EL VALOR DEL AGUA: EL RETO MUNDIAL DE PROTEGER UN RECURSO VITAL PARA EL DESARROLLO
Si hay un Objetivo de Desarrollo Sostenible transversal para todo el planeta ése es el del agua. ¿Pero apreciamos su valor? En un contexto de pandemia y cambio climático, el lograr un acceso suficiente y de calidad es cada vez más urgente
ElEl 85% de las mujeres en África saben cuántos litros de agua necesitan para sobrevivir. Este escueto texto, y tan gráfico, es uno de los cientos de tuits que se pueden leer bajo el hastag #water2me. Este año la ONU quiere recordar hoy, en el Día Mundial, el valor del agua; su importancia para el desarrollo, el progreso, el bienestar, las prácticas culturales y para mantener los estándares de higiene, tan necesarios el último año. «Seguramente no tiene el mismo significado para los que vivimos en ciudades como Madrid o Barcelona que para las niñas o mujeres de los pueblos de África que tienen que andar varias horas todos los días para recoger agua», reconoce Fernando Novo, experto en Gestión de agua y Economía Circular.
A día de hoy, un tercio de la población mundial no tiene acceso al agua potable y 4.500 millones no cuentan con saneamiento (uno de cada dos). Los Objetivos de DesarrolloSosteniblesuponenquepara 2030 se habrá garantizado el acceso universal al agua y al saneamiento, pero desde que se anunciaron en 2015 «se ha avanzado muy poco o nada. Si hay un objetivo transversal a todos es el agua. «Si las niñas tienen que perder horas para conseguir agua, significa que están perdiendo clase», matiza Novo. La falta de agua (energía y comida) trae falta de desarrollo y aumentará las migraciones no solo entre países, sino dentro de las mismas fronteras. Por lo que nos toca, no hay que olvidar que la región mediterránea será una de las más afectadas por el calentamiento global.
El reto en un sola década es enorme. De hecho, una nueva actualización sobre los progresos en los indicadores del ODS6 muestra lo que se ha avanzado: el acceso al agua potable segura ha pasado del 70 al 71% de la población, y el acceso al saneamiento del 44 al 45%. Algo pírrico, y la «Iniciativa de Monitorización Integrada de ONUAgua» alerta incluso de que hay zonas donde se está retrocediendo. En el África subsahariana, el número de personas sin agua ha aumentado de 531 a 747 millones desde 2000.
A esta situación hay que sumar las previsiones de cambio climático. Si a día de hoy 2.000 millones de personas ya viven en zonas de estrés hídrico, las estimaciones aseguran que al menos una de cada cuatro personas se verá afectada por escasez recurrente para 2050. El reciente proyecto Life Shara también va en esa línea al afirmar que los recursos hídricos serán los más castigados, junto con la salud y las infraestructuras, en un escenario de aumento de temperatura de entre 2 y 6º para 2100. Entre los riesgos, «la reducción de los caudales de los ríos o la pérdida de biodiversidad».
El campo sigue siendo el gran usuario del agua. En España consume aproximadamente el 70% de este recurso. Unos 4.000.000 de hectáreas se riegan cada año para hacer crecer cereal, frutas y hortalizas o arroz. «En 20 años el sector ha reducido su consumo. En el año 2000 el primer método de riego era por gravedad y en 2020, el 53% había pasado a riego de precisión o por goteo», explica José Carlos Caballero, ingeniero agrónomo y miembro de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja). Además, cada vez más se aplican nuevas tecnologías como los sensores que permiten hacer un riego deficitario y controlado de la planta. «A los recursos de agua dulce que conocemos se han unido los de agua regenerada y los de la desalación», comenta Caballero.
Esto no significa que no quede trabajo pendiente. Un reciente informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente señala a la agricultura como una fuente importante de presión sobre las aguas del continente, ya que el 50% de las aguas superficiales y el 25% de las subterráneas no alcanzan el buen estado. Y alerta de que la producción agrícola podría verse afectada provocando que algunos cultivos sean más idóneos cada vez más al norte. Hay que seguir aplicando las medidas que indica Europa como la reducción de al menos un 20% el uso de fertilizantes, aumentar el cultivo orgánico hasta el 25% o devolver a la naturaleza el 10% de la superficie agrícola situada en paisajes de gran valor ecológico para 2030.
