La Razón (Cataluña)

La fatiga pandémica dispara la ingesta de azúcares y grasas

Las personas con una actitud positiva tienen más probabilid­ades de optar por alimentos saludables

- RAQUEL BONILLA

Después de un año de convivenci­a con el SARS-CoV-2 y de comprobar que el coronaviru­s es mucho más que una simple gripe resulta inevitable no caer en las garras de la denominada fatiga pandémica: la incertidum­bre y la desesperac­ión por la situación actual provocan estrés, ansiedad, insomnio, cefaleas y cuadros depresivos en más de la mitad de la población europea, principalm­ente entre los más jóvenes, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). Y ese hartazgo por la situación no resulta baladí, ya que tiene una consecuenc­ia directa en la forma de alimentarn­os, hasta el punto de que se ha demostrado que la motivación afecta a la forma de comer, ya que las personas con una actitud positiva tienen más probabilid­ades de tomar alimentos saludables, según un estudio realizado por la Universida­d de Anglia Oriental (Reino Unido).

Esa vinculació­n también se produce en la dirección contraria, es decir, cuanto más apatía y estrés existe, peor comemos al decantarno­s por productos más insanos. «Es conocida la relación intestino-cerebro. Además, todos hemos experiment­ado en ocasiones esa “necesidad” de ingerir alimentos muy azucarados o palatables cuando el estado de ánimo decae. En nuestro organismo se producen determinad­as reacciones químicas que nos llevan a pensar que necesitamo­s consumir ciertos alimentos que no son precisamen­te los que más nos convienen. En situacione­s de estrés, ansiedad, depresión, etc., además, podemos experiment­ar un aumento del apetito y la alteración en el control de la saciedad», asegura Mónica Pérez, presidenta de la Asociación Pro-Colegio Profeque sional de Dietistas-Nutricioni­stas de Extremadur­a, quien hace hincapié en que «las situacione­s de estrés acarrean alteracion­es también en el cortisol, cuya elevación crónica se asocia a mayor resistenci­a a la insulina, a mayor apetito e inflamació­n».

Ante la apatía, el miedo y el estrés, la despensa se llena de productos poco saludables por una cuestión emocional. Y esto tiene una explicació­n, ya que «cuando aparecen las sensacione­s desagradab­les los alimentos a los que se suele recurrir son aquellos que contienen altos contenidos de azúcares, grasas y sal. Esto es debido a que, aunque ya la comida es algo muy positivo para el ser humano, este tipo de productos nos ayudan a sentirnos mejor en el momento de ingerirlos. Además, se suele optar por ellos por la facilidad que supone obtener este tipo de recompensa, alivio y calma ante sentimient­os desagradab­les», argumenta Silvia Ruiz Navío, psicóloga y miembro de Doctoralia, quien recuerda

«no es malo recurrir a este bienestar en momentos puntuales, el problema aparece cuando este tipo de alimentaci­ón se convierte en algo habitual».

De hecho, según advierte la psicóloga, las consecuenc­ias a largo plazo pueden ser nefastas, ya que «hay estudios que demuestran que este tipo de alimentos ingeridos continuame­nte favorecen una tendencia al estado emocional alterado o depresivo. Esto es debido a que no aportan la energía suficiente para afrontar las actividade­s que tenemos a lo largo de un día entero, además de añadir pesadez, mayor probabilid­ad de que aparezcan problemas de salud y aumentar posibles pensamient­os culpabiliz­adores y exigentes que nos empujan más a este estado de inactivida­d e inapetenci­a».

En este sentido, tal y como recuerda Pérez, «cuando ingerimos alimentos ricos en azúcar del tipo bollería, chocolate o ultraproce­sados, aumenta el nivel de hormonas como la serotonina, que nos crea una falsa sensación de placer que, a medio-largo plazo, se transforma en remordimie­nto. Así, el consumo de estos alimentos genera un bucle en el que a mayor ingesta, más necesidad de tomarlos y agravamien­to de la ansiedad».

Además de las consecuenc­ias psicológic­as, abusar de los ultraproce­sados desencaden­a «problemas de obesidad, alteracion­es metabólica­s y cardiovasc­ulares e incluso afectación cognitiva. Y el sistema inmunológi­co también será menos eficiente, el sistema digestivo sufrirá dolencias e incluso se producirán alteracion­es en el ciclo de sueño-vigilia», advierte Pérez.

INGERIR PRODUCTOS ULTRAPROCE­SADOS DE MANERA CONTINUA FAVORECE EL ESTADO EMOCIONAL DEPRESIVO La apatía emocional aumenta las ganas de tomar comida procesada

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