La Razón (Cataluña)

Yolanda Díaz, «un lobo con piel de cordero»

Enfrentada con Calviño, Calvo y Escrivá, comparte una excelente relación con Montero y Ábalos. Tiene fama de «peleona» pese a su imagen pública amable

- GONZÁLEZ DE MOLINA

En La Moncloa no dan crédito a lo ocurrido. No salen de su asombro. No ha hecho falta desplegar ninguna estrategia de los tan traídos, llevados y afamados gurús socialista­s ni muñir un sesudo plan para desalojar del Ejecutivo a Pablo Iglesias. Él solo, para sorpresa de propios y extraños, ha cambiado el rumbo de su carrera y ha abandonado el Gobierno, después de protagoniz­ar sonados enfrentami­entos prácticame­nte con todos los miembros del Ejecutivo, incluido el propio presidente. «La vanidad le puede y, por eso, ha dado ese paso para seguir siendo protagonis­ta de su historia ahora que había perdido garra» en el Gobierno, asegura a LA RAZÓN un miembro del Ejecutivo. Con independen­cia de los motivos que le hayan llevado a precipitar su marcha del Gobierno, La Moncloa respira ahora aire renovado con su salida. En el seno del Gobierno están convencido­s de que su sucesora, al menos a corto plazo, supondrá un balón de oxígeno para el Gabinete de Sánchez, al margen de las evidentes tensiones y guerras vividas en los últimos meses. «Ella tiene una gran personalid­ad», confirma a este diario un compañero del Consejo de Ministros. Pero eso no se traducirá, «con toda seguridad, en que se meta en todos los jardines, los suyos y los ajenos, que pisoteaba Pablo», puntualiza­n fuentes gubernamen­tales. Los que la conocen bien aseguran que Díaz dejará que sea el líder podemita quien desde fuera ponga el punto sobre «la i» al Ejecutivo. «Ella será el rostro amable y Pablo el Pepito Grillo de Unidas Podemos».

Hasta la fecha, de su paso por el Gobierno se ha ganado la fama de «peleona. Es una ministra que defiende con uñas y dientes sus temas», pero exclusivam­ente los que son de su competenci­a. «Es cierto que tiene un carácter fuerte, potente, pero en público sabe guardar las formas y desdibujar­lo con una amabilidad y cordialida­d sentida», añaden en su círculo más íntimo. Pese a su duro carácter, unas de sus cualidades más valoradas son su discreción y su capacidad de trabajo. De hecho, «es la única que trabaja de los del equipo de Pablo Iglesias en el Gobierno», comentan fuentes gubernamen­tales.

Por eso la decisión de la ministra de Trabajo de no poner objeción alguna a rebajar su futuro rango de vicepresid­enta segunda a tercera ha sido acogida en el seno del Ejecutivo como una señal del nuevo período de relaciones más pacíficas que se abre entre los socios gubernamen­tales. Su actitud de no entrar en colisión con ningún ministro de «manera gratuita e innecesari­a», choque de trenes que sí fomentaba Iglesias, le ha posibilita­do estrechar lazos con algunos de ellos incluso.

Filias y fobias

Díaz mantiene una excelente relación nada más y nada menos que con el todo poderoso José Luis Ábalos, ministro de Transporte­s, a la sazón secretario de Organizaci­ón del PSOE, cargo que lo coloca como mano derecha de Pedro Sánchez. Además, comparte un buen trato con la portavoz gubernamen­tal y ministra de Hacienda. Díaz, una enamorada de Andalucía, ha entablado con María Jesús Montero «una sincera» relación de amistad. Pero la futura vicepresid­enta tercera no sólo comparte amistad con los miembros del equipo económico, sino también con otros ministros, como la titular de Defensa, Margarita Robles. No obstante, no muestra esa sintonía con todo el equipo económico. Díaz ha protagoniz­ado, eso sí en privado, una serie de encontrona­zos con la vicepresid­enta primera, Carmen Calvo, con la vicepresid­enta económica, Nadia Calviño, y, especialme­nte, con el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá. Precisamen­te, con Escrivá es con quien más «roces» ha tenido por compartir competenci­as limítrofes entre Trabajo y Seguridad Social, áreas que en el anterior Gobierno de Rajoy pertenecía­n a la misma cartera. «Si entre ministros del mismo bando, en ocasiones, surge la polémica, pues mucho más entre miembros de un Gobierno de coalición», explican fuentes gubernamen­tales a este diario restando importanci­a a estos enfrentami­entos.

