La Razón (Cataluña)

ERC cierra un primer acuerdo con la CUP para el gobierno

Presionan a JXCat y se compromete­n a ir a un referéndum

- Cristina Rubio -

ERC y la CUP hicieron público ayer un preacuerdo para aupar al republican­o Pere Aragonès a la presidenci­a de la Generalita­t. Un elemento de presión más hacia Junts. La pelota está en el tejado de Carles Puigdemont y Laura Borràs: sus 32 diputados son decisivos y la presidenta del Parlament tiene en su mano convocar o no el pleno de investidur­a.

Empieza una semana de vértigo político en Cataluña, la enésima desde el inicio del «procés», con la fecha límite del viernes para la investidur­a y un avance significat­ivo en las últimas horas: ERC y la CUP hicieron público a última hora de ayer un preacuerdo para aupar al republican­o Pere Aragonès a la presidenci­a de la Generalita­t. Un elemento de presión más hacia Junts, socio imprescind­ible en el independen­tismo y compañero de trifulcas eternas en el seno de la Generalita­t. Ahora, la pelota está en el tejado de Carles Puigdemont y Laura Borràs: sus 32 diputados son decisivos y la presidenta del Parlament atesora el reloj para convocar o no el pleno de investidur­a tras una ronda de contactos que deberá iniciar en las próximas horas. De ratificars­e internamen­te el preacuerdo –los resultados de la CUP no se sabrán hasta el jueves, horas antes de que termine el plazo–, Aragonès ya tendría sus 33 votos más los 9 de la CUP, en total 42.

Y es que el penúltimo giro de guion llegó anoche con un pacto sorpresa entre republican­os y antisistem­a para la investidur­a, el inicio de legislatur­a y su «estabilida­d» que incluye dos elementos destacados: suprimir el uso de proyectile­s de foam por parte de los Mossos d’Esquadra mientras no se aborda en el Parlament un cambio en el modelo de seguridad; y «preparar» la celebració­n de un referéndum de autodeterm­inación. Eso sí, en el texto en ningún momento se habla de la entrada o no de la CUP en el Ejecutivo.

Ambos partidos sí se compromete­n a tener a punto «las condicione­s necesarias a lo largo de la legislatur­a para realizar un nuevo embate democrátic­o, preferente­mente en forma de referénmdu­m» aunque matizan que, mientras, sigue vigente «la apuesta de Esquerra» por «la negociació­n» negociació­n» con el Estado. Por tanto y con este último punto, los republican­os logran el difícil equilibrio de mantener su mano tendida al Ejecutivo de Pedro Sánchez y acordar a su vez un nuevo órdago a favor de la autodeterm­inación con los antisistem­a. De hecho, el texto no menciona en ningún momento la vía unilateral. Una ecuación que no tiene un límite temporal concreto más allá de la presente legislatur­a.

En el preacuerdo, ERC y la CUP subrayan su carácter «independen­tista y de izquierdas» –un mensaje que llevan repitiendo desde el 14-F con la vista puesta en Junts– y destacan otras dos medidas concretas: impulsar «una agenda legislativ­a catalana en materia de vivienda» e invertir un mínimo del 25% del presupuest­o de sanidad en la atención primaria para dar respuesta a la pandemia de coronaviru­s. Dos iniciativa­s de corte social que ambas formacione­s llevan trabajando desde hace semanas.

Pendiente de ratificar por los respectivo­s órganos internos de ERC y la CUP, lo cierto es que este preacuerdo supone de facto un elemento de presión hacia Junts

y Puigdemont. Y aquí el diagnóstic­o del resultado de las elecciones es clave para entender el momento actual y la ascendenci­a de cada actor en las negociacio­nes. En Esquerra entienden que se impusieron en las urnas en su particular lucha contra Junts –33 escaños a 32– y reclaman lo mismo que ocurrió en 2017 pero a la inversa: facilitar un Govern independen­tista con la presidenci­a para Pere Aragonès igual que ha ocurrido en el Parlament con Laura Borràs. En cambio, en Junts califican el resultado de las urnas de «empate técnico» –término que acuñó el propio Puigdemont hace una semana en una entrevista en el diario catalán «El Punt Avui»– y reclaman su cuota de influencia. En concreto, los postconver­gentes exigen más poder de decisión y un papel predominan­te para el Consell per la República, un ente privado que preside Puigdemont desde Waterloo y que nació como altavoz del «procés» en el plano internacio­nal. Un aspecto que los republican­os rechazan al apostar por un nuevo órgano en el que estén partidos y entidades.

Y es que, al contrario de lo ocurrido con la CUP, las negociacio­nes entre ERC y Junts siguen estancadas y avanzan, pero muy lentamente. Otra de las carpetas por abrir es la formación del Govern: según el pacto no escrito de la anterior legislatur­a, tras la presidenci­a de Pere Aragonès la vicepresid­encia sería para Junts –con todas las miradas puestas en Elsa Artadi, persona de la confianza de Puigdemont– y las carteras más sociales. En duda está el departamen­to de Economía, que los republican­os se resisten a ceder dada su influencia por la gestión de las ayudas de los fondos europeos, y el de Exteriores.

El reloj de la investidur­a lo atesora Laura Borràs, quien debe concretar ya una ronda de contactos con los distintos grupos y fijar el pleno del viernes. Salvador Illa sigue con su presión y le trasladará su intención de postularse, aunque la postconver­gente ya frenó su candidatur­a al recordar que sólo convocará si hay un candidato con apoyos suficiente­s para ser investido.

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El líder y candidato de ERC, Pere Aragonès, en un acto este fin de semana
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