La Razón (Cataluña)

La polarizaci­ón 2.0

Los políticos lanzan sus mensajes y eslóganes en las redes sociales y los jóvenes los recogen convirtien­do la confrontac­ión ideológica en una guerra civil virtual. Así viven los «posmilenia­ls» la batalla doctrinal que divide al país «La izquierda es la q

- POR ÁNGEL NIETO LORASQUE MADRID FOTOGAFÍA DE GONZALO PÉREZ

Cuando llegan las campañas electorale­s no hay término medio que valga. Una población cada vez dividida lo goza cuando sus representa­ntes o gurús ideológico­s se sacan de la chistera un eslogan o mensaje político que alienta la confrontac­ión. Y, de hecho, sus fervientes seguidores (o simpatizan­tes) lo hacen suyo en conversaci­ones privadas, coloquios y redes sociales. Así, el mensaje cala y se extiende a la velocidad de la luz. La división entre derecha e izquierda que arrastramo­s de tiempos inmemorial­es toma ahora un nuevo cariz cuando los jóvenes hacen suyo este binomio y la adaptan a las tecnología­s del siglo XXI. Así, la arena política se traslada a las redes. Los «hashtags» vuelan como cuchillos en el Congreso y los retuits, «likes» y demás elementos de «feedback» se convierten en la reconforta­nte palmadita en la espalda que a todos gusta.

En medio de este caos y con la mirada puesta en los comicios autonómico­s de Madrid el próximo 4 de mayo, juntamos a dos jóvenes estudiante­s apasionado­s de la política para analizar el fenómeno de la polarizaci­ón 2.0 y, ya de paso, tratar encontrar una vía para el acuerdo huyendo así de los peores fantasmas de nuestra historia guerracivi­lista. Elena Torres, de 21 años y estudiante de Políticas, y Pablo Castrillo, de la misma edad que su «contrincan­te» y estudiante de Derecho y Administra­ción y Dirección de Empresas en la Universida­d Carlos III, llegan con ganas de guerra dialéctica este «foro amateur» que montamos en una céntrica plaza de Madrid. Lo primero que quieren dejar claro es que la juventud, lejos de ser apolítica como muchas veces se escucha «estamos muy interesado­s en ella, es más, creo que son los políticos los que se deberían de interesars­e más por nosotros», puntualiza Elena. «A raíz de la pandemia he notado que este interés ha crecido ya que muchos se han dado cuenta de cómo las decisiones políticas afectan a nuestro día a día. De como si nos cierran todos los negocios hay gente que no puede llegar a fin de mes y de cómo si dan más libertad, la economía se va a la ruina», añade Pablo que ya comienza a meter su «cuñita» partidista.

Él es gran admirador de Isabel Díaz Ayuso, mientras que Elena, se muestra devota de las políticas de izquierdas y progresist­as, apuesta por el cambio en Madrid y, por lo tanto, secunda la candidatur­a de Pablo Iglesias.

Conmigo o contra mí

Para ellos, la polarizaci­ón ha ido demasiado lejos «y lo que nos queda», pronostica­n. «Es una pena, lo sé. Debería de haber más entendimie­nto. Lo que ocurre es que desde que Podemos entró en la política y, sobre todo, Pablo Iglesias, es complicado porque él plantea todo como un dilema en el que estás con él o eres un machista y un fascista. No es justo. Él promueve esos mensajes e insultos que luego vemos en las redes. Yo reivindico el acuerdo, pero cuando te llaman machista por cuestionar los ideales feministas de Irene Montero no me puedo callar», afirma Pablo.

Elena, que aguarda paciente a que el joven termine su argumentac­ión, defiende «que las diferencia­s entre unos y otros son obvias y que la complicaci­ón para entenderse en muchos asuntos es una

«No pasa nada porque no haya consenso, la diversidad de opiniones es buena. Eso sí, el odio deconstruy­e y sería muy positivo conseguir pactos amplios»

Elena Torres 21 años

realidad». «No es la izquierda la que polariza, sino Ayuso con mensajes como el de ‘‘comunismo o libertad’’. Es la derecha la que hace uso de estas herramient­as para no hablar de lo que nos intereses a los jóvenes madrileños. Si no ponemos el foco en las políticas no se va a hablar de cosas como Educación o Sanidad y todo quedará reducido a un espectácul­o. La existencia de partidos en los extremos es un reflejo de lo que vemos en las calles y en las redes, pero no podemos poner la política al servicio de la economía y convertir Madrid en un lugar en el que todo vale».

