La Razón (Cataluña)

«LO DE PABLO IGLESIAS ES UN GOLPE DE EFECTO, PERO SIN MÁS»

- Iñigo Errejón Portavoz de Más País en el Congreso de los Diputados M. Sanjuán

AndaAnda Íñigo Errejón con la mosca detrás de la oreja y no es para menos. Se veía como la gran esperanza de la izquierda radical tras las elecciones autonómica­s en la Comunidad de Madrid. En su esquema, que era bastante previsible y por tanto creíble, Unidas Podemos no alcanzaba el cinco por ciento preciso y el porvenir quedaba fuera de la Asamblea regional, lo que supondría, lo quieran reconocer o no, un rejón de muerte para ese proyecto agonizante que, conectado a la ventilació­n mecánica de La Moncloa, agota sus días. Había en ese desenlace un sabor especial, con regusto almibarado y cálido, por la caída del enemigo íntimo, Pablo Iglesias. Puede que no haya rencor más acerbo que el de la amistad traicionad­a o la aviesa deslealtad de quien se negó a compartir el trono, siquiera el banquete. Y en esas, Errejón podía dar por hecho que sería el encargado de recoger los pedazos, heredar la ruina y al fin cumplir con su destino universal. Más Madrid o Más País ocuparía el vacío. Pero Pablo Iglesias se resiste a asumir el papel de jubilado, aunque sea en el retiro de una jaula de oro. Su candidatur­a ha agitado el avispero de la ultraizqui­erda y de repente el horizonte es brumoso. Errejón ha extraviado la serena quietud de quien da por hecho que el plan será un éxito. Pero no. Según él, «lo de Pablo Iglesias es un golpe de efecto, pero sin más, mientras que Mónica García (su apuesta) es una excelente candidata básicament­e porque es de verdad». O sea que para el que fuera fiel edecán lo de su antiguo señor con la región capitalina es una patraña, vamos, un timo electorero. Y sigue con el reparto de mandobles al «amigo»: «No vamos a decir barbaridad­es o la primera cosa que se pase por la cabeza para sacar votos. Basta ya de zascas». Es una reacción comprensib­le. Dominaba sin apuros el campo de batalla en su espacio, sin rival que lo inquietara, y de repente, las encuestas no cuadran y los laureles oníricos se difuminan sin saber cómo ni por qué. Obviamente, el soponcio no impedirá que se entiendan tras el paso por las urnas porque el poder y los presupuest­os son armas cargadas de futuro.

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