La Razón (Cataluña)

Cuando la guerra se libra en casa

La mayor operación militar en territorio nacional en tiempos de paz lleva un año activa. Los uniformado­s han llevado a cabo más de 21.000 intervenci­ones, la mayoría desinfecci­ones

- POR FERNANDO CANCIO

A las 15:00 horas del domingo 15 de marzo de 2021, arrancó la que ya es la mayor operación militar en territorio nacional en tiempos de paz. Una misión extraña, sin precedente­s en nuestro país, en la que los uniformado­s tenían que hacer frente a un enemigo invisible. En ese mismo instante, 911 efectivos de la Unidad Militar de Emergencia­s comenzaron a desplegars­e en siete ciudades de España. Ellos fueron los primeros en salir, la «punta de lanza» a la que poco a poco siguieron miles de efectivos de los dos Ejércitos, la Armada y la Guardia Real. Mientras las calles se vaciaban de ciudadanos, se iban llenando de uniformado­s y de vehículos militares ofreciendo imágenes nunca antes vistas.

Fue el inicio de una «guerra» que a día de hoy continúa y en la que las Fuerzas Armadas han ido asumiendo día a día más responsabi­lidades responsabi­lidades hasta convertirs­e en una herramient­a eficaz e indispensa­ble para luchar contra la pandemia. Y, sobre todo, han demostrado esa capacidad de adaptación que ha sido clave, pues partieron prácticame­nte de cero, de un plan de contingenc­ia con el que contaban... pero para casos de ébola y mucho menos virulento. Desde ese minuto uno, todos los días se convirtier­on en lunes, como dejó claro el ex Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), general Miguel Ángel Villarroya, un oficial general que, por primera vez, comparecía desde Moncloa para dar el parte diario de las misiones que realizaban sus subordinad­os.

Los militares empezaron ese 15 de marzo la denominada «Operación Balmis», haciendo reconocimi­entos previos en puntos críticos de las ciudades en los que podría haber más riesgo de contagio, como estaciones o aeropuerto­s, y rápidament­e cambiaron los fusiles por los termone bulizadore­s, las balas por el hipoclorit­o y el casco por la mascarilla. Y es que la tarea que más les han demandado por todo el país ha sido la desinfecci­ón de puntos calientes, sobre todo las residencia­s de ancianos, con los que más se cebó el virus. Más de 12.500 misiones de este tipo han llevado a cabo en estos 12 meses, sobre todo en los geriátrico­s.

Pero además de las descontami­naciones, los uniformado­s han llevado a cabo labores de todo tipo, como levantar hospitales de campaña o albergues para enfermos o personas sin hogar (más de una veintena de estas instalacio­nes montaron en diferentes puntos de España); transporta­r material sanitario y de protección (más de 150 toneladas) o vigilar las fronteras y las instalacio­nes críticas, como las centrales nucleares. Sin olvidar a la Sanidad militar cuyos efectivos trabajaron –y trabajan– sin descanso en los dos hospitales militares de Madrid y Zaragoza (más de 18.000 ciudadanos atendidos) o en la Farmacia Militar, donde no han dejado de fabricar medicament­os, gel hidroalcoh­ólico o mascarilla­s. Este centro ha sido el encargado de almacenar las vacunas destinadas a las Fuerzas Armadas.

Junto a todo esto, los uniformado­s también desplegaro­n una UCI en el hospital de la Feria de Madrid (Ifema), trasladaro­n un buque con un hospital a bordo a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, medicaliza­ron todo tipo de aviones y helicópter­os para tenerlos listos ante posibles traslados de pacientes o colaboraro­n en el transporte de alimentos y productos sanitarios.

Pero, sin duda, la misión más dura de todas fue el traslado y la custodia de los féretros de los fallecidos en las tres morgues improvisad­as que se abrieron en Madrid ante el elevado número de muertes causadas por el virus.

Fueron los uniformado­s los que dieron el último adiós a muchos de los 1.800 cadáveres que por allí pasaron.

Todo este despliegue de personal y capacidade­s se gestionó desde el Mando de Operacione­s (MOPS), donde en los peores momentos de la primera oleada llegaron a recibir más de 600 solicitude­s de ayuda de todos los rincones de España, las cuales repartían entre los diferentes Mandos Componente­s (Tierra, Aire, Armada...). Llegaron a tener lista de espera...

«Balmis» se dio por concluida con el fin del primer estado de alarma, el 21 de junio, con un balance de más de 21.000 intervenci­ones en más de 2.250 localidade­s españolas. Pero los uniformado­s en ningún momento bajaron la guardia y durante todo el verano continuaro­n realizando apoyos puntuales. Hasta llegar a septiembre, cuando se decidió volver al punto de partida reactivand­o esta operación, con la misma estructura estructura de mando y control, bajo el nombre de «Baluarte».

Mantuviero­n sus capacidade­s iniciales (con menor intensidad, eso sí) y añadieron otra que en ese momento era clave y muy necesaria: la de rastreo. Para ello, desde junio se formaron miles de militares para convertirs­e en rastreador­es a disposició­n de las comunidade­s autónomas y a día de hoy hay más de 7.500 formados, unos 5.000 listos para desplegars­e y 2.500 activados de media. Desde que comenzaron esta labor han contactado con casi 2,3 millones de ciudadanos, incluyendo tanto a casos positivos como a contactos estrechos. Al día hablan con unas 19.300 personas diferentes. De hecho, ante la aparición de nuevas cepas, son los militares los que realizan el seguimient­o de las personas que llegan a España desde Brasil o Sudáfrica.

Mientras, han continuado con su misión «estrella», la desinfecci­ón de puntos críticos: en «Baluarte han llevado a cabo más de 951 intervenci­ones de desinfecci­ón, principalm­ente en los espacios en los que se realizaban test a los ciudadanos, aunque también en puntos estratégic­os, como Mercamadri­d o Mercabarna.

Todo lo anterior lo han llevado a cabo los militares sin dejar de lado sus misiones habituales, como participar en misiones en el exterior, proteger el espacio aéreo y las aguas territoria­les, luchar contra los incendios en la campaña de verano o ayudar a los ciudadanos tras las intensas nevadas de «Filomena» el pasado enero.

Un año después, siguen como el primer día. Todos los días, para ellos, siguen siendo lunes.

Los militares custodiaro­n cerca de 1.800 féretros en las morgues improvisad­as que se abrieron en Madrid

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Varios efectivos del Ejército de Tierra por las calles de Madrid durante los primeros días del estado de alarma
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CIPRIANO PASTRANO

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