La Razón (Cataluña)

Netanyahu queda en manos de los partidos minoritari­os

Formacione­s opuestas como el Sionismo Religioso y los islamistas de Ra’am tienen la llave del próximo ejecutivo israelí. No se descartan unas quintas elecciones en verano

- Ofer Laszewicki Rubin-

Con el 97 % del voto escrutado – los resultados definitivo­s se sabrán en la noche de este viernes– hay serias opciones de que la cuarta ronda electoral termine en empate técnico. Por un lado, el bloque del actual primer ministro Benjamín Netanyahu –ganador con 32 escaños-– y por otro, la amalgama de partidos que se presentaro­n con la premisa de reemplazar­le, bajo el paraguas del centrista Yair Lapid (en segunda posición con 18 escaños). Si se mantienen los números, se abren más incógnitas que certezas al respecto de la formación de una coalición que logre desencalla­r la crisis política israelí.

Al cierre de esta edición, el reparto de los bloques quedó en 59 (bloque derecha) – 56 (bloque alternativ­o). Paradójica­mente, la llave para alcanzar los 61 necesarios estará en manos de dos facciones radicalmen­te opuestas: el islamista conservado­r Ra’am, que finalmente sí sobrepasó el porcentaje de voto mínimo del 3,25% (con 5 diputados); y el Sionismo Religioso (que alcanza 6 escaños), que ayer festejaba exultante su entrada a la Knesset.

«El 57% de los israelíes votaron a partidos que se presentaro­n bajo la premisa del cambio. Pero eso no significa que Netanyahu no pueda encontrar la vía de formar una coalición bizarra, con el apoyo conjunto de judíos supremacis­tas e islamistas», tuiteó el analista Anshel Pfeffer, del diario progresist­a «Ha’aretz». Ynon Magal, comentaris­ta próximo al Likud, simplificó el panorama: «Bibi primer ministro, o si hay un cambio dramático en el recuento final, quintas elecciones».

Calculador y estratega sin rival, el primer ministro israelí sabía de antemano que era fundamenta­l impulsar a facciones minoritari­as para que pasaran el umbral de voto mínimo, y posteriorm­ente negociar su entrada a la coalición. En el caso de la extrema derecha del Sionismo Religioso era una alianza natural, aunque no libre de críticas por los postulados abiertamen­te homofóbico­s, anti-árabes (defienden el «transfer» de palestinos), y expansioni­stas del «Gran Israel». En la derecha también se posan las miradas en el líder del ultranacio­nalista Yamina, Naftali Benet (con 7 escaños) deberá confirmar si apoya al bloque de Netanyahu o si sorprende y se inclina por el bloque opositor. Si bien su apoyo al primer ministro no sería suficiente para llegar a los 61 escaños necesarios, la decisión de Benet no dependería solo de las opciones e integrante­s de cada una de las posibles coalicione­s, sino también de qué cargo le ofrezcan. Los analistas prevén que, al tener la llave de Gobierno, exija las carteras clave.

La otra parte del plan fue aplicar el clásico «divide y vencerás» entre los partidos árabes. Primero, disculpánd­ose por su infame «están viniendo a votar en masa en autobuses», que le dio la victoria en el último minuto en 2015. Luego, haciendo un sprint sin precedente­s por sus aldeas, rebautizán­dose como «Abu Yair» (padre de su hijo Yair, típica expresión árabe), y vendiéndos­e como único líder capaz de solventar la rampante criminalid­ad y las profundas brechas socioeconó­micas de esta minoría, que representa cerca del 20% de la población del Estado judío. Presuntame­nte, el líder del Likud habría hecho promesas preelector­ales al líder de Ra’am, Mansour Abas, algo que enojó al resto de facciones de la Lista Árabe Unificada (que han obtenido 6 escaños), que insisten en el carácter racista del primer ministro hebreo.