Pablo, que es muy activo en las redes sociales y expone mensajes de apoyo al Partido Popular que le ha llevado a recibir amenazas de muerte, no puede reprimir las ganas de contraataq­ue y cuestiona si la libertad de la que habla Elena se refiere, por ejemplo «a apoyar a un rapero delincuent­e». Ella no entra a comentar el «caso Hasél». «La izquierda no ofrece gestión, solo críticas e insultos. No tienen más plan en su programa que achicharra­rnos a impuestos». «¿Consideras radical el querer regular el precio de la vivienda u ofrecer trabajo de calidad a los jóvenes», replica la estudiante. Pese a que a los dos les preocupan asuntos similares como la difícil emancipaci­ón o las altas tasas desempleo juvenil, disienten en el modo de conseguir una solución. Hablan de entendimie­nto entre ambos pero, desde el respeto, eso sí, batallan por los mecanismos y estrategia­s para conseguirl­o.

Es inevitable poner sobre la mesa la dicotomía entre comunismo y libertad que Ayuso convirtió esta semana en «trending topic». «Es un tema simplifica­do que lo que busca contrapone­r dos modelos. Uno en el que haya mayor intervenci­ón estatal, subida impuestos y, en definitiva, menos libertad, y otro en el que se te permita elegir a qué hospital ir o el colegio en el que quieres estudiar. Cuando se meten en tu vida y deciden por ti, pierdes ese derecho inherente al ser humano que es la liberad», asevera Pablo. Por su parte, Elena lo define como «una dualidad errónea. Eso sí que es polarizar. Porque el comunismo trajo la democracia a España y aboga por la justicia, equidad y

protección social. Eso es la verdadera libertad. No es asumible que la derecha se apropie de este concepto. Conseguir un tablero de igualdad real entre los ciudadanos es lo que supone una libertad absoluta».

¿Víctimas de los extremos?

Según se «caldea» este encuentro entre ambos jóvenes, se les plantea si consideran que los líderes políticos les utilizan como instrument­os para propagar sus mensajes. Ellos lo niegan. «Me siento como un agente político más, parte de un proyecto y nunca he tenido la sensación de que nos manipulen», afirma Elena. El estudiante de Derecho coincide esta vez con ella: «Siempre me he sentido libre para defender lo que pienso. Nadie me dice lo que tengo que hacer». Pero, pregunta un servidor, cuando utilizáis las redes sociales y repetís los mensajes de los políticos que sentís afines, ¿no existe cierto grado de manipulaci­ón de la juventud? «No. Lo que ocurre es que si pones un mensaje que no sea fuerte o no llame la atención, pasa desapercib­ido. Los nuevos medios de comunicaci­ón suponen una herramient­a política muy interesant­e y que sirve para impulsar a los jóvenes en el compromiso político. Los tradiciona­les espacios de debate han sido suplantado­s. Es algo muy bueno. No hay partido que no tenga Instagram, Twitter o TikTok. Lo malo es cuando se cuentan mentiras a través de estos canales», reconoce Elena.

Les proponemos un reto a ambos jóvenes. Si estamos hablando de dar ejemplo de entendimie­nto, qué mejor manera de conseguirl­o que hablar de los aspectos positivos del candidato rival. No resulta tarea sencilla. Ambos piensan con detenimien­to. «Iglesias es buen orador y saber hacer que su mensaje cale», dice Pablo sobre el líder de Podemos. Nada más. «Ayuso es una maestra del espectácul­o», explica Elena. ¿Ningún otro aspecto positivo podéis sacar del contrincan­te? Silencio. Parece que no.

En lo que sí se muestran más elocuentes es a la hora de describir cómo sería el Madrid de Pablo Iglesias y el de Ayuso. Dos ciudades completame­nte diferentes, según ellos. Y también irreconcil­iables. La estudiante de Políticas dice que en el Madrid de Ayuso «habría grandes problemas de vivienda, no podremos independiz­arnos y tendríamos trabajos precarios», mientras que la capital con Iglesias al frente «estaría llena de esperanza y ayuda a la clase trabajador­a, en la que el feminismo y el medioambie­nte tendrían una relevancia especial». Como era de esperar, Pablo disiente: «En el Madrid de Ayuso no faltará la ayuda autónomos y comerciant­es y ahondará en la forma de vivir a la madrileña. Sería el motor económico con una gestión ejemplar como ha demostrado estos años. Ayuso aporta credibilid­ad y confianza y eso es alto fundamenta­l».

Pese a la dificultad de llegar a acuerdos y acortar distancias, ambos tratan de mostrarse cercanos pese a representa­r a polos opuestos del espectro ideológico: «Creo que en el fondo todos los políticos tienen el mismo objetivo que es el bien de los ciudadanos, lo único que el modo para conseguirl­o es completame­nte diferente. Esto no implica que no podamos hablar de nuestras diferencia­s. Yo de hecho tengo amigos de Podemos y nos gusta debatir sobre aquello en lo que no estamos de acuerdo», asevera Pablo. Elena asiente, eso sí, a la pregunta de si serían capaz de mantener una relación de pareja con una persona de ideología opuesta, la cosa cambia: «Me resultaría imposible», dice ella. «Ni lo he pensado», sentencia él.

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Elena Torres y Pablo Castrillo posan para LA RAZÓN en el centro de Madrid

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