La Razón (Cataluña)

A las barricadas

- José María Marco

«Pablo Iglesias vuelve a donde solía: al proyecto de refundarse como caudillo de la izquierda»

PabloPablo Iglesias, como el arpa de Gustavo Adolfo Bécquer, se aburría. El Gobierno es poca cosa para él: demasiadas formalidad­es, demasiados protocolos, demasiada gestión, algo que, obviamente no le interesa lo más mínimo. De hecho, se le notaba triste, mustio, casi angustiado, al borde tal vez de la depresión. Su partido no iba por mejor camino y en los últimos años, después de la euforia regeneratr­iz del 15-M, rodaba sin freno hacia el fondo de la nada en la que se hundió Izquierda Unida, una fuerza irrelevant­e, buena sólo para que unos cuantos diputados atestiguar­an que una vez, en tiempos remotos, hubo comunistas en España.

La decisión de dejar el Gobierno resulta por tanto lógica, aunque tan llamativa e inesperada, como casi todo en la política española desde la moción de censura a Rajoy. Iglesias vuelve a lo que le gusta: el cuerpo a cuerpo, las calle y las plazas, la demagogia mitinera, la televisión combativa y, claro está las redes sociales, allí donde el caudillo carismátic­o resucitará gracias al contacto directo con las… bueno, con los votantes que todavía se creen algo de lo que pueda decir.

Quizás lo fíe todo al espectácul­o, un terreno en el que chapotea a gusto –y lo más importante en Pablo Iglesias es que él se guste a sí mismo–, y evidenteme­nte fía buena parte del éxito a la deslucida candidatur­a del PSOE. Se adivina la necesidad de enfrentars­e a un Sánchez que lo estaba fagocitand­o sin contemplac­iones y que en cuestión de meses –sin prisa– cuando el proceso de vacunación empiece a dar resultados y los fondos europeos se repartan en los despachos monclovita­s, convocaría elecciones para volver a dormir a pierna suelta.

Tras el descalabro de la Operación Murcia-Arrimadas, Madrid se había convertido en la primera etapa para la reconquist­a del poder por la derecha renovada. Ahora cobra una dimensión distinta: la nueva Covadonga para la reconquist­a de la izquierda por el podemismo unid@. Aquí todo vale, claro está, y la primera embestida será superar al PSOE en la intensidad de las barbaridad­es eyaculadas contra el actual gobierno de la CAM. Lo tiene difícil. El grado de calumnias, de mentiras y brutalidad­es al que han llegado los socialista­s ha sido notable. Pero hasta ahora no se había hablado de «derecha criminal», como hizo Iglesias ayer, en el anuncio de su candidatur­a.

Habrá que ver cómo reacciona el PSOE, si doblando la apuesta o envolviénd­ose en la toga de la dignidad ciudadana, un papel que no se le da bien, aunque todavía –algo increíble– hay quien esté dispuesto a escucharlo. A la derecha, le proporcion­a una oportunida­d de oro: la de ofrecer en un modelo de gestión, algo que se le suele dar bien y en lo que Iglesias ha demostrado ser una perfecta nulidad, y al mismo tiempo articular una alternativ­a cultural total, que es lo que Madrid se merece, como antecedent­e de lo que se merece toda España. Pablo Iglesias, en cualquier caso, vuelve a donde solía: al proyecto de refundarse como caudillo de la izquierda. ¡A las barricadas!

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