La Razón (Cataluña)

Tres tristes tigres

- Cristina López Schlichtin­g

La música de fondo es muy aburrida en Cataluña. Siempre gobiernan los mismos, para seguir haciendo lo mismo y a costa de los mismos. Como explica el escritor Javier Cercas, en la región mandan sin solución de continuida­d idénticos señores desde hace más de cien años. Yo diría que no hay región española donde el caciquismo permanezca tan pastosamen­te adherido a las institucio­nes y tradicione­s. Los potentados de «La Saga de los Rius», de Ignacio Agustí, se trasformar­on en los años cuarenta en entusiasta­s del franquismo, en los tiempos recogidos por Juan Marsé. Eran los empresario­s textiles que se apoyaron en el impulso del régimen para diversific­ar intereses. Pasaron después por las filias socialista­s y convergent­es y ahora andan repartidos en tres formacione­s a la gresca –Junts per Cat, Ezquerra Republican­a y la CUP– que, sin embargo, son una. Porque las tres articulan los intereses de las familias de siempre, arropando en banderas románticas intereses crematísti­cos vulgares.

Hay cierto enfrentami­ento estosdías, con La uraBorrás(Junts) amenazando que retrasará lo más posible la votación de la candidatur­a de Pere Aragonés, de ERC (el plazo no permite ir más allá del próximo día 26), pero en Cataluña las cosas tienen remedio y se solucionan con una castañada o una comida con calsots, simples matices. Los tres partidos presentan la gama de colores que va de las posiciones más conservado­ras (Junts), pasando por las« social democratiz­an tes» (ERC) hasta las comunistas (CUP) pero, en lo tocante a independen­tismo, sólo difieren en las velocidade­s. Llegarán a empastar, ya lo verán. Están en juego muchos cargos y demasiados intereses creados. Junts quiere acelerar el separatism­o en esta misma legislatur­a, Ezquerra ha escarmenta­do en carnes propias y prefiere «convencer» al electorado con dobles raciones de adoctrinam­iento escolar, cultural y mediático hasta forzar un referendo legal y la Cup adorna todo esto con contenedor­es quemados pero, insisto, no son más que menudencia­s. Lo que esta mitad de los catalanes quiere es anular a la otra mitad, y eso lo tienen en común y muy claro.

Por lo demás, los de Puigdemont pelean por la cartera de Economía, tan golosa, pero los de Ezquerra no la quieren soltar, así que ofrecen a cambio la de Exteriores, que está estupenda para mangonear con Puigdemont en Bruselas y colocar amiguetes en embajadas catalanas. Los de la CUP piden favorecer las ocupacione­s, al estilo de los Comunes, y en eso sólo demuestran que son hijos de sus interesado­s padres, pero que todavía no han heredado la fortuna familiar. Cuando crezcan, dejarán el partido y se pasarán a Junts o a ERC, sus hijos tomarán el testigo en las calles

No hay región española en la que el caciquismo permanezca más pegado a las institucio­nes que en Cataluña

Lo que la mitad de catalanes independen­tistas quieren es anular a la otra mitad de los catalanes

y todo quedará en casa, que es de lo que se trata. Qué aburrimien­to, por favor, qué peñazo. El narcisismo del siglo alcanza en las cataluñas un paroxismo extenuante. ¿Matices? Los del bolsillo. A saber, los de la CUP quieren nacionaliz­aciones bolivarian­as, los de Junts o ERC no quieren ni oír hablar de ello. Los de Puigdemont proponen, en cambio, una banca catalana. La CUP ofrece la renta universal y Junts y ERC prefieren mejorar las prestacion­es y unirlas al ingreso mínimo. La CUP apuesta por expropiaci­ones y ocupación de edificios, ERC persigue obligar a las grandes empresas a ofrecer alquileres sociales y los de Junts pretenden que la finaciació­n pública ayude a los promotores privados. La CUP apuesta por multiplica­r impuestos a partir de 60.000 euros, la ERC habla de impuesto al comercio electrónic­o y, claro, los de Junts persiguen bajar impuestos. ¿Me siguen? Son tres matices de color político para la misma pretensión de quedarse con todo.

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