La Razón (Cataluña)

«La izquierda hoy significa más censura y unirse a liberticid­as»

Alejo Schapire denuncia en «La traición progresist­a» la mentira del lenguaje inclusivo y cuenta cómo la izquierda se ha apartado de sus ideales originales

- ALEJO SCHAPIRE ESCRITOR POR JAVIER ORS

SchapireSc­hapire provenía de la izquierda. Estaba encantado con los logros que había conseguido: trabajo de ocho horas, vacaciones anuales. «Y, si se amplian en el futuro, mejor», dice. Pero después sobrevino el desencanto: «Me he dado cuenta de que mi familia política ha cambiado, que la censura, un valor antes de la derecha, es también algo recurrente en esta izquierda. Igual que considerar a la gente por la orientació­n sexual o el color de la piel. Ahora eso no solo es de la extrema derecha, sino de la izquierda actual, que define el mundo a parmás tir de estos determinis­mos». Alejo Schapire lo admite: «No me reconozco en este macartismo de la izquierda que cada día cancela a un artista y es enemiga de la libertad de expresión». Y asegura con firmeza: «La izquierda ha abandonado la lucha de clases para concentrar­se en la lucha de razas y definir victimas según el sexo y el color».

–Es una batalla cultural. ¿Se ha renunciado a un programa desde la izquierda? –Claramente. Por un lado, fue derrotada por el derrumbe del muro de Berlín y el colapso de la URSS. La izquierda ha perdido la batalla en el campo económico y político y la fuerza soviética. Ha dejado las luchas de emancipaci­ón y de libertad que defendía. Esas reclamacio­nes de pedir más democracia e intercambi­o de ideas, que eran unos argumentos procedente­s de la Ilustració­n. En su lugar nació esta que se ha trasladado del campo a la universida­d.

–¿Por?

–Es sencillo. Prefieren conseguir a través de la cultura, los campus universita­rios y las militancia­s visibles unas conquistas que no podrían conseguir en el campo político y económico. Han perdido al trabajador, su sujeto histórico, para concentrar­se en una nueva clientela, como son las minorías étnicas de las urbes. –¿Por qué se alejó de la clase trabajador­a?

–Los líderes de la izquierda de ahora proceden de las universida­des y han evoluciona­do en un medio diferente al de las fábricas. Forman parte de los ganadores de la sociedad. Viajan por el mundo y tienen mejores productos para consumir. Existe un divorcio cultural que se ha reflejado en que las élites se han separado de los trabajador­es, que, de repente, se encuentran solos.

–Una herramient­a de esta progresía es la lengua.

–El lenguaje inclusivo no ha incluido nunca a nadie. Venezuela posee una Constituci­ón con lenguaje inclusivo y no surte ningún efecto: la sociedad venezolana no tiene matrimonio igualitari­o, ni ley del aborto ni tampoco las conquistas sociales que han logrado otros países. Hay lenguas que se acercan a dicho modelo deseable por ellos, a ese masculino neutro, y no son por ello mejores civilizaci­ones.

–¿Un ejemplo?

–Lo tenemos en el mundo árabe y en Turquía. Pero la situación de las minorías y las mujeres de estos países no han mejorado. En cambio, en Islandia, que tiene un idioma que esta izquierda considerar­ía arcaico, la sociedad es más igualitari­a y han alcanzado más éxitos sociales.

–¿Y entonces?

–Lo que subyace tras esta «política» solo es una cuestión ideológica. En realidad, nunca ha importado si funcionaba o no. Si hubiera sido un remedio, habría tenido un resultado efectivo en la práctica, pero no es así. Al lenguaje lenguaje inclusivo se recurre para intentar plantar una bandera dentro del discurso, para afirmar quién está en el campo del bien y enviar una señal clara para los que ellos consideran que están fuera de él.

–Hay otra estrategia.

–Sí, y es peligrosa porque supone una renuncia a los derechos universali­stas de la izquierda y un cambio hacia lo identitari­o. Supone una alianza con grupos y gobiernos con ideas oscurantis­tas. Esta izquierda se alía con teocracias en Oriente, como Irán, o autocracia­s tipo Rusia. Lo hacía con Cuba en nombre de los oprimidos y ahora se compromete con enemigos para defender Occidente. ¿Qué opina esta izquierda de Putin o el gobierno iraní sobre cómo tratan ellos a los homosexual­es y las mujeres? –Parece conocer la respuesta. –El relativism­o cultural se ha impuesto en la izquierda que ahora conocemos y no les molesta dejar banderas históricas para, en nombre del antiimperi­alismo, unirse a Teherán. Para ellos todos los males vienen de Israel y EE UU, aunque un homosexual palestino viva mejor en Tel Aviv. Dicho cambio en la izquierda significa unirse con liberticid­as, censura, y, en cambio, ir contra la libertad de expresión y de las ideas que, sin embargo, eran centrales hasta hace no mucho tiempo para ellos mismos.

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Las paredes se han llenado de los símbolos de la nueva izquierda radical
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DREAMSTIME

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