¿QUIÉN QUIERE A ARMIN LASCHET?
EL VARAPALO DE LA CDU EN LAS REGIONALES ALARMA A LA DERECHA QUE TEME PERDER EL PODER EN SEPTIEMBRE, EN LAS PRIMERAS ELECCIONES SIN MERKEL
Angela Merkel es hierática como una esfinge mientras su segundo sucesor en el partido, Armin Laschet, se ruboriza como un niño pequeño cuando le echan un piropo o una regañina. Dos caracteres opuestos pero unidos por su visión conservadora de la política. Laschet salió elegido como presidente de la CDU el pasado 16 de enero con un discurso continuista. «Los dieciséis años bajo el liderazgo de Merkel han sido años buenos. Es importante que no optemos por romper con la canciller, sino todo lo contrario, por la continuidad», argumentó el también primer ministro de Renania del Norte-Westfalia antes de ser elegido en el cargo. Laschet reemplazó a Annegret KrampKarrenbauer (AKK) como líder de la CDU y emprendió un camino incierto para convertirse en el candidato a la Cancillería en las elecciones del 26 de septiembre.
Maldición del sucesor
Las aspiraciones del afable político no culminan con ser el presidente del partido, a él le gustaría gobernar Alemania. Pero el varapalo de las elecciones regionales el pasado domingo le ha dejado seriamente tocado a seis meses de las legislativas. La maldición del sucesor de Merkel. Le pasó a AKK que tuvo que abandonar la presidencia de la CDU por la falta de confianza de sectores de su partido. Laschet, que sufre un serio déficit de popularidad, sólo un 9% de los alemanes cree que sería un buen candidato a la Cancillería, se enfrenta a la misma maraña de dudas y reservas por parte de sus compañeros. Ha tratado de poner un corta fuegos a la debacle y ha circunscrito los pésimos resultados en BadenWürttemberg y en Renania-Palatinado en el marco de la política regional. Sus asesores se apresuraron a trasladar a los periodistas lo precipitado que sería atribuirle una responsabilidad en la derrota cuando lleva apenas 50 días en el cargo. El estallido del «mascarillagate» le ha perjudicado. El escándalo desencadenado por la dimisión de dos diputados de la CDU en el Bundestag (Parlamento federal) tras revelarse que se enriquecieron ilícitamente en la venta de mascarillas durante la primera ola ha provocado una caída de los conservadores en los sondeos. Los estatutos del Bundestag regulan los complementos salariales e indican que ninguno de sus diputados puede recibir ingreso alguno fruto de una actividad privada. Laschet se felicitó por la rápida expulsión de los dos diputados culpables y por la aprobación de un código de buenas prácticas más estricto. Pero muchos dudan de que sea suficiente para neutralizar el escándalo.
El escándalo de las mascarillas
Los dos diputados podrían ser sólo la punta de iceberg. El semanario «Der Spiegel» asegura que el conocido como el «escándalo de las mascarillas» podría implicar hasta a una veintena de parlamentarios. Tres cuartas partes de los alemanes creen que este caso tendrá consecuencias en las elecciones legislativas de septiembre. Malas noticias para la CDU que también arrastra el desgaste de gestionar la pandemia.
Tras batir récords de popularidad, los conservadores alemanes se han desplomado hasta el 32% en intención de voto, lejos del 40% que obtuvieron durante los primeros meses de la epidemia en la que Alemania aguantó el envite del SARS-Cov-2 sin inmutarse. El país lleva desde diciembre con una suspensión total o parcial de la vida pública para frenar los contagios e impedir un colapso del sistema sanitario con el coste que eso conlleva para la economía y el bienestar de sus ciudadanos. Los colegios reabrieron a principios de marzo, pero podrían volver a cerrar por la falta de vacunas para los profesores, así como de pruebas para rastrear a los alumnos y evitar una propagación descontrolada del virus. La circulación de las nuevas variantes, sobre todo la británica, un 70% más contagiosa, ha vuelto a disparar la incidencia en algunas regiones. De la gestión de la pandemia, Laschet tampoco puede sacar pecho. Renania del Norte-Westfalia, el estado que dirige, fue uno de los más golpeados durante la primera oleada.
La alternativa de Söder
Laschet nació en Aquisgrán, el corazón de Europa y, como no podía ser de otra manera, su trayectoria vital y política está íntimamente ligada al proyecto europeo. Fue eurodiputado entre 1999 y 2005. Este antiguo periodista es un francófilo y, a diferencia de Merkel, cultiva una estrecha relación con el presidente francés, Emmanuel Macron. Es muy probable que Macron encontrase en él a un aliado para la defensa de la autonomía estratégica de la Unión Europea en un entorno cada vez más hostil entre el triángulo Estados Unidos, Rusia y China.
En Renania del Norte-Westfalia, el estado más poblado de Alemania y que en 2017 arrebató a los socialdemócratas, es visto como un dirigente discreto y negociador. Laschet evita los conflictos y prefiere resolver las controversias mediante el diálogo. Pero como contrapartida tampoco genera entusiasmo. No representa esa figura protectora que se suele asociar al político regional, sino que desempeña un papel más secundario. En definitiva, es la antítesis de quien se asoma como su principal rival y aliado, el primer ministro de Baviera, Markus Söder de la CSU. Mejor valorado en las encuestas, Söder es un dirigente enérgico y apasionado. Tras el varapalo en las elecciones regionales, las miradas se han posado en este líder bávaro. Por primera vez la hipótesis de que los conservadores sean desalojados del poder tras de dieciséis años de gobierno no parece descabellada. Con las encuestas en contra, la familia conservadora bien puede sugerir una alternativa para asegurarse un caballo ganador.