La naturaleza es quizá el usuario más olvidado de la ecuación, aunque sus funciones ecosistémicas
Algunos estudios estiman que entre 1997 y 2011 se perdieron servicios de los ecosistemas y la naturaleza por valor de entre 4,3 y 20.200 millones de dólares al año
tienen un enorme valor. Algunos estudios estiman que entre 1997 y 2011 se perdieron servicios de los ecosistemas por valor de entre 4,3 y 20.200 millones de dólares al año debido al cambio en el uso de las tierras. Eso por no hablar de que el 40% de las especies vegetales y animales viven o se reproducen en zonas húmedas. «Los humedales, por ejemplo, nos dan un montón de beneficios. Por un lado, son los rebosaderos de los acuíferos; sirven para recargar en época de lluvia. También tienen un valor puramente económico y de salubridad. Baste pensar en los pisos que dan a un parque o una laguna el precio que alcanzan. Además son sumideros de carbono», dice Eduardo de Miguel, director gerente de la Fundación conservacionista Global Nature. (De hecho, la fundación está trabajando en el programa Wetland for climate para ayudar a las empresas a compensar sus emisiones a través de programas de restauración y conservación de estas masas de agua. Todos estos trabajos se hacen al lado de agricultores y ganaderos).
Muchas de las políticas actuales, como la Directiva Marco de Agua, intentan paliar ciertas situaciones preocupantes y aplicar una gestión integral que también tenga en cuenta la conservación en origen de las masas de agua. Y es que solo en el último siglo el 70% de las zonas húmedas del planeta se han perdido. El 20% de los acuíferos está sobrexplotado y muchos cultivos han causado la salinización del 20% de las superficies de regadío del mundo, dice la FAO.
Hay varios problemas, señalan los expertos, en la conservación de las masas de agua. Por un lado la escasez de la cuenca mediterránea. Con el cambio climático asistimos a periodos de sequía más largos o frecuentes y más episodios de lluvias torrenciales. Por otro la falta de tratamiento, sobre todo, en pequeños municipios. De hecho, el problema de falta de depuración en localidades de menos de 2.000 habitantes ya supone una cuantiosa multa anual a España. A esto hay que sumar los contaminantes emergentes como los medicamentos que a día de hoy terminan en el medio natural debido a la falta de tratamientos de depuración terciaria y los contaminantes difusos de la agricultura y la ganadería (sirva como ejemplo, los casos de eutrofización del Mar Muerto), por las elevadas cargas de fósforo y otros nutrientes al entorno natural. Y el último en llegar, la contaminación por microplásticos, que ya se han encontrado en cuerpos de agua dulce.
La sensibilización ciudadana
En el primer mundo cuando todo va bien nadie se acuerda de lo que hay detrás de abrir un grifo y que salga agua potable o tirar de una cadena y que ese agua sucia se vaya y termine depurada. Esa falta de valor que a veces le damos al agua (menos cuando sufrimos un corte de suministro), quizá explique nuestroscomportamientos menos cívicos. Por ejemplo, las toallitas húmedas, preservativos y compresas que se tiran por el inodoro causan solo en Europa unos gastos de mil millones de euros anuales debido a los atascos que provocan en las canalizaciones y depuradoras. Por último si hablar de valor supone poner un precio, piensen en todo el proceso que conduce el agua (desde la depuración a la potabilización) y si es mucho o poco que en España se pague unos dos euros por m3, o que en el norte de Europa se pague hasta cinco. Que vale más de lo que cuesta es el argumento de los que trabajan en este sector, tanto si son de un ente público de gestión como de uno privado.
Aumentar la concienciación ciudadana también tiene que ver con el consumo de bienes y servicios y la huella hídrica. Un español consume unos 140 litros de agua al día, mientras que la OMS afirma que se precisa entre 50 y 100 litros para garantizar las necesidades básicas. La elección de lo que comemos o la ropa que llevamos incide también en la gestión integral de ese recurso tan precioso y es que los humanos somos solo un eslabón más en ciclo del agua.