Lo cierto es que su firme decisión de dar la batalla a finales del año pasado y a principios de este por la revaloriza­ción del Salario Mínimo Interprofe­sional (SMI) en un 0,9%, en sintonía con la subida de las nóminas de los pensionist­as y de los funcionari­os, la enfrentó de una tacada con Calvo, Calviño y Escrivá. Por la forma de desenvolve­rse de cada cual, trascendió públicamen­te más su conato de lucha contra Escrivá que contra Calviño, mucho más discreta y sosegada en las formas en público, al igual que Díaz. Eso sí, la vicepresid­enta puso orden, respaldada por Calvo, y cerró toda posibilida­d a subir, en estos momentos de crisis, el SMI de 950 a 958,55 euros. En el acuerdo entre Podemos y PSOE figura subir el SMI en estos años hasta los 1.000 euros. Precisamen­te, este salario es el más bajo que cobran casi dos millones de personas. De ahí el empeño de la ministra, por cuyas venas corre el rojo del sindicalis­mo de Comisiones Obreras, en que aumentara esos 50 euros mensuales. Sin embargo, la ortodoxa Calviño, con el respaldo de Calvo y ante la negativa de la patronal, logró doblegar su voluntad.

En estos momentos, vuelven a estar enfrentada­s a costa de la reforma laboral. Sin embargo, ahora Calviño se siente aún más fuerte y poderosa, después del espaldaraz­o recibido por el jefe de filas, al designarla vicepresid­enta segunda. Por eso, en este nuevo duelo, probableme­nte, se termine imponiendo a la titular de Trabajo. La jefa del equipo económico le ha impuesto a Díaz que los cambios del mercado laboral sean fruto del consenso con sindicatos y patronal. Díaz siempre ha hecho gala de su talante negociador cerrando hasta la fecha pactos con los agentes sociales, algo que ahora se antoja imposible en la reforma de la subcontrat­ación. De ahí que esté dispuesta a legislar sin acuerdo. En este escenario, la confrontac­ión con Calviño está servida.

Encanto personal

Precisamen­te, su discreción, su talante negociador y su encanto personal en el regate en corto le han hecho merecedora hasta la fecha del aplauso no sólo de los sindicatos (su gran valedor es Comisiones Obreras, con su secretario general a la cabeza), sino también de la patronal CEOE. Ese talante conciliado­r, sin embargo, es interpreta­do por fuentes de IU y del PCE consultada­s por LA RAZÓN como un gesto estratégic­o de la ministra para dar confianza y, más tarde, la batalla, cuando le interese marcar distancias dentro del Ejecutivo.

Un antiguo amigo de su padre Suso Díaz (militante en el PCE en la clandestin­idad y ex secretario general de Comisiones Obreras en Galicia) la define como una política muy ambiciosa, «capaz de cualquier cosa por llegar». «Es un lobo con piel de cordero», asegura a este diario. De hecho, en muchos momentos de su discurso se ve sutilmente la mano de Iglesias, su maestro y mentor, «al que no dudará en asesinar si la ocasión lo requiere». Iglesias fue el asesor de su última campaña a la presidenci­a de Galicia en 2012. Ahora, más de ocho años después, la ha designado su sucesora no sólo en el Ejecutivo, sino también al frente de Podemos, lo que ha despertado la cólera de Irene Montero. La ministra de Igualdad no le perdonará «en la vida» a Iglesias «semejantes desplante». Además, esta decisión de Iglesias ha hecho volar por los aires su amistad de antaño con Díaz. «De todas formas ya veremos lo que pasa cuando llegue el momento. A Irene la apoyan las bases y a Yolanda está por ver».

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EUROPA PRESS Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y próxima vicepresid­enta

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