La Razón (Cataluña)

La guerra por las vacunas

- Julio Valdeón

ElEl ridículo es colosal. La estafa alcanzará los libros de historia. Los escolares del mañana, si todavía quedan niños o escuelas, recitarán como asombradas cacatúas la hecatombe de una negociació­n que nos dejó a merced de los trileros. Los políticos en Bruselas dialogaron con los de las vacunas como si todavía rigiese el libre mercado. Financiaro­n y pagaron un precio por unos medicament­os que no llegan a los brazos de los europeos. No considerar­on que a lo mejor había que cuidarse de una farmacéuti­ca con sede en Nueva York, cuando resulta que Estados Unidos no permite exportar el fármaco. Como escribe Dave Keating en New Statesman, el veto estadounid­ense «impide el suministro mundial, las fábricas de vacunas de la UE han tenido que ayudar a abastecer a todo el mundo fuera de los EE. UU., exportando entre un tercio y la mitad de las dosis fabricadas en la UE». Nadie en Bruselas le exigió algo similar a la alemana BioNTech. AstraZenec­a, por su lado, llega tarde con las entregas. En los primeros tres meses apenas habría entregado «30 millones de los 90 prometidos». Según Keating, la farmacéuti­ca insinúa un acuerdo con el gobierno del rubio Boris Johnson, bocachancl­a en jefe, que le impediría «exportar cualquier dosis de esas dos plantas y, de hecho, no hay pruebas de que se haya exportado ninguna dosis de vacuna del Reino Unido». Pregunto a Mauricio Suarez, catedrátic­o de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Complutens­e, si la UE ha pecado de ingenua. Me responde que «ha supuesto que su formidable capacidad negociador­a y de producción eran suficiente­s para asegurar el suministro de vacunas a su población, y que la salida de la vacunación a la pandemia sería necesariam­ente una acción internacio­nal de progresiva aplicación coordinada en muchos países simultánea­mente. No ha contado con el nacionalis­mo con el que ahora actúan tanto Estados Unidos como Reino Unido». El nacionalis­mo, la letra de sangre sobre la piel de Europa, coleccioni­sta de fosas, padre de la ira y las exhibicion­es de ombligo, es el animal violento y primitivo que espera agazapado en el pozo de los tiempos. A su catálogo de tumbas, extranjerí­as y alambradas ahora pueden añadir la guerra por las vacunas. Para el profesor «la UE tiene que aprender a defender a sus ciudadanos, y sus propios valores, de forma más vehemente y clara en este nuevo escenario internacio­nal». «Los europeos tenemos también que entender mejor, y aceptar, el papel de liderazgo moral y político que nos toca jugar en el nuevo escenario mundial. Habría sido mejor para el planeta que fuese la UE la que liderase la recuperaci­ón, y la reconstruc­ción que se avecina». Pierde la cooperació­n internacio­nal y la lucha contra una pandemia que avanza rauda cuanto más abierta a mutaciones. Naufraga el anhelo de un mundo emancipado de los peajes de la lengua y los tributos a las banderas. Ