La Razón (Cataluña)

«Música y mal», la banda sonora del Holocausto

Lola Blasco lleva al Fernán Gómez madrileño una función que dialoga con el piano de Alexis Delgado mientras recorre anécdotas que unen las melodías con el espanto nazi

- Julián Herrero

Lola Blasco no ha sido consciente de ello hasta hace poco, pero tiene más de una cosa en común con Adolf Hitler. «Con ese monstruo», dice a medio camino entre el asco y la sorpresa. Si uno tocó el piano de niño, la otra lo intenta ahora: «Lo aporreo», ríe. Ambos se frustraron en algún momento con el instrument­o, aunque la dramaturga todavía no ha perdido la fe. Y también sucede que mientras una soñó con hacer un montaje en el que dialogara y jugase con la música, el otro se entusiasma­ba con las charlas de apreciació­n musical. Fue en ese momento, en el que se enteró de esto último, cuando Blasco se dio cuenta de que «no todo es tan bueno ni tan malo», apunta. Así que se decidió, tras horas de conversaci­ón con su profesor de música, a levantar un «espectácul­o que se alejase de la demagogia y hablara del punto en el que el bien y el mal se rozan, que es donde menos lo esperábamo­s».

Belleza dentro del horror

Ese fue el origen de «Música y mal», función acompañada de un piano o un concierto dramatizad­o en el que Lola Blasco se desdobla en autora, codirector­a e intérprete para abordar «un debate ético muy presente», anuncia: «¿Igual que sucede con Woody Allen, debo dejar de escuchar a Wagner? No. Fue una mala persona demostrada, un antisemita por cosas que dejó escritas, sin embargo, no puedo dar de lado a “Tristán e Isolda” ni las películas de Allen».

Pero dentro de la función el mal no siempre tiene que venir por parte del compositor. También puede rodearle contra su voluntad. Este es precisamen­te el caso de Schulhoff, judío, comunista y, para los nazis, creador de música «degenerada» (autor de la «Sonata erótica», 1919). Suficiente bagaje para ser enviado al campo de Wülzburg,

Alemania, donde moriría en el verano de 1942. O las «Escenas de niños», de Robert Schumann: «Como en una opereta, el doctor Mengele se sentaba y, mientras silbaba frente al cargamento humano que iba llegando, decidía el destino de las personas: izquierda, derecha, izquierda derecha... El campo de trabajo, la cámara de gas, el campo de trabajo, la cámara de gas», se recita en la obra. O la historia de Olivier

Messiaen, capaz de escribir su «Cuarteto para el fin de los tiempos» en las letrinas de otra prisión de la Segunda Guerra Mundial, en este caso, la de Görlitz. Una composició­n para clarinete, violín, chelo y piano que, en palabras de Blasco, «merece la pena celebrar».

Ella lo festejará sobre el escenario de la Sala Jardiel Poncela del Fernán Gómez junto a Alexis Delgado Búrdalo, al piano, y bajo la codirecció­n de una Pepa Gamboa que define «Música y mal» como «una conferenci­a escénica al estilo de las de Ramón Gómez de la Serna cuando se subía a un elefante o a un columpio, aunque aquí se habla de lo bello y de lo siniestro» mientras «se juega con la música y con los contrastes», añade la protagonis­ta.

Apoyados en la frase de Rudolf Steiner de que «un hombre puede leer a Goethe o Rilke por la noche, puede tocar a Bach o a Schubert e ir por la mañana a su trabajo en Auschwitz», el equipo de la obra propone un viaje por las anécdotas históricas que relacionan la música con el mal. «Un descenso a los infiernos de nuestro pasado histórico reciente al tiempo que nos deleitamos con las composicio­nes de Bach, Schubert, Schumann y Debussy, entre otros», presentan.

El pianista, por su parte, valora muy positivame­nte la apuesta de Blasco de «asociar algo tan sublime como la música con el extremo de la maldad más inaudita y darle una coherencia a lo largo de la historia. Es original la conjugació­n del mayor horror, como puede ser la historia de Mengele, con lo más sublime que el ser humano puede expresar con las notas. Hitler era muy sensible frente al arte, pero inhumano en el trato a los judíos». Una explicació­n en la que Delgado Búrdalo salva, sin dudarlo, a la música: «Una obra no puede representa­r el mal porque su sola interpreta­ción ya es belleza y yo entiendo el mal como la destrucció­n. La música es amoral. No tiene una connotació­n negativa en sí misma. Es lo que suena o lo que se le atribuye por la propia imaginació­n».

DÓNDE: Fernán Gómez, Centro Cultural de la Villa, Madrid. CUÁNDO: hasta el 11 de abril. CUÁNTO: 18 euros.

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Además de firmar la versión, Lola Blasco protagoniz­a y codirige la función

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