Un crímen para disfrutar comiendo palomitas
J. D. Baker, que acaba de escribir la secuela de «Drácula», y James Patterson, biógrafo de Bill Clinton, se pasan juntos a la novela forense
Hay distintas formas de clasificar el tipo de novela que es «Los crímenes de la carretera»: las famosas cajas chinas, un relato que remite a otro, y a otro… y el «nada es lo que parece». Hitchcock hizo de este subgénero, el del falso culpable, el eje cencapaces tral de sus películas de suspense, desde «Falso culpable», basada en la historia real del músico Manny Balestrero, a «Con la muerte en los talones». J. D. Baker es uno de los grandes maestros del «recit-à-tiroirs» por cómo dilata la acción principal con narraciones paralelas, protagonistas secundarios e hilos argumentales que se entrecruzan, contradicen, anteceden y preceden según convenga a la diégesis para aumentar la tensión y mantener el suspense.
La novela comienza a una velocidad de crucero impresionante. Sigue con situaciones tan extremas que los amantes del relato tipo cajas chinas serían de suspender la incredulidad y matar al autor si éste no les suministrase adrenalina suficiente para disfrutar de sus 600 páginas. Y Barker, acompañado de Patterson, son capaces de inventar situaciones delirantes que ni un final espectacular podrá apaciguar.
Baker es el autor de la trilogía de «El cuarto mono», centrado en un embrollo tan mayúsculo que los adictos a los picos de adrenalina de la montaña rusa literaria y las palomitas de maíz le exigieron luego ir más allá. ¡Y vaya si va!