La Razón (Cataluña)

El primer fracaso de la geometría variable

La ingeniería demoscópic­a de Moncloa pinchó al no calcular ni la situación interna de Ciudadanos ni la reacción de Ayuso de convocar elecciones

- POR CARMEN MORODO

La moción de censura en Murcia pasará a la historia reciente como el primer fracaso de la geometría variable de la ingeniería demoscópic­a de Moncloa. El día de autos, el pasado miércoles, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, almorzó con el ministro y secretario de Organizaci­ón de partido, José Luis Ábalos, y con el delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, para analizar el nuevo escenario que se había abierto en la capital después del movimiento realizado en Murcia y sus efectos colaterale­s. Esa ingeniería demoscópic­a de Moncloa, que ha estado detrás de la moción de censura en Murcia, pinchó al no calcular ni la situación interna de Ciudadanos ni la reacción precipitad­a de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, de convocar elecciones. Y la cúpula socialista tuvo que improvisar sobre la marcha la salida a estas elecciones, que no entraban en el cuadrante en el que se diseñó el golpe de mano para arrebatarl­e al PP el Gobierno regional de Murcia en plena crisis sanitaria.

En el PSOE se habla de «desastre», y en ese almuerzo con Sánchez, los asistentes confirmaro­n su preocupaci­ón por cómo puedan salir de las urnas madrileñas, y todavía ni siquiera se había confirmado el fracaso del asalto al otro Gobierno autonómico.

En la lectura inmediata, el PSOE no gana nada con la operación pergeñada en la fontanería de Moncloa porque hipoteca su imagen y le abre nuevos frentes con «jugarretas» de estricto interés de partido. Un «error de cálculo», que desnuda la realidad de una estrategia en la que en Moncloa todo está puesto al servicio de alargar el reinado del «sanchismo». Pero a medio-largo plazo los análisis políticos a derecha y a izquierda coinciden en atribuir más beneficio a Sánchez que a Pablo Casado. Aunque los gol

pes pirotécnic­os inmediatos puedan dejar la impresión de que el PP, y su secretario general, Teodoro García Egea, han dado un golpe de mano, muy del gusto de las camarillas de los restaurant­es madrileños, en la política de fuera de Madrid el análisis incluye otras variables que pesan en el resultado final. Y en el PP preocupan cuestiones como que Sánchez ha demostrado, con buenas o malas artes, que puede pactar a derecha y a izquierda. Que ha deshecho a todos sus oponentes, ha roto a Ciudadanos y ha descompues­to la figura del PP.

Génova puede conseguir atraer a más dirigentes y cargos naranjas, pero que los dirigentes se vayan al PP no quiere decir, o así dudan en las filas populares, que también se vayan a ir los votantes. A partir de ahora, el PP ya sólo puede gobernar con Vox. Distinto era ir en coalición, una fusión, pero seguir siendo el PP, no tener a Ciudadanos, no ser limítrofes con el PSOE, y depender de Vox obliga a Casado a encontrar un equilibrio en una posición de centro, bajo la presión de los de Santiago Abascal, muy difícil de sostener. Otro detalle que no pasa por alto en las reflexione­s populares es que, aunque Ciudadanos salga hundido en las encuestas, mientras Sánchez no disuelva, todos los diputados de Arrimadas son hoy mucho más de Sánchez que antes. Y el PP no puede pactar con nadie. «Sánchez es un mal amigo, pero es amigo de todos. Va a comer a casa de todos. A la de Podemos, a la de Batasuna, con los independen­tistas a los que concederá el indulto, con Vox pacta los fondos europeos...», reflexiona un dirigente del PNV.

En el PP también valoran el riesgo de que en la Comunidad de Madrid pueden gobernar con Vox, pero esto puede llevarles a «dejar de gobernar en el resto de España». Normalizar la relación con Vox sólo puede hacerse desde una posición de mucha fuerza, y de centro, para que no tenga coste nacional y la candidatur­a de Isabel Diaz Ayuso se mueve, por el perfil ideológico del votante madrileño, en la esfera de Vox.

En el camino hay demasiadas interferen­cias políticas y judiciales sobre el contexto de las elecciones en Madrid. Y también interrogan­tes -si habrá mucha o poca abstención, en qué situación sanitaria se encontrará el país o si movilizará­n más Casado-Ayuso o Monasterio-Abascal-, que dificultan anticipar con alguna certeza el resultado de estos comicios. Marcarán, en todo caso, el inicio de una nueva etapa política para el Gobierno y la oposición, y en la pelea dentro de los dos bloques, al margen de la crisis sanitaria y la crisis económica. La política madrileña testará los efectos de la acusada polarizaci­ón que ha ido creciendo conforme avanzaba la crisis de la covid.

Un experiment­o que enfrentará al arrollador liderazgo de Isabel Díaz Ayuso, movilizado­r a derecha y a izquierda, con una izquierda sin liderazgo y sometida al desgaste de la gestión del Gobierno de Sánchez, contra la que Ayuso ha construido, precisamen­te, la fuerza de su capacidad de movilizaci­ón entre el electorado del centro-derecha. Moncloa no midió el alcance en Madrid del terremoto de Murcia. Y tampoco calculó que, si había algún fallo en la jugada, podría llevarse por delante a la otra pieza a la que Pedro Sánchez siempre ha sometido el espejismo de la geometría variable, a Inés Arrimadas. Con Arrimadas descolocad­a dentro

En el PSOE se habla de «desastre» porque a corto plazo no gana nada, hipoteca su imagen y le abre nuevos frentes

de su partido, la presión de los dirigentes territoria­les naranjas críticos con el acercamien­to al PSOE se redobla. Y de tanto apretar, Sánchez puede quedarse sin el arma que seguía teniendo en la recámara para presionar a Podemos y rebajar el precio de su apoyo. El movimiento pasaba por tomar el Gobierno de Murcia, afianzar la imagen de que hay alternativ­a a la izquierda y al secesionis­mo, y reescribir otro relato más moderado con la ayuda de Ciudadanos y de PNV.

La política es tan cambiante que exige que la táctica vaya también cambiando al momento. Y por eso en un bando y en el otro saben que el balance no se puede hacer a corto plazo, sino que hay que esperar a ver el final de la jugada. Las advertenci­as de Podemos de futuras rupturas no alarman a la parte socialista del Gobierno, que está convencida de que el líder morado no tiene más salida que gritar, pero seguir en el Consejo de Ministros. Pero sí alarma más el futuro Gobierno de Cataluña, ante la perspectiv­a de que otra vez hayan vuelto a confundirs­e los arúspices que pronostica­ban que ERC avanzaría por la vía pragmática y no repetiría el modelo de gobierno de la Legislatur­a anterior, esta vez bajo su presidenci­a.

No se midió que, si había algún fallo, podría llevarse por delante a Arrimadas, la vía para presionar a Podemos

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LUIS DÍAZ
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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a su jefe de Gabinete, Iván Redondo

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