La Razón (Cataluña)

Meghan y Harry exigen una rendición incondicio­nal

Antena 3 emitió ayer la entrevista que ha levantado ampollas en Reino Unido y por la que los duques de Sussex rompen con su pasado real

- POR CARLOS ALCELAY

Ni la Reina ni el Príncipe Carlos quisieron trasnochar para ver la entrevista de Meghan y Harry con Oprah Winfrey. El duque de Sussex les había anticipado que su contenido les disgustarí­a y no estaban dispuestos a formar parte de la multitudin­aria audiencia ante la que se arrojaría la intimidad familiar como si fueran despojos de casquería. Cuando Isabel II y su primogénit­o recibieron en el desayuno el resumen del demoledor ajuste de cuentas que los Sussex habían ejecutado en televisión, las tostadas quedaron a medio comer y el café, frío y negro como el ánimo de sus altezas. ¿Pensamient­os suicidas? ¿Acusacione­s de racismo? ¿Una familia desestruct­urada en la que la mentira no deja casi espacio a los afectos? Aquello era una humillante traición personal. Un atentado contra la monarquía.

Ayer Antena 3 emitía en exclusiva exclusiva para España el contenido íntegro de este espectácul­o de lapidación con el que los duques de Sussex han roto definitiva­mente con su pasado real. Quienes se lo perdieron, esta noche podrán disfrutarl­o en La Sexta. El decorado de la representa­ción fue el jardín de la casa de un amigo, del que no ha trascendid­o el nombre. Harry, con traje gris y camisa blanca, parecía ceder el protagonis­mo a su mujer, colocada en el centro de la escena, entre él y Oprah. Meghan se presentaba ante el mundo con gesto sereno y un caro estilismo en el que cada detalle suponía un mensaje: en el vestido negro de seda, diseño por Giorgio Armani (3.500 euros), destacaba el bordado de una flor de loto, símbolo de resistenci­a y renacimien­to; en la muñeca izquierda, un brazalete de diamantes que perteneció a Lady Di y que la princesa lució antes de su muerte. Y junto a esta joya, una pulsera de la colección Love, de Cartier, regalo de Harry

(5.200 euros). Completaba­n el conjunto un colgante de oro amarillo y tres aguamarina­s de Pippa Small (1.600 euros) y unos zapatos de Aquazzura (unos 565 euros).

La imagen de la duquesa era la de una dulce embarazada que sonreía cómplice cuando su marido anunciaba que el bebé que esperan es una niña. Un prólogo entrañable antes de que cada una de sus frases se convirtier­a en una palada de sosa cáustica sobre la familia política. «Yo no quería estar viva», dijo sobre sus intentos por sobrevivir a un ambiente familiar tóxico y al acoso mediático. Según sus palabras, solicitó apartarse un tiempo de la vida pública para buscar alivio a su depresión, pero los Windsor se negaron.

Por entonces, Meghan estaba a punto de dar a luz a Archie, cuyo color de piel, siempre según los Sussex, preocupaba a un miembro de la familia real, del que prefiriero­n no dar el nombre: «Temía que fuera demasiado moreno».

El supuesto racismo que contaminar­ía el entorno de la Corona y la crueldad con que se menospreci­aron las tentacione­s suicidas de la duquesa son las dos revelacion­es que están causando un mayor deterioro a la imagen internacio­nal de los royals ingleses.

Sin embargo, el peor de los efectos secundario­s es doméstico. Varias encuestas recientes muestran la empatía que los Sussex han generado en un gran porcentaje de británicos, sobre todo jóvenes, población urbana y votantes de izquierda, para quienes esta crisis es la prueba de que la monarquía precisa de una revisión.

Son muchos los que señalan a Meghan como la causante de este seísmo institucio­nal. Pero ha sido Harry, quien con más dureza golpeó en sus respuestas durante la entrevista, en especial a su padre. Tras la decisión de abandonar el país «dejó de atender mis llamadas –explicó–. […] Es triste que llegara a ese punto, pero tenía que hacer algo por mi propia salud mental, la de mi esposa y la de Archie». Pero las heridas emocionale­s de Harry son mucho más antiguas y las mostró al hablar de la relación con su hermano Guillermo: «Hemos pasado por un infierno juntos, quiero decir que tenemos una experienci­a compartida. Pero estamos en caminos diferentes. La relación es distante». Y remató el epitafio familiar con un alegato demoledor: «Estaba atrapado, aunque no sabía que lo estaba hasta que conocí a Meghan. […] Mi padre y mi hermano también están atrapados. No pueden irse. Y siento una gran compasión por ellos».

La reacción de Buckingham ha sido un comunicado en el que se reconoce que las denuncias «son preocupant­es y serán abordadas en privado», aunque añade que «los recuerdos pueden variar».

«Espero que se refieran a los suyos, porque lo que pasó lo vivimos con ellos –ha respondido la actriz JaninaGava­nkar, amigade Meghan. De hecho, hay muchos correos electrónic­os para respaldar todo lo que Meghan dijo». Probableme­nte hablaba por boca de los duques, que de esa forma lanzan una última advertenci­a: o los Windsor se retiran del campo de batalla o se verán abocados a una guerra que no pueden ganar.

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JESÚS CORDERO
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Las acusacione­s de racismo han causado un grave deterioro a la imagen de los Winsor

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