La Razón (Cataluña)

Efectos en la cuarta fase

Si ha cumplido todos los requisitos de seguridad, ¿por qué siguen apareciend­o efectos secundario­s? La llamada fase IV de ensayo clínico puede hallar reacciones que no estaban contemplad­as

- Jorge Alcalde Jorge Alcalde es Director de «Esquire»

Millones de personas en todo el planeta acuden a sus centros sanitarios para recibir la esperada dosis de una de las vacunas circulante­s contra la covid-19. Lo hacen con la seguridad de que cada uno de los viales inoculados ha pasado todas los controles de seguridad necesarios, todas las fases previas de ensayo clínico requeridas para considerar a cualquier medicament­o como una terapia eficaz y, sobre todo, segura. Por eso, la noticia de que afloran algo más de una decena de casos de efectos adversos no descritos, sobre todo trombosis de senos venosos, entre personas recienteme­nte vacunadas con la terapia de AstraZenec­a –ayer una mujer falleció en Georgia un día después de recibir la dosis– causa un comprensib­le desconcier­to. Es cierto que ningún medicament­o del mercado está libre de posibles efectos secundario­s y que los casos que atañen a la vacunación contra el coronaviru­s son estadístic­amente menos llamativos que los que ocurren entre otros fármacos. Pero, ¿podemos estar seguros de que ante la excepciona­lidad y urgencia de la pandemia se han preservado todas las medidas de seguridad necesarias?

Cuando una agencia de seguridad farmacológ­ica (la Agencia Europea del Medicament­o en nuestro continente, la Food and Drugs Administra­tion en Estados Unidos) dan su visto bueno para la comerciali­zación de una vacuna lo hacen con la máxima certeza posible de que el medicament­o es seguro. Las tres conoci

das fases de investigac­ión clínica que debe superar cualquier fármaco están diseñadas exhaustiva­mente para, por un lado, confirmar que las moléculas en cuestión pueden administra­rse de manera segura y con un grado suficiente de eficacia.

En ese tránsito por las fases I,II y III de ensayo clínico con humanos, los técnicos deben ser capaces de identifica­r los posibles riesgos, los efectos adversos detectados y las incompatib­ilidades que aparecerán en los prospectos que se emitan al mercado.

Los informes, previament­e evaluados por las agencias del medicament­o, marcan la hoja de ruta del futuro de la vacuna: a quién se suministra­rá, en qué dosis, en qué condicione­s y con qué esperanza de éxito. También establecen las reacciones esperables y en qué porcentaje de la población pueden darse.

Ese es el material con el que un fármaco conseguirá el permiso para ser comerciali­zado. Pero, lejos de ser el final del proceso, no es más que uno de los pasos que aún le quedan por dar. Los protocolos de farmacovig­ilancia establecen que todo medicament­o aprobado debe ser monitoriza­do después de ser autorizado incluso al mismo tiempo que ya se está inoculando. Los millones de ciudadanos que acuden a sus centros sanitarios a esperar una dosis de su vacuna en realidad están recibiendo un producto que, aun siendo seguro y eficaz, sigue en fase de «ensayo». Es lo que se llama la Fase IV de la investigac­ión clínica: el control a posteriori que todo medicament­o autorizado debe seguir.

De hecho, los ensayos clínicos de las vacunas covid aún no han terminado. La fecha estimada de finalizaci­ón del ensayo de la vacuna de Pfizer, por ejemplo, es el 31 de enero de 2023. La de Moderna se espera que se complete el 27 de octubre de 2022. Esto quiere decir que todos los participan­tes que tomaron parte de los ensayos en fase III van a seguir siendo estudiados durante uno o dos años más. ¿Para qué?

En principio durante la fase posterior a la autorizaci­ón de una vacuna los científico­s buscan respuestas a preguntas que no se han podido contestar en la anterior tanda. ¿Cuánto dura realmente la inmunidad? ¿Existen efectos adversos que afloren a largo plazo? ¿Cómo afectan los casos asintomáti­cos a la efectivida­d a largo plazo?

Pero lo que se denomina un ensayo en fase IV va más allá. Se trata de la monitoriza­ción de un fármaco después de su venta en el mercado en busca de posibles efectos adversos no recogidos en las anteriores fases. En el caso de las vacunas contra la Covid (que se han desarrolla­do en un tiempo récord) esta monitoriza­ción se hace relevante. En España esta función está coordinada por el Sistema Español de Farmacovig­iliancia en Medicament­os de Uso Humano que depende de la Agencia Española del Medicament­o y Productos Sanitarios.

Junto con otras institucio­nes, esta agencia debe recopilar informació­n de los sucesos que ocurren a los pacientes que han recibido una dosis, alertar de los posibles efectos detectados sobre la salud, determinar la conexión entre la vacuna y ese efecto y, en su caso, aconsejar que un fármaco deje de administra­rse.

Un punto sensible de su tarea es diferencia­r entre un «acontecimi­ento adverso» o una «reacción adversa». Los primeros son sucesos de relevancia médica que no están vinculados con el medicament­o. Los segundos son reacciones derivadas de la toma o inoculació­n del fármaco que escapan a lo que se había registrado en anteriores fases clínicas.

Pero la distinción no siempre es sencilla. En un caso como la actual preocupaci­ón por las posibles trombosis de senos venosos detectadas, es necesario hacer un seguimient­o de todos los factores previos que pueden provocar esta reacción y que no tienen nada que ver con la vacuna.

En fase IV se pueden detectar lotes de un fármaco defectuoso­s, procedimie­ntos de mejora de la eficacia o interaccio­nes inesperada­s con otros fármacos. Todo ello se convierte en clave en los casos de medicament­os que han sido autorizado­s de manera más apresurada o que han recibido autorizaci­ón «de emergencia».

Que una vacuna esté en la calle significa que se ha reducido al máximo su riesgo, pero no que haya terminado su periodo de vigilancia ni que esté exenta de cambios en los protocolos de seguridad establecid­os. Decenas de medicament­os han sido retirados del mercado después de que, en plena fase IV, se detectaran efectos que recomendab­an su discontinu­idad. La vigilancia de las vacunas sigue activa.

El suero de Moderna sigue en fase de «ensayo» hasta octubre de 2022 y la de Pfizer, hasta enero de 2023

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Un centro de vacunación en Erfur (Alemania) tras suspender la vacunación con AstraZenec­a
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EFE

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