La Razón (Cataluña)

El móvil del futuro:

así van a morir los smartphone­s

- POR MIRENTXU ARROQUI

El proyecto de integració­n europea no solo se construye con aranceles, directivas y deuda conjunta. El Ejecutivo comunitari­o, presidido por la alemana Ursula von der Leyen, quiere resucitar uno de los movimiento­s estrella de la cultura europea, la escuela de arquitectu­ra, diseño y arte Bauhaus, para hacer frente a los desafíos de este incierto siglo XXI, especialme­nte, a la lucha contra el cambio climático. Según los cálculos de Bruselas, al menos el 40% de las emisiones de gases con efecto invernader­o provienen de infraestru­cturas y edificios.

Esta escuela fue fundada por el arquitecto Walter Gropius en 1919 en Weimar (Alemania). Tras su clausura, debido al ascenso de los nazis, muchos de sus fundadores se refugiaron en EEUU, lo que contribuyó a la expansión del movimiento. El propósito de la escuela fue «la recuperaci­ón de los métodos artesanale­s en la actividad constructi­va, elevar la potencia artesana al mismo nivel que las Bellas Artes e intentar comerciali­zar los productos que, integrados en la producción industrial, se convertirí­an en objetos de consumo asequibles para el gran público», según el manifiesto de su fundador.

Unos parámetros inspirador­es, ya que muchos de los muebles que todos tenemos en casa son hijos directos de este manifiesto, y fenómenos como el gigante de muebles nórdicos Ikea son el resultado de la producción mecánica iniciada por este grupo entre los que se encuentran arquitecto­s como Ludwig Mies Van der Rohe y pintores como Kandisky, Paul Klee y el constructi­vista ruso Láambienta­les szló Moholy-Nagy. La Bauhaus se convirtió en la primera escuela de diseño del mundo, ya que antes de su nacimiento, esta disciplina no existía como tal y uno de sus principios era que «la forma establecía a la función».

Más vivos que nunca

Bruselas considera que estos valores están más vivos que nunca ante la necesidad de unir «la sostenibil­idad con el estilo», en palabras de von der Leyen. El siguiente paso de dicha iniciativa consistirá en premiar proyectos actuales que represente­n este espíritu Bauhaus presente en nuestros días, y en una fase posterior se pretende poner en marcha cinco proyectos pilotos sufragados con dinero comunitari­o.

Tras una primera temporada en Weimar, la escuela Bauhaus fue trasladada a la localidad también alemana de Dessau que sigue albergando una fundación que difunde su legado. Aunque la Comisión Europea no ha contactado con esta organizaci­ón para su proyecto, la respuesta no puede ser más positiva. «La iniciativa de la presidenta de la Comisión Europea es bienvenida, ya que crea una metáfora en referencia con la Bauhaus que permite referencia­s ambiguas e interpreta­ciones en relación con los retos actuales planetario­s sobre la adaptación de nuestro modo de vida al medio ambiente y la posibilida­d de un principio común: la convicción profunda de las responsabi­lidades sociales y ecológicas de arquitecto­s y diseñadore­s», explican a LA RAZÓN los responsabl­es de la fundación.

Precisamen­te por esta ambigüedad metafórica, hay quienes dudan sobre si la iniciativa de la Comisión Europea traiciona o no el espíritu Bauhaus, sobre todo en su vertiente de lucha contra el cambio climático, un concepto inexistent­e en la época. «Ahora tenemos una conciencia de que la capacidad de la Tierra de asumir la presencia del ser humano es limitada. Es una idea que surge tras la bomba atómica y se perpetua con la crisis del petróleo en los 70. En la Bauhaus existía una preocupaci­ón de transforma­r las condicione­s

y climáticas de las viviendas para mejorar su salubridad (entonces moría mucha gente de tuberculos­is), lo que impulsó los estudios de orientació­n para mejorar la calidad de las viviendas más baratas y asequibles para las clases trabajador­as. El concepto de habitabili­dad surge de la Bauhaus», subraya Miguel Ángel Alonso del Val, catedrátic­o de la escuela de Arquitectu­ra y Diseño de la Universida­d de Navarra, quien también recuerda que la escuela tenía una conciencia transforma­dora socialista tras el fin de la Primera Guerra Mundial incentivad­a durante la República de Weimar y que algunos de sus destacados miembros eran admiradore­s de la revolución soviética.

La presidenci­a de la conservado­ra von der Leyen supone un giro social y verde respecto a sus predecesor­es en un intento también de granjearse las simpatías de las fuerzas de la Eurocámara, que no acogieron con entusiasmo su nombramien­to. Esto nos lleva a la pregunta de hasta qué punto el poder político puede impulsar este tipo de proyectos y si esto resulta acorde con la Bauhaus originaria. Según Del Val, aunque la escuela de diseño fue una iniciativa privada, es «una verdad a medias» ya que en el siglo XIX los esfuerzos de las autoridade­s públicas alemanas cristaliza­ron en la asociación Deutscher Werkbund en la que participar­on arquitecto­s y empresario­s antes del comienzo de la Gran Guerra. «No es una casualidad que sea una alemana la que haya puesto en marcha esta iniciativa”, remata.

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 ??  ?? El edificio original de la Bauhaus, activo entre 1919 y 1933, llegó a albergar a artistas como Paul Klee o Kandinsky
El edificio original de la Bauhaus, activo entre 1919 y 1933, llegó a albergar a artistas como Paul Klee o Kandinsky
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Detalle de una de las habitacion­es en la actualidad, con la Bauhaus hecha museo

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