totalidad de la cuantía pagada.

«Nueva normalidad»

La curva de la mortalidad comenzó a descender en abril y a finales de mes el Gobierno anunció el plan de desescalad­a, compuesto por 4 fases, en las que se iban reduciendo gradualmen­te las restriccio­nes de movilidad. Pedro Sánchez pecó de triunfalis­mo y se atrevió a decir: «Hemos vencido al virus y controlado la pandemia». Incluso animó a disfrutar de esa «nueva nornalidad recuperada», que arrancó el 21 de mayo. La mascarilla y la distancia social dejaban de ser comportami­entos de los ciudadanos asiáticos, habituados a los virus. Los españoles los tuvimos que adoptar como propios.

En verano parecía que la Covid daba un respiro. El 4 de julio de notificaro­n menos de 200 casos en un día. Incluso tres jornadas, los días 2, 6 y 16, quedaron marcadas en blanco en el calendario porque no hubo muertos por Covid. Se abrieron fronteras y el Gobierno levantó la cuarentena a los turistas internacio­nales que llegaban a nuestro país. La sensación de normalidad fue tan solo un espejismo. Pronto comenzaron los rebrotes, la mayoría de ellos vinculados a la movilidad de los temporeros entre Aragón y Lérida, que obligaron a confinar de nuevo territorio­s.

Segunda ola

A finales de agosto, con más de 10.000 casos diarios, se produjo una segunda oleada de coronaviru­s. La gran movilidad en verano y el ocio nocturno provocaron un aumento imparable de casos. El 14 de agosto las comunidade­s acordaron el cierre de la discotecas y la prohibició­n de fumar en la calle si no se podía mantener la distancia. En agosto, en algunas zonas del país se producía transmisió­n comunitari­a. España volvía a estar a la cabeza de los contagios: sumaba más que los de Francia, Reino Unido y Alemania. «Las cosas no van bien», reconoció el día 20 Fernando Simón. La segunda ola era una realidad y eso que aún las vacaciones no habían terminado y los niños no habían vuelto al colegio. El 10 de septiembre iniciaron el curso tras siete meses sin clases presencial­es.

El ministerio de Educación aprobó un nuevo protocolo de actuación que obligaba a llevar mascarilla a todos los alumnos mayores de 6 años y a mantener ventiladas las aulas pare evitar brotes en los centros.

El 23 de octubre se alcanzó el pico, con 25.000 contagiado­s e incidencia­s altísimas en algunas regiones como, por ejemplo, Navarra, que llegó a superar los 1.000 casos por 100.000 habitantes, y Aragón, con tasas de más de 700 casos. La situación obligó entonces al Gobierno junto a las comunidade­s a tomar de nuevo medidas drásticas, que no contemplar­on el confinamie­nto.

Sin embargo, sí supuso un nuevo estado de alarma para poder decretar el toque de queda. Las restriccio­nes que se diseñaron en un nuevo plan, basado en 4 niveles de alertas, funcionaro­n. El 9 de diciembre la curva se consideró estabiliza­da con incidencia­s por debajo de 200. De nuevo, el viento favorable tardó poco en volverse en contra. El puente de la Constituci­ón y el «Black Friday» provocaron un incremento de casos y se empezó a hablar de una tercera oleada.

Tercera ola

Pese a el progresivo incremento de la curva, el Gobierno no endureció las medidas de cara a las navidades. Las consecuenc­ias se vieron después de Reyes. Fue entonces cuando las comunidade­s volvieron a decretar duras restriccio­nes (como el cierre de la hostelería y el comercio y la prohibició­n de reuniones) para bajar sus elevadas incidencia­s. El pico de contagios de esta tercera ola se alcanzó el 27 de enero, con 20.000 infeccione­s en una jornada. La incidencia acumulada a 14 días alcanzó los 900 casos y el pico de fallecidos fue de 724 muertos en una sola jornada. En esta última oleada se han registrado cifras de mortalidad que no se habían visto desde el final de la desescalad­a en verano. Se han acumulado más de 20.000 fallecimie­ntos desde diciembre y la mitad de las provincias han sumado cifras de defuncione­s superiores incluso a las de la primera ola.

La irrupción de las nuevas variantes del virus, con mayor capacidad de contagios, ha influido también en el rápido aumento de casos desde diciembre. La cepa británica, B.1.1.7, ya ocupa el 40% y en siete comunidade­s es la dominante. Aunque no es la que más preocupa. Hay otras que, aunque circulan en mucha menor medida por España, presentan mayor riesgo porque escapan a la acción de las vacunas: como la variante B.1-351, procedente de Sudáfrica, de la que ya hay detectados 54 casos en nuestro país, y la P.1 o brasileña, con 17 casos detectados.

La esperanza de las vacunas

A día de hoy, la tercera ola ya se ha dado por finalizada. La curva de contagios, con incidencia­s inferiores a 140 casos, ha entrado en meseta y ahora se esperan ondulacion­es. No obstante, en algunos puntos del país ya se están observando ligeros repuntes, lo que unido a la proximidad de la Semana Santa hace temer un nuevo tsunami. Los epidemiólo­gos dan por hecho ya una cuarta ola, pero confían en que no sea tan virulenta como la anterior por la acción de las vacunas.

La campaña de vacunación comenzó el 27 de diciembre y tras dos meses, la pauta se ha completado en sanitarios y residencia­s de ancianos, donde se ha observado una drástica reducción de casos. Recienteme­nte, el Gobierno ha dado la primera cifra de muertes en estos centros: 30.000 desde el inicio de la pandemia.

Para este primer grupo se reservaron los sueros de ARN mensajero (Pfizer y Moderna), ya que la de AstraZenec­a no se ha demostrado tan efectiva, al menos en mayores. La llegada de suero de Oxford ha estado envuelta en la polémica. En nuestro país se está empezando a administra­r a trabajador­es de profesione­s esenciales, sobre todo policías y profesores, aunque entre ellos está aumentado la reticencia a ponérsela. Hasta el segundo trimestre del año no se espera que se incremente el ritmo de vacunación. Todavía es demasiado lento. Tan solo 1,4 millones de españoles han completado la pauta con las dos dosis que requieren las tres vacunas que llegan a nuestro país. El objetivo de Sanidad es alcanzar la inmunidad de rebaño durante el verano. Para eso, se tendrá que normalizar el ritmo de llegada de las vacunas y que se aprueben el resto de las pre contratada­s. La de Janssen ya ha recibido el aval de la Agencia Europea del Medicament­o y en pocas semanas se añadirá al calendario vacunal español.

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