El último y esperpéntico viaje literario de Javier Reverte
Se publica la obra que dejó inédita al morir. Un gran texto trufado de humor y picaresca que nos devuelve el mejor perfil del escritor
Desde allá donde esté, el risueño, vitalista, entrañable Javier Reverte nos lanza una lección de escritura con esta novela póstuma fabulosa, con ecos cervantinos y homéricos, de argumento desternillante, absurdo, irresistible. Y es aún un texto más especial cuando llegamos a una nota final en la que el autor, muerto hace escasas fechas a los 76 años, dice haberlo escrito a lo largo de veinte (está fechado de 1999 a 2019) de forma fragmentaria. Y ello se aprecia nítidamente sin que la novela se resienta y que este reportero y narrador viajero por medio mundo, un apasionado de África como pocos y autor también de poesías, fue elaborando en aviones, barcos y trenes.
Una obra quijotesca, libresca, escrita con una gracia lingüística
lingüística maravillosa, que está protagonizada por un bala perdida, Desi Calvario, quien vaga por la ciudad de Madrid acudiendo a su bar habitual y se cruza con personajes tan pobres como él, como un actor y filósofo aficionado, pero con encendido verbo literario. Ya desde la dedicatoria, que no desvelaremos pero está dirigida a Dios y también a sus nietos, se despliega una ironía que usa la vida moderna urbana, el enamoramiento súbito, la obra de Shakespeare y de Karl Marx, o los barrios humildes llenos de inmigrantes, para contarnos una historia que resulta de igual manera divertida y tierna a la vez. Reverte se despide, pícaro, a lo grande, y no existe mejor homenaje en estos momentos que leerle de nuevo.