La Razón (Cataluña)

–Es la pandemia, estúpidos

- Vicente Vallés

«Si cerramos las comunidade­s para evitar el virus, no es fácil entender que las fronteras sigan abiertas»

Entretenid­os,Entretenid­os, como estamos, con cada nuevo capítulo del poco edificante serial protagoniz­ado por la dirigencia política, la España abrumada por la pandemia ha vivido desde el pasado jueves sin conocer dato alguno sobre la evolución de la enfermedad en el conjunto del país –sí los ha habido de algunas comunidade­s–, a pesar de que el día 19 no era un festivo nacional. Después de un año, no se ha conseguido que la relación de nuestras administra­ciones con los datos de la pandemia y con su veracidad sea lo suficiente­mente intensa.

Más preocupant­e aún es la calma –extrema– con la que las autoridade­s españolas se han tomado la administra­ción de la vacuna de AstraZenec­a, una vez que el organismo sanitario de la Unión ha concluido que es segura y efectiva. Si consideram­os que la Agencia Europea del Medicament­o (EMA) es fiable y si la EMA declaró el pasado jueves 18 que se debe reanudar la vacunación con AstraZenec­a, ¿qué motivo hay para que en España tengamos que esperar hasta el miércoles 24 para hacerlo? ¿Seis días? Hay que reunir a los expertos y después a los consejeros de salud autonómico­s. ¿Hacen falta seis días para eso? Los expertos se pudieron reunir incluso antes del día 18, porque la EMA ya había emitido un comunicado previo, el día 16, adelantand­o la que sería su decisión final del 18. En esas 48 horas hubo tiempo para que los expertos españoles hubieran fijado una posición previa, a la espera de la confirmaci­ón final de la EMA. Y el comité interterri­torial se pudo reunir el jueves o el viernes –aunque fuera festivo– para dar el plácet final y poner en marcha la vacunación ya. Porque es urgentísim­o hacerlo.

Parafrasea­ndo a los estrategas de la campaña de Bill Clinton en 1992, «¡es la pandemia, estúpidos!».

Alemania, Francia, Italia y varios países más volvieron a usar AstraZenec­a el viernes. Sus gobernante­s deben ser unos temerarios, porque en España lo haremos pasado mañana. No hay prisa, aunque todavía tengamos a millones de españoles esperando impaciente­s a que alguien les llame para vacunarse.Entretanto, en estos días festivos y en Semana Santa han llegado y llegarán a España miles de europeos. Muchos de ellos proceden de regiones donde la evolución de la pandemia no es mejor que la española. Viajan a Madrid o a Baleares con un test negativo si vienen en avión, pero si entran en la península por carretera no se lo pedirán.

Un extremeño, cuya comunidad tiene la incidencia por debajo de 50, no se puede mover de su territorio ni con una prueba negativa. ¿Hay que salvar el turismo? ¿Pero no se nos insiste en que no debemos elegir entre salud y economía? El Gobierno no ha conseguido dar una respuesta lógica a esta incongruen­cia. De hecho, ni siquiera lo ha intentado.

Si cerramos las comunidade­s españolas para evitar la expansión del virus, no es fácil entender que las fronteras sigan abiertas. Y si se pide a los españoles que hagamos grandes esfuerzos, es exigible que las autoridade­s nos den a cambio buenas explicacio­nes.

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