La Razón (Cataluña)

Estadios de fútbol sin público, arcas vacías

La FIFA estimó que el parón tuvo un impactó de 14.000 millones. El problema sigue porque los ingresos se han reducido drásticame­nte en todos los clubes

- POR JOSÉ AGUADO MADRID

Andrea Agnelli, el presidente de la Juventus y de la Asociación de Clubes Europeos ha avisado de que el fútbol está dejando de ser el ocio prioritari­o entre los jóvenes, que los tiempos están cambiando y ahora cientos de cosas distintas del llamado deporte rey atraen la atención de manera rápida, y satisfacen la curiosidad e inquietud de las nuevas generacion­es: «Casi dos tercios de lo jóvenes sigue el fútbol por un temor a perderse o simplement­e porque les gustan los grandes eventos. El 40% de los seguidores de 16 a 24 años, el famoso Gen Z, no tiene ningún interés en el fútbol», aseguró. Hay que entender esas palabras en el contexto de la guerra por el cambio de la Champions a una Superliga europea y cómo los grandes clubes se están movilizand­o para ello, pero no por eso dejan de esconder la realidad de que el fútbol no pasa por su mejor momento y que este año de puertas cerradas no le ha ayudado a ganar aficionado­s. Puede que muchos se hayan quedado por el camino ante la distancia emocional de no ir al estadio.

El fútbol sin público es un deporte extraño, donde muchas de la cosas que suceden parecen de un teatro malo: los jugadores celebran los goles yéndose hacia las gradas vacías, los «speakers» cantan los nombres de los futbolista­s antes del encuentro y casi se oye el eco y éstos, cuando terminan de formar, saludan hacia el público, que no es más que cuatro periodista­s y los jugadores suplentes. Hay como un intento de mantener la normalidad cuando todo es distinto.

Hasta el pasado miércoles fue complicado saber si el Atlético iba primero destacado o tenía que temer por el liderato porque su distancia no era real, ya que le faltaban partidos, y ha habido semanas en las que se han mezclado encuentros de LaLiga con los de Champions y también de Copa. El calendario, que por culpa del coronaviru­s y lo que sucedió la pasada temporada ha sido un lío, ha dejado a los futbolista­s sin pretempora­da, se sospecha que es culpable de gran parte de las lesiones y ha confundido tanto al aficionado que, sin poder ir al estadio y con otras preocupaci­ones, ha dejado el fútbol en un segundo plano. En la vorágine, lo mejor era echarse a un lado y esperar. Es tal el lío que en abril, el Athletic va a jugar la final de la Copa del Rey de la temporada pasada contra la Real Sociedad y la final de la Copa de este curso contra el Barcelona. El derbi vasco se retrasó para que pudiera haber público, porque aún se esperaba que el coronaviru­s fuese una cosa accidental y rápida y, así, en 2021 nos hemos encontrado con este embrollo que, evidenteme­nte, resta emoción a las dos finales, además de darle un tamiz surrealist­a que lo impregna todo.

No, el coronaviru­s no fue un asunto anecdótico. Ha sido una losa para todos y también para el fútbol: «Las pérdidas de ingresos se sitúan entre 6.500 y 8.500 millones en las dos temporadas, unos 360 clubes de primera división necesitan inyeccione­s de efectivo por un importe de 6.000 millones de euros», aseguraba también Agnelli, para hacer un dibujo de la terrible situación. «Los 20 mejores clubes en ingresos se enfrentaro­n a un impacto de 1.100 millones de euros en la temporada 2020. Y estas son sólo las cifras de primera línea. Estos golpes es- tán sobre nues- tros hombros», continuaba. Y si- guen sin saber cómo se va a solucionar. El problema principal no es la falta de pasión en las gradas y que el fútbol sea una cosa distinta por eso. El problema es que el fútbol es ya una cosa distinta porque no hay dinero como antes. «El impacto estimado de la interrupci­ón fue de unos 14.000 millones de dólares», aseguraba Olli Rehn, que preside el Comité de Dirección del Plan de Apoyo de la FIFA COVID-19.

El parón hubiese sido un mal menor si el fútbol hubiera regresado con espectador­es, pero regresó con los estadios vacíos y quienes pensaron que la temporada 2020-21 iba a comenzar con público en las gradas se equivocaba­n. Hubo algunos intentos por una ingenuidad quizá premeditad­a acerca del regreso. Todos querían que fuera cuanto antes, ahora ya no se hacen ilusiones. «Estoy muy esperanzad­a. Realmente, creo que ahora que parece que dejamos atrás la tercera ola, podemos mirar a los próximos meses con mucha esperanza», aseguraba Irene Lozano, presidenta del Consejo Superior de Deportes. «Eso, de entrada, es una buena noticia. En estos momentos, la prioridad del ministerio de Sanidad, del Gobierno y de las comunidade­s autónomas es ordenar la Semana Santa. No tiremos por tierra en Semana Santa todo el trabajo que se ha hecho bien. A partir de que eso pase, y

de que veamos que realmente no empieza una cuarta ola, podemos empezar a plantear cuestiones muy importante­s para las aficionada­s, los aficionado­s y los propios clubes. Es una de nuestras prioridade­s. Lo tenemos presente». Pero los clubes de fútbol ya se han apretado el cinturón y siguen con él apretado y con los estadios cerrados: «Para la 2020-21 se espera que la pérdida de facturació­n alcance los 2.400 millones de euros», continuaba explicando Agnelli hace poco.

El Real Madrid ha reducido su presupuest­o en más de 200 millones e intenta que su capitán, Sergio Ramos, renueve a la baja antes del verano, mientras busca el modo de hacer un gran fichaje en el próximo mercado sin que las cuentas se descuadren. Sólo si vende, podría hacerlo. Y eso que el club blanco hizo el milagro de acabar el curso pasado con poco, pero con beneficios.

En el Barcelona, Joan Laporta va a pasar de la ilusión de la victoria en las elecciones a la presidenci­a, a la dura y triste realidad de que no hay dinero en el Barcelona ni para devolver lo que se debe, que es mucho; así que malamente van a poder llevar a cabo un gran fichaje que ilusione, futbolísti­camente, a Messi.

Al astro argentino hay que convencerl­o para que se quede y para que, si finalmente lo hace, sea bajándose el salario. Ganar las elecciones fue un paseo comparado con la papeleta que tiene ahora por delante.

Todas las esperanzas están en la vuelta del público. Si no hay cuarta ola, se espera acabar el curso con aficionado­s

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La imagen de los estadios vacíos mientras se disputan los partidos es ya una costumbre
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