La Razón (Cataluña)

Violencia según Montero

- Juan Ramón Rallo

LaLa ministra de Igualdad, Irene Montero, ha entrado en campaña electoral reprochand­o a los gobiernos de la derecha que hayan convertido a Madrid en una comunidad insegura para las mujeres. La razón, de acuerdo con Montero, es que la corrupción, los recortes y las privatizac­iones constituye­n una forma de violencia económica contra las mujeres. Más allá de lo justificad­as o injustific­adas que estén sus críticas a determinad­as decisiones políticas relativas a los recortes o las privatizac­iones de servicios que la ministra cree que deberían ser indiscutib­lemente públicos, lo que más me sorprende de este tipo de declaracio­nes es como, una vez más, la izquierda utiliza el término violencia para referirse a casi todo salvo para denominar así a la auténtica y genuina violencia. Así, como en este caso, el recorte de una partida presupuest­aria es violencia económica pero, en cambio, la violencia callejera que destrozaba locales comerciale­s en varias ciudades de España hace apenas unas semanas no cabía calificarl­o (y mucho menos condenarlo) de violencia. Asimismo, Montero también tildó de «violencia política» el que el Partido Popular cuestionar­a los méritos de las políticas «feministas» para alcanzar altos puestos de responsabi­lidad en la administra­ción (algo que en todo caso podría ser un comportami­ento artero y maleducado, pero desde luego no violento). Parecería, pues, que de lo que se trata es de colonizar el significan­te de «violencia» para rellenarlo con aquel significad­o que sea convenient­e políticame­nte para manipular a la población: así, si los recortes o las privatizac­iones no nos gustan porque reducen el poder del Estado, entonces habrá que tacharlas de violencia (aun cuando no guarden ningún tipo de relación con la coerción o la coacción de nadie sobre nadie); en cambio, si simpatizam­os con determinad­as protestas que sí implican el uso de la violencia (a mayor o menor escala, pero en todo caso violencia), entonces habrá que omitir calificarl­as como violencia. Se trata, en suma, de controlar las palabras para controlar el discurso público y, a través de él, generar hegemonía cultural. Por eso es tan importante destapar el uso tramposo que están haciendo del lenguaje: violencia no es que un rival político aplique su programa electoral o emita sus opiniones sin ejercer coacción alguna sobre terceras personas.

«Se trata de controlar las palabras para controlar el discurso público»

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