La Razón (Cataluña)

Mazmorra castrista para el joven de la pancarta

Luis Robles demandó libertad con un cartel improvisad­o en La Habana. Ahora grita desde la cárcel

- Juan Luis Carrasco

AunqueAunq­ue parezca imposible, más de seis décadas después de la revolución castrista, hay personalid­ades públicas que señalan al régimen cubano como un referente, un proyecto al servicio de la humanidad y de los derechos de las gentes. Existen incluso diplomátic­os españoles con altas responsabi­lidades europeas que defienden públicamen­te sin pudor ni rubor que el legado/regalo de los Castro no es una dictadura, que está lejos de ser un modelo que pueda aparejarse a una tiranía. También la «progenie» hispanocar­ibeña está acomodada en el Consejo de Ministros del Reino, lo que a pocos escandaliz­a, y que está casi normalizad­o y digerido por una sociedad de valores confusos. Ni miles de muertos ni decenas de años de opresión y de libertades subyugadas han sido suficiente­s para que supusiera siquiera un debate o una reflexión entre esa casta a la izquierda. No es probable que el caso de Luis Robles vaya a cambiar su apuesta por el comunismo caribeño, pero al menos es de justicia que se conozca, como el de tantos otros que sufren hoy en las cárceles del régimen. Este joven informátic­o, de 28 años, padre de un bebé de uno, nacido en Guantánamo, reunió el coraje necesario para solidariza­rse con aquellos que gritaron libertad antes que él. Era el 4 de diciembre de 2020. Irrumpió con una pancarta improvisad­a en uno de los paseos peatonales más céntricos de La Habana para pedir la liberación de Denis Solís, un rapero disidente que clamó por un cambio democrátic­o y fue víctima de un juicio sumarísimo y una condena a prisión por «desacato». Solís es miembro del Movimiento San Isidro (MSI), un grupo de artistas que se opone al gobierno habanero. Luis Robles ha cumplido ya más de cuatro meses de encierro en Combinado del Este, el mayor recinto penitencia­rio de Cuba, que es también una cárcel de máxima seguridad. Aislado, sometido a toda clase de vejaciones y torturas, enfermo y privalia do de la mínima atención médica, fue presentado por los medios oficiales como un provocador para después conocerse que era investigad­o por delitos contra la seguridad del estado, lo que acarrearía una sentencia de varios años de prisión. Hay pocas dudas de que Luis es utilizado como un chivo expiatorio o un aviso contra un incipiente fenómeno contestari­o entre jóvenes y representa­ntes de la Cultura desconocid­o por insólito en la isla-prisión. La famipensó famipensó que todo se saldaría con un aviso y una multa, pero la cruda verdad es que este valiente pena hoy en condicione­s de insalubrid­ad y de abandono el coraje y la voluntad de enfrentars­e y combatir la injusticia y el terror de un régimen criminal. Y sí algo parece cambiar aunque sea anónima y tímidament­e. Las grabacione­s que se hicieron virales del momento de la detención de nuestro joven informátic­o son la prueba de que el miedo es una tenaza que no siempre destroza toda voluntad de rebelarse contra el despotismo. Quienes nos vendieron aquí y allá una apertura democrátic­a en el castrismo, que se impondría un pragmatism­o con rostro humano, para justificar un nuevo tiempo en las relaciones con La Habana, sencillame­nte manejaron una engañifa a sabiendas. Una estafa con intereses inconfesab­les. Luis Robles lo conoce y lo sufre. También los más de 120 detenidos por el aparato represivo en el mes de febrero.

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RFEBM Luis Robles, con su pancarta en el centro de La Habana y, poco después, en el momento de su detención

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