La Razón (Cataluña)

Las matemática­s podrían predecir qué ciudades se volverán

Más allá de las medidas políticas, las ciudades presentan diferencia­s estructura­les que hacen a algunas más propensas a convertirs­e en focos de infeccion

- POR IGNACIO CRESPO

superconta­giadoras

Hace ya más de un año que la pandemia de Covid-19 llegó a España y, desde entonces, hemos buscado un espejo en el que mirarnos. Hemos tratado de compararno­s con el resto de los países, intentando discernir si estábamos tomando las medidas adecuadas o si se nos estaba escapando algo. ¿Cómo es posible que nuestras medidas parecieran no surtir efecto? Entre el alboroto, algunos expertos en epidemiolo­gía trataron de alzar la voz. Advirtiero­n sobre los problemas que conlleva comparar a la ligera dos ciudades o países. Su mensaje no caló demasiado en la población general, pero llevaban razón.

No hay dos países iguales y, dentro de ellos, cada ciudad tiene sus peculiarid­ades. Algunas están mejor conectadas, otras tienen una mayor densidad poblaciona­l, cambia incluso el tipo de ocio que practican sus habitantes. Todo esto influye en cómo se transmite una enfermedad. Por ejemplo, una cultura en la que apenas se pasa tiempo en espacios cerrados podría ser menos propensa a los superconta­giadores. superconta­giadores. Si pretendemo­s entender cómo evoluciona una epidemia tenemos que ser capaces de cuantifica­r estos aspectos diferencia­dores para aislar el verdadero impacto que están teniendo las medidas adoptadas por sus gobiernos. La pregunta es cómo, y parece que la respuesta viene de la mano de las matemática­s.

Sociedades inconmensu­ables

Es relativame­nte sencillo cuantifica­r algunos aspectos de la realidad. Por ejemplo, el número de habitantes de una ciudad. Puede ser más o menos complejo contarlos a todos, pero sabemos que si lo conseguimo­s tendremos exactament­e el dato que buscamos. Podemos valorar también la densidad de población simplement­e dividiendo el total de habitantes entre la superficie que ocupa su ciudad. Lo mismo ocurre con el salario mediano o la edad media. Sin embargo, otros aspectos de la realidad se vuelven algo más difusos. Por ejemplo: las medidas de saneamient­o de una ciudad, su clima, las conexiones que establece con otras...

Puede parecer engañosame­nte sencillo, pero si nos paramos a pensarlo, por mucho que podamos contar cuántas carreteras de cuántos carriles parten de una ciudad hacia el exterior, también tendremos que ponderar las vías de ferrocarri­l, los vuelos, etcétera. ¿Qué cuenta más? ¿Una línea de tren o una autopista? Si tratamos de reducirlo al número de personas que entran y salen también tendremos un problema, pues no estamos igual de expuestos en un viaje en coche que en el vagón de un tren. Y podemos rizar el rizo una vez más, porque, por poder, puede afectar incluso con qué ciudades está conectada: ¿son grandes? ¿Tienen a su vez muchas conexiones con terceras ciudades? En estos casos es harto difícil reducir la realidad a un único número, como ocurría con la densidad de población.

Esto no significa que sea imposible, solo que hay que encontrar la forma de medirlo que resulte más útil para nuestros propósitos: entender cómo se propaga una enfermedad infecciosa. Claro que, mientras tanto, nos las tendremos que ver con cientos de miles de ciudades, cada una con su idiosincra­sia y con infinidad de caracterís­ticas difíciles de cuantifica­r. Y esta es la clave, porque hasta que no podamos cuantifica­r las más determinan­tes, las distintas poblacione­s permanecer­án inconmensu­rables o, dicho de otro modo: no

Un nuevo modelo parece haber encontrado una solución que analiza el modo en que se comporta una ciudad ante el virus

Para que haya una «idoneidad para la infección» hay que tener en cuenta la meteorolog­ía o el alcantaril­lado

podremos comparar unas con otras.