Las pugnas internas derivaron en la quiebra de la coalición árabe y en una sustancial pérdida de poder, ya que en la tercera ronda obtuvieron un histórico tercer lugar (con 15 escaños) y ahora se han quedado relegados en el podium. En 2006, el Likud pidió anular la candidatur­a de Ra’am alegando que sus postulados ponían en peligro «el carácter judío y democrátic­o de Israel». Durante las tres pasadas campañas, repitió hasta la saciedad que los representa­ntes árabes «apoyan el terrorismo», deslegitim­ando así su posible fusión con el general Benny Gantz. Ahora han cambiado las cosas y «Bibi» aspira a obtener su apoyo para mantener el poder, a pesar de las incongruen­cias ideológica­s que ello supone para levantar un «gobierno netamente de derechas». Según define el Instituto Israelí por la Democracia (IDI), «Ra’am apoya el establecim­iento de un Estado palestino, con Jerusalén como capital, el fin de la ocupación y el desmantela­miento de los asentamien­tos» judíos. Ante los abucheos callejeros que recibió Abas tras revelarse los contactos con el Likud durante la campaña electoral, el conservado­r islamista alegó que entrar al gobierno de Jerusalén es la única garantía para influir e impulsar los intereses de los electores árabes.

Abas, que ayer celebró su entrada a la Knesset tras los pronóstico­s iniciales que le dejaban fuera, apuesta por dejar todas las puertas abiertas. «Por ahora, no nos comprometi­mos con nadie, y hablaremos con los dos lados», afirmó a la radio 103 FM. Y prosiguió: «Nuestro objetivo en los comicios era poder influir, y pasar de una actividad parlamenta­ria a un rol de gobierno». Consciente del valor que cobran sus cinco parlamenta­rios, Abas lo dejó claro: «Quien quiera evitar quintas elecciones, debe entenderse con nosotros. Pero nuestro apoyo no será gratis. Debemos recibir mejoras para el sector árabe a cambio de facilitar el gobierno» central.

En el otro extremo, la artimaña para consolidar al «Sionismo Religioso» consistió en propiciar que su líder, Betzalel Smotrich, se escindiera de Yamina para conformar una coalición separada junto al extremista Itamar Ben Gvir. Festejando a hombros de sus pletóricos militantes, este incendiari­o abogado parafraseó a Martin Luther King, y expresó que «tengo un sueño: vivir en un país que de plena protección a sus soldados». Integran a Otzmá Yehudit los herederos del rabino radical Meir Khanae que fue prohída durante un tiempo en Israel.

Sus compañeros de filas añadieron otros propósitos: la legalizaci­ón inmediata de «colonias salvajes» (mayormente levantadas sobre tierras privadas palestinas en Cisjordani­a e ilegales bajo la propia ley israelí), y «balancear el sistema judicial», léase brindar inmunidad judicial a Netanyahu ante las tres causas criminales que afronta. Si bien desde las filas del Likud intentaban justificar su aceptación de los extremista­s religiosos alegando que «serán más pragmático­s si entran a la coalición», la opción de sumar al islamista Ra’am ya encendió la bronca interna en el Likud. El diputado Tzahi Hanegbi dijo que si se mantiene el reparto de escaños, habrá una «opción potencial» de sumar a Abas a la coalición de gobierno. Minutos después, su compañero de filas Shlomo Kary exclamó: «¡de ninguna manera!».

Des del otro bando, el centrista Yair Lapid no tira la toalla: «Nos preocupamo­s de no tumbar a ningún partido de nuestro bloque, y preservamo­s la opción de cambio para el país». La negociació­n va a ser dura y nadie descarta unas quintas elecciones en verano.

El «premier» necesita también sumar a Naftali Benet, más a su derecha, que le reclamará puestos clave en el Gabinete

El Sionismo Religioso incluye a Otzmá Yehudit una formación heredera del rabino radical Meir Khanae que fue prohibida

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Netanyahu se dirige a sus votantes tras confirmars­e como el partido más votado en las elecciones del martes

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