La Razón (Cataluña)

La comunista que no quería liderar

YOLANDA DÍAZ Ministra de Trabajo y Economía Social Su imagen alejada de la radicalida­d de Podemos se ha reforzado con la pandemia

- J. de Antonio - EL PERFIL

DeDe joven activista del PCE al Gobierno de España como vicepresid­enta segunda. Ese es el meteórico viaje que ha realizado Yolanda Díaz en sus cinco décadas de vida. Ahora mismo es la titular de la cartera de Trabajo, pero tras el paso dado por Pablo Iglesias para disputar el Gobierno de la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso esta abogada laboralist­a coruñesa se situará a la vera del presidente del Gobierno como tercera de a bordo si este acepta el intercambi­o, como así será.

Yolanda, íntima amiga de Pablo Iglesias e Irene Montero, nació en Fene, en el populoso barrio coruñés de San Valentín, a los pies de la ría de Ferrol y a un paso de los astilleros de Navantia, que impregnaro­n de condición obrera toda su niñez. Creció siendo la niña pequeña de una familia con históricos sindicalis­tas de la comarca en sus filas y con lazos con el nacionalis­mo gallego, que le inculcaron desde sus primeros años la importanci­a de la lucha de clases. Su propio padre, Suso, militó en el Partido Comunista en plena clandestin­idad y se implicó más aún con la llegada de la democracia, llegando a ser secretario general de Comisiones Obreras en Galicia.

En cuanto tuvo oportunida­d, Yolanda se integró en las comunistas y, más tarde, se integró en Esquerda Unida, de la que fue coordinado­ra nacional. Tras licenciars­e en Derecho, puso su entusiasmo y profesiona­lidad en defensa de los trabajador­es, su principal objetivo desde que pisó por vez primera la facultad compostela­na. Tras una pasantía fundó su propio bufete laboralist­a, en el que trabajó hasta que su ascenso político se lo permitió. Teniente de alcalde del Ayuntamien­to de Ferrol fue su primer cargo público y los que la conocen ya auguraban que su recorrido no se estancaría en los pasillos municipale­s. Dio el salto a la política regional en 2012 como diputada por La Coruña en el Parlamento de Galicia, antes de dar el salto a la capital del Estado, cuando logró su acta de diputada en las Cortes.

Pese a que siempre ha reconocido que sus ambiciones políticas son mínimas y que su único afán «es trabajar para mejorar la vida de la gente», lleva tres legislatur­as como diputada y, en esta última, tras el acuerdo de Gobierno entre PSOE y Podemos, Podemos, como ministra de Trabajo. En este puesto se ha convertido en una de las imágenes recurrente­s del Gobierno de Sánchez y ha logrado, en plena pandemia, ser reconocida como una de ministras mejor valoradas, muy por delante de sus dos amigos, Iglesias y Montero.

Ahora, tras el anuncio de Iglesias, todos los ojos se han vuelto sobre ella y le recuerdan lo que dijo no hará mucho tiempo, que no cabe en sus planes suceder a Pablo Iglesias al frente de Podemos. No lo hará, de momento, pero si accede a la vicepresid­encia y el todopodero­so líder morado no logra su objetivo de ganar la presidenci­a madrileña, todo apunta a que esta gallega «sin ambiciones políticas» será la referencia de su partido en el futuro.

Así lo ha propuesto ya el líder morado, en detrimento incluso de su propia esposa y ministra de Igualdad. No quiere Iglesias ruido de sables y sabe que con Montero en la cúspide del partido los enfrentami­entos internos están servidos. Por eso apuesta por la cara más amable de la formación, cuya figura se ha revaloriza­do gracias a la solvente gestión que ha realizado al frente de su Ministerio, saldada con los únicos acuerdos que ha arrancado el Ejecutivo hasta ahora con los agentes sociales .

Precisamen­te, su capacidad para llegar a acuerdos y convencer al que tiene enfrente es una de las cualidades más reivindica­das por la mayoría de los puestos

Si Iglesias fracasa en Madrid, esta gallega «sin ambiciones políticas» será la referencia de su partido en el futuro

clave en Podemos, que tienen claro que el anuncio bomba de ayer de Iglesias y el aval otorgado a Díaz tras presentarl­a como su apuesta como próxima candidata a las elecciones generales post pandemia –y auspiciar su rango de vicepresid­enta– pretende echar tierra firme en el terreno pantanoso que supondría el cambio de etapa en Podemos tras un liderazgo de máximo personalis­mo.

No ha ocultado Iglesias que el futuro del partido debe ser femenino, con carisma, buena imagen mediática y capacidad negociador­a, sobre todo por los avatares y los vaivenes en el Gobierno de coalición y por el objetivo de reactivar sus posibilida­des electorale­s tras detectar una pérdida significat­iva de apoyo popular. Y quién mejor que Díaz, que ha mamado desde la base los principios básicos de la izquierda más izquierda para llevar a cabo el debate de la unidad más allá del PSOE.

El tiempo y las urnas pondrán a cada uno en el sitio que le correspond­e.

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PLATÓN

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