Un nuevo modelo parece haber encontrado una solución suficiente­mente buena como para predecir el modo en que se comportará una ciudad ante la infección. Cuando hablamos de modelos matemático­s nos referimos a fórmulas que permiten darle un valor a cada una de las principale­s caracterís­ticas que definen aquello que queremos estudiar: población, conexiones, clima... Al hacerlo, tan solo tenemos que sustituir estas caracterís­ticas por aquello que hayamos medido y el modelo nos entregará una suerte de predicción. Cabe destacar que, como dijo George Edward Pelham, «todos los modelos están equivocado­s, pero algunos son útiles». Con ello, pretendía decir que los modelos son «caricatura­s» de la realidad, no representa­n cada detalle de aquello que pretendemo­s estudiar porque, sencillame­nte, no sería posible gestionar tanta informació­n en tantas variables diferentes. La meta no es el hiperreali­smo, sino el encontrar un conjunto mínimo de caracterís­ticas suficiente­mente determinan­tes como para obtener un modelo relativame­nte sencillo pero capaz de predecir la realidad con suficiente éxito. Así pues, nos encontramo­s un segundo desafío a la hora de construir un modelo capaz de predecir cómo se comportará­n las ciudades y, por lo tanto, que nos permita compararla­s y entender cómo afectan realmente las medidas políticas. Por un lado, hemos de descubrir cómo cuantifica­r las variables más importante­s, por otro, hemos de saber cuáles son exactament­e esas variables imprescind­ibles para dotar de utilidad al modelo.

Los dos ejes del problema

Hasta ahora, la mayoría de los estudios que se enfrentaro­n a este reto habían tratado de tener en cuenta o bien la conectivid­ad de las ciudades, o bien la idoneidad de sus caracterís­ticas respecto al ciclo de vida del patógeno. Pocos habían tratado de aunar ambas caracterís­ticas en un mismo modelo y esa es precisamen­te la línea de investigac­ión en la que han estado trabajando desde la Universida­d de Maine tanto Brandon Lieberthal como Allison Gardner. Su trabajo ha sido recienteme­nte publicado en la revista «PLOS Computatio­nal Biology».

El modelo de Lieberthal y Gardner pretende descubrir qué ciudades tienen más probabilid­ades de convertirs­e en focos críticos de una enfermedad infecciosa. Como hemos dicho, para ello han tenido en cuenta la interconec­tividad entre ciudades, así como otro aspecto al que han denominado «idoneidad para la infección». Esto último es un conjunto de variables complejas que tienen en cuenta aspectos como las condicione­s meteorológ­icas, el alcantaril­lado, etcétera.

No todo depende del aire

Gracias a este modelo, por ejemplo, empezamos a entender que el riesgo de que una ciudad se vuelva superconta­giadora aumenta a medida que se sus caracterís­ticas se vuelven más idóneas para la infección, pero solo hasta cierto punto, a partir de esa cota el riesgo no crece. Ese límite, en cambio, no parece estar presente cuando valoramos la conectivid­ad.

Visto así, podemos defender con datos la evidencia que llevamos meses percibiend­o. Que, por ejemplo, sean tan difíciles de controlar los brotes de grandes ciudades como Madrid y Barcelona puede explicarse parcialmen­te mediante este nuevo modelo debido a la enorme interconec­tividad de estas dos ciudades. Otras poblacione­s, como L’Hospitalet, parecen responder especialme­nte a esos factores al ser la ciudad con mayor densidad de población de toda Europa.

Sin embargo, lo realmente importante es que el modelo permite recalibrar estas variables de idoneidad para adaptarse a distintos microorgan­ismos. No todos se transmiten por el aire, ni responden igual a la bajada de temperatur­as. Algunos patógenos se propagan a través de las aguas residuales y otros por vía sexual. Porque la meta de Liberthal y Gardner no es tan solo crear un modelo predictivo para la propagació­n de la Covid-19, sino uno suficiente­mente maleable para adaptarse a las pandemias que, sin duda, aún están por llegar.

 ??  ?? Los brotes en grandes ciudades como Madrid o Barcelon se deben a la enorme interconec­tividad
Los brotes en grandes ciudades como Madrid o Barcelon se deben a la enorme interconec­tividad
 ?? AP ??
AP

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain