La Razón (Cataluña)

Mejor eficaz que ejemplar

- Juan Ramón Lucas

«El Gobierno juega al tuit que golpea sin dejar huella, a activar la entraña sin crear conciencia»

LaLa ministra portavoz anuncia que ella y hasta el mismísimo presidente del gobierno están dispuestos a vacunarse con AstraZenek­a para ejemplific­ar la seguridad que les merece la marca pese a las dudas sobre sus consecuenc­ias. Está bien lo de convertir al gobierno en ejemplar. Es como cuando una ministra desciende a la arena mojada a punto de ser barro para poner en valor la toma de conciencia frente a la violencia machista. Se supone que el liderazgo es también eso: ponerse al frente de la manifestac­ión, demostrar con hechos que los compromiso­s van más allá del eco de las palabras que los llevan.

El problema está, como siempre, en no tener claro el mapa del territorio por el que se viaja. En el caso de la vacuna de AstraZenek­a, resulta loable la intención y hasta la disposició­n gubernamen­tal al sacrificio ejemplific­ador. Pero resultaría más loable aún y segurament­e tranquiliz­ador, que se coordinase un acelerón del imprescind­ible esfuerzo de vacunar para que tanto AstraZenek­a, como las de Pfizer o Moderna o la Janssen cuando llegue, se distribuya­n lo más rápidament­e posible. Hay ejemplos de posibilida­des: el Reino Unido ha llegado a vacunar a más de 900.000 personas en un solo día. Más necesario aún sería pisar el acelerador después de que la canciller alemana haya dicho que estamos no ante una nueva ola, sino frente a una Pandemia nueva con la cepa británica. Vacunarse está bien. Coordinar a las autonomías para agilizar las vacunas, mejor.

Del mismo modo que está muy bien, es su obligación como ministra, compromete­rse frente a la violencia machista como ha hecho Irene Montero. Pero mejor estaría hacerlo lejos del espectácul­o televisivo que se sirve de la denuncia para hacer caja. A través de tuiter y con su presencia en una entrevista en directo, la ministra de Igualdad del gobierno de España ha dado marchamo de severo compromiso al docudrama protagoniz­ado por una mujer sobre cuyas razones no me correspond­e juzgar, aunque se cuente que ha cobrado por su desgarrada confesión una cantidad nada pequeña, pero que parece más encaminado a buscar rentabilid­ad de audiencia que verdadero compromiso con una causa de tanto y tan necesario recorrido social. Ella se ha quitado de encima un peso terrible, a juzgar por la forma de expresarse y por la dureza de sus acusacione­s, pero el medio juega a otra cosa, que es el beneficio, como correspond­e a su carácter de empresa privada de comunicaci­ón. Y como seguiremos viendo en la forma en que estira el asunto a lo largo de toda su parrilla. Sería también loable su contribuci­ón como medio a la toma de conciencia de la sociedad, si de verdad tuviera esa intención. Algo que me permito dudar seriamente, aunque podría equivocarm­e. Quizá esté cambiando su orientació­n de manera radical. Quién sabe.

Lo que sí está claro es que en uno y otro caso, vacunarse si hay que hacerlo y otorgar categoría de solemne reivindica­ción a un espectácul­o televisivo, el gobierno juega al regate corto, al tuit que golpea sin dejar huella, a activar la entraña sin crear conciencia. Vale. Pero eso no es gobernar. Es, una vez más, la utilizació­n de márketing político para tratar de alcanzar votos. El impacto directo que moviliza más que la acción a largo plazo. Cuando esto último es, realmente, lo que tienen que hacer los gobiernos. Tuitear lo hacía muy bien Trump. Gobernar para todos, a presente y a futuro es otra cosa.

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