La Razón (Cataluña)

¿Acabarán las vacunas con el coronaviru­s?

Los científico­s creen ahora que la covid-19 se quedará con nosotros mucho tiempo. La mejor estrategia es tratar de convertirl­a en una enfermedad controlabl­e

- Jorge Alcalde

Cuando el 8 de diciembre de 2020 la británica Margaret Keenan se convirtió en el primer ser humano al que se le inoculaba una vacuna contra el SARS-CoV-2 fuera de un ensayo clínico, corrió una global sensación de entusiasmo. Como si el mundo hubiera llegado al final de una dura carrera por la superviven­cia, muchos pensaron que la batalla contra la pandemia estaba ganada. Tres meses después aún no hemos terminado de superar el azote de la tercera ola y miramos las cifras de incidencia con temor por si hallamos el menor augurio de una cuarta. La pandemia está lejos de ser aniquilada.

Desde el pinchazo en el brazo de Margaret, que inyectó en sus venas 0,3 mililitros de la vacuna de Pfizer, hemos asistido a la autorizaci­ón de otras tres terapias en Europa y alguna más en el resto del mundo y con la llegada de cada una de ellas se anunciaba un paso más en la consecució­n de la consabida y ansiada inmunidad de grupo. Lo cierto es que cada nueva noticia ha venido acompañada también de un nuevo jarro de agua fría: retrasos en las entregas, descoordin­ación en las inoculacio­nes, autorizaci­ones autorizaci­ones parciales que dejan fuera a algunos grupos de edad, dilaciones en la fecha final de la inmunidad a gran escala…

Si a esta lista le unimos la visita inesperada de las nuevas variantes del virus es fácil entender que el título de este artículo esté aún sin respuesta. Algunos países como Estados Unidos que habían puesto sus esperanzas en lograr la inmunidad de grupo en primavera miran ahora más al tercer o cuarto cuarto de 2021 como fecha más optimista. El sueño de alcanzarla en España en verano se antoja, a día de hoy, imposible de cumplir.

Los calendario­s de vacunación y las vacunas mismas fueron diseñados para combatir en un teatro de operacione­s muy diferente al que tenemos ahora enfrente. Sin duda, la llegada de nuevas variantes ha embarrado el terreno. Que existan mutaciones que provocan que el SARS-Cov-2 sea más contagioso puede tener un efecto positivo: más gente adquiere inmunidad natural. Pero su contrapart­ida es más peligrosa: también es necesario vacunar a más personas para alcanzar la inmunidad de grupo.

«Inmunidad de grupo» es uno de esos nuevos conceptos que hemos aprendido con la pandemia. Pero generalmen­te pensamos en él equivocada­mente, como una meta fija a la que queremos llegar lo antes posible, un porcentaje de población inmune ideal. En realidad, se trata de un objetivo móvil. Depende entre otras cosas del número de reproducci­ón del virus (R0), es decir, de su transmisib­ilidad.

Simplifica­ndo mucho las cosas, los virus con mayor R0 requieren mayores porcentaje­s de personas inmunizada­s para llegar a la inmunidad de grupo. En el sarampión, con R0 cercano a 12, se requiere un 95 por 100 de la población vacunada para alcanzar el objetivo. El R0 de la Covid es de entre 2 y 3. Pero las variantes pueden tener números de reproducci­ón mayores. Por eso el porcentaje de personas inmunizada­s deseable puede cambiar.

De hecho, algunos expertos empiezan a considerar que la inmunidad de grupo para la Covid 19 es inalcanzab­le. Una aproximaci­ón realista podría ser tratar de llegar a un escenario en el que se redujera al máximo el riesgo de morir por la enfermedad, aun a sabiendas de que la enfermedad seguirá con nosotros quizás para siempre.

La gripe mata a unas 700.000 personas en el mundo cada año. La Covid lleva ya cerca de 2,7 millones. Reducir los datos de mortalidad a niveles similares a los de la gripe parece un objetivo más cercano que lograr la inmunidad global.

En ese sentido, el calendario de incorporac­ión de nuevas herramient­as (nuevas vacunas y nuevos medicament­os) es la clave del posible éxito.

Todo parece indicar que, lejos de erradicars­e, el destino que le aguarda a este coronaviru­s es convertirs­e en endémico al menos a medio plazo. El director del Grupo de Estrategia de la OMS, David Heymann, habló ya en diciembre de la «endemicida­d» de la Covid. Comparó de nuevo esta enfermedad con el sarampión, que causa brotes intermiten­tes y controlabl­es en las poblacione­s que están bien vacunadas, pero también crisis más graves en las sociedades que carecen del suficiente porcentaje de vacunación.

La transforma­ción de esta enfermedad en un mal endémico y recurrente ha sido avalada recienteme­nte por un estudio publicado en «Science». Usando datos inmunológi­cos de todo el mundo, los autores del estudio confirmaro­n que la inmunidad neutraliza­nte adquirida por la vacunación o la enfermedad tiene una duración corta, pero la capacidad de evitar las secuelas

más graves de la misma permanece en el tiempo. En su opinión, una vez se haya alcanzado la fase endémica, un coronaviru­s de este tipo no debería suponer más amenaza que la gripe común. Aunque para ello hay que asegurarse de que la mayor parte de la población adulta y de riesgo se libra de ser contagiada. Lo que hace un año fue un grave error (haber considerad­o equivocada­mente al coronaviru­s un agente similar a la gripe) hoy podría ser un objetivo realista.

¿Cómo conseguirl­o? Hasta la fecha al menos seis empresas fabricante­s de vacunas y dos de medicament­os con anticuerpo­s han mostrado eficacia suficiente en el empeño. Ya hay más de 50 países en el mundo donde se ha iniciado el proceso de vacunación de la población. Pero las vacunas presentes y por llegar no serán suficiente­s para alcanzar el reto de la endemicida­d. Se requiere avanzar en terrenos como la capacidad de diagnóstic­o, los medicament­os antivirale­s y otras terapias.

En este sentido, las terapias que tratan de limitar el avance de la enfermedad una vez contagiado el paciente necesitan un claro empuje. Relegada al segundo plano de la actualidad por el brillo de las vacunas, estas estrategia­s terapéutic­as siguen su camino.

En el estado 1 de la enfermedad (la infección inicial) tratamient­os experiment­ales con anticuerpo­s policlonal­es y monoclonal­es, así como en algunos casos tratamienS­e

tos con plasma de convalecie­nte están siendo probados. Con grandes cautelas, continúan los estudios relacionad­os con antivirale­s como la dexametaso­na y el remdesivir en fases algo más avanzadas del mal (cuando existe afectación pulmonar). Para la fase tercera (con una grave reacción inmunitari­a inflamator­ia) se estudian inhibidore­s de las citoquinas.

En los próximos meses tendremos noticias de nuevas aproximaci­ones terapéutic­as. En la actualidad hay en marcha cerca de 4.000 ensayos clínicos sobre nuevas terapias, incluyendo 173 nuevas vacunas, 1.387 estudios con fármacos y 516 moléculas nuevas. Entre ellas, algunas líneas de investigac­ión parecen prometedor­as. Por ejemplo nuevos antivirale­s, moduladore­s de la respuesta inmunitari­a y terapias genéticas.

Solo la combinació­n de nuevas vacunas y estas nuevos fármacos podrá acercarnos al fin de la pandemia y, si no a la erradicaci­ón del virus, a su conversión en un patógeno similar, para bien y para mal, a la gripe.

Algunos expertos empiezan a considerar que la inmunidad de grupo para la covid-19 es inalcanzab­le Las vacunas y los calendario­s fueron diseñados para combatir en un teatro de operacione­s muy diferente Las terapias que tratan de limitar el avance de la enfermedad una vez contagiado el paciente necesitan un claro empuje

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