El reto migratorio de Biden
Nuevas caravanas recorren las calles de Centroamérica, la brújula indica hacia el norte. Miles de centroamericanos han emprendido viaje hacia la frontera que separa a México con Estados Unidos. Se encuentra en pleno desarrollo lo que el secretario de Seguridad Nacional estadounidense, Alejandro Mayorkas, ha definido como «la mayor ola migratoria en 20 años». Mientras tanto, Joe Biden ha pedido a los que buscan el «sueño americano» renunciar a esa idea y elegir quedarse en sus países de origen.
La flexibilidad histórica de los demócratas hacia las leyes migratorias estimula el deseo de muchos en llegar y conquistar las tierras del Tío Sam. El tema migratorio se puede salir de control. El «caminante» mantiene una esperanza engañosa con esta nueva Administración. Esperan que, casi de manera inmediata, el nuevo Gobierno norteamericano establezca caminos de regularización hacia un estatus finalmente legal. La supuesta flexibilidad hoy es improbable y el asunto se agrava aún más, cuando se es consciente que no solamente se trata de un problema con aristas legales, sino y, peor aún, de carácter humanitario.
El problema de las caravanas, sobre todo, radica en el drama familiar. Niños que quedan detenidos y separados de los padres. El rostro de la migración no puede limitarse a la presentación de unos números, de unas cifras que deben descender. Detrás de esos miles y esos ceros, se encuentran verdaderas historias de sufrimiento y sacrificio, de familias enteras que han caminado por semanas gran parte de Centroamérica y prescindiendo muchas veces de lo más elemental: alimentos y cobijo. Detrás de esos porcentajes se encuentra el dolor humano que apuesta por un mejor futuro, a pesar del riesgo que plantea el presente.
México y su actual Administración, por su parte, han colaborado hasta los momentos con el Gobierno norteamericano de turno. Lo hizo en sus días con Donald Trump deteniendo las caravanas que llegaban desde Guatemala. Actualmente ha establecido la misma política férrea para evitar que utilicen al país como puente para ingresar a Estados Unidos. A pesar de estar en año electoral, el presidente López Obrador sabe perfectamente que no es un tema de campaña importante que pueda afectar su imagen, la de sus candidatos y la de su partido.
El drama migratorio podría ser el primer gran tema que empañe la gestión positiva de Biden. Allí podría presentarse la primera grieta que amargue «la luna de miel» que hasta ahora la mayoría de los norteamericanos mantienen con el inquilino de la Casa Blanca. A pesar de que la migración no resulta un problema tan cercano como la pandemia, los republicanos ya lanzan misiles verbales criticando un discurso benevolente que invita a trasgredir la ley en la frontera.
Veremos si Biden es capaz de aprobar su segundo gran examen. El primero lo está haciendo y tiene forma de vacuna, el segundo está por verse y mal para él, podría tener rostro de indolencia.
La flexibilización histórica de los demócratas hacia las leyes migratorias estimula el deseo de muchos en Latinoamérica