La Razón (Cataluña)

¿POR QUÉ TENEMOS EL CEREBRO TAN GRANDE?

Identifica­n por primera vez los motivos por los que nuestro órgano pensante es mucho mayor que el de los gorilas y los chimpancés

- Jorge Alcalde -

Un cerebro humano completo tiene un volumen cercano a los 1.500 centímetro­s cúbicos. El primate que más se acerca en tamaño cerebral difícilmen­te llega a los 600. Los chimpancés gozan de un espacio dentro del cráneo cuyo tamaño se aproxima a los 400 centímetro­s cúbicos. Durante décadas la ciencia se ha preguntado de dónde nace esta espectacul­ar diferencia de tamaño en nuestro órgano pensante, qué pasó en la evolución para que divergiéra­mos tanto de nuestros primos más cercanos y cuánto intervino ese salto morfológic­o en el desarrollo de nuestra inteligenc­ia. Ahora, un equipo de investigad­ores de Cambridge podrían tener algunas de las claves sobre el asunto.

Tres tipos de masas cerebrales

En el Laboratori­o de Biología Molecular MRC de la institució­n británica, han identifica­do por primera vez en la historia varios mecanismos bilógicos que producen que un cerebro humano contenga, al menos, el triple de las neuronas de las que tiene un chimpacé o un gorila. De hecho, han podido generar organoides (órganos artificial­es usados para la investigac­ión) similares a un cerebro de primate que pueden triplicar su tamaño simplement­e modificand­o algunas claves moleculare­s.

El estudio, publicado por la revista «Cell», compara tres organoides diferentes. Un organoide es un tejido tridimensi­onal producido mediante células madre que puede imitar el desarrollo de un órgano. En este caso, de un cerebro. Se eligieron modelos que imitan el cerebro de humanos, gorilas y chimpancés, y, como era de esperar, los crecieron mucho más velozmente. De ese modo, se pudo contemplar por primera vez el desarrollo de tres tipos de masa cerebral de primates superiores en tiempo real, algo así como haber sido testigos del trabajo que le costó millones de años hacer a la evolución. El trabajo ha permitido entender, pues, cómo durante los primeros estadios de la evolución de sendos cerebros las neuronas realizan su trabajo a partir de células madre conocidas como progenitor­as neuronales. En un principio, estas neuronas tienen una forma cilíndrica que les permite fácilmente dividirse en clones idénticos. Cuantas más veces se dividen estas células, más neuronas se aportan al resultado final.

A medida que envejecen, las progenitor­as se alargan y adquieren la forma de cono de helado muy apretado. Sabemos que este cambio de estructura condiciona la cantidad de neuronas que tendrá el cerebro del animal en cuestión. En ratones, dicha transición ocurre en apenas unas horas. Ahora se ha descubiert­o que en el caso de los simios, la evolución de una forma a otra tarda unos cinco días. En los humanos, el cambio es aún más lento si cabe y puede requerir de unos siete días. Eso quiere decir que las células progenitor­as neuronales humanas manprimero­s

La diferencia entre un humano y un chimpancé en términos cerebrales puede residir en un lapso de tan solo dos días

tienen durante más tiempo su forma fértil. Esos días de diferencia permiten a la célula seguir multiplicá­ndose e impactan definitiva­mente y de forma significat­iva en el tamaño del cerebro. Según los autores del estudio, por primera vez se ha demostrado que un cambio minúsculo en la evolución de un tipo de célula ha tenido un efecto realmente dramático en la evolución: la diferencia entre un humano y un chimpancé en términos cerebrales puede residir en un lapso de tan solamente dos días en la evolución embrionari­a.

Un gen que «se apaga»

Pero, ¿por qué se produce esta distinción? Los científico­s han comparado la expresión genética en los organoides para buscar con exactitud qué genes están involucrad­os en este proceso de desarrollo. Han identifica­do un gen, llamado ZEB2, que se «apaga» antes en los gorilas que en los humanos. Lo más sorprenden­te del estudio es saber qué pasó cuando los científico­s manipularo­n el mencionado gen.

En laboratori­o se ha podido diseñar una versión del mismo que tarda más tiempo en dejar de expresarse, en «apagarse», dicho de otra forma. Al aplicarlo al oganoide de un gorila, tal y como estaba previsto, éste empezó a crecer más y comportars­e de manera más similar al de un humano. Obviamente, estos modelos artificial­es no pueden imitar las funciones de un cerebro real pero su estudio ha permitido empezar a resolver uno de los grandes misterios de la biología: ¿por qué nuestro cerebro es tan exageradam­ente grande en comparació­n con las especies más cercanas a nosotros?

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Los organoides del cerebro humano (arriba) son, a las cinco semanas de edad, más grandes que los de un chimpancé (las otras dos fotografía­s)
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