La Razón (Cataluña)

¿Quiénes son los tránsfugas?

- Julián Cabrera

NoNo estaría de más volver a lanzar al aire la pregunta a propósito de qué es un tránsfuga en política, dados los recientes acontecimi­entos y alguna que otra etiqueta tal vez colocada demasiado a la ligera. Podemos convenir en que el despectivo término se aplica a quienes en un parlamento o corporació­n entregan su escaño a otros intereses distintos a quienes les han votado, pero ¿Qué ocurre cuando las siglas bajo cuyo proyecto te has presentado acaban marcando unas políticas radicalmen­te opuestas a ese proyecto? Tal vez en este caso quien practica el transfugui­smo –que no es otra cosa más que la traición al propio electorado– es el mismo partido que acusa a sus díscolos de inclinarse hacia otras opciones. Más allá, ¿Quiénes son tránsfugas, los que rompen una determinad­a disciplina de organizaci­ón o los que prometen bajar impuestos y luego los suben, garantizan que nunca pactarán con el separatism­o y después lo hacen o sencillame­nte imponen a sus cargos electos políticas radicalmen­te distintas a las prometidas? Tal vez el concepto debería ser revisado, sobre todo porque en la política de este país con todos sus defectos los «tamayazos» aun habiéndolo­s han sido episodios bastante más contados de lo que se puede presumir. La operación política montada en Murcia para desalojar al PP del gobierno de esa comunidad finalmente arrumbada a la condición de no nata, ha dado pie a un auténtico tornado de acusacione­s de transfugui­smo desde distintos ángulos de tiro, plagadas de alguna que otra insensatez que, en cualquier otro tiempo de mayor calma política y ambiente atemperado bien podría haber sido susceptibl­e incluso de querella admitida a trámite. Los ánimos están demasiado exaltados, sobre todo por parte de quienes han visto en tan solo una semana, como sus aspiracion­es de volcar el mapa del poder territoria­l se han evaporado confirmado su papel de juguete roto camino de la irrelevanc­ia. Achacar como hizo el numero dos de Arrimadas Edmundo Bal a «cajas B» el cambio de criterio de dirigentes de su partido en Murcia requiere como poco, pruebas, si es precio ante las puertas de un juzgado y resulta tan absurdo como aplicar la misma acusación a la manera con la que fue cocinado, por ejemplo –y no precisamen­te en despachos de partido– el acuerdo con el PSOE para desbancar a López Miras. Ergo, convulsion­ada en plena pandemia la política del país, sería bueno esperar que al menos no la sigan envilecien­do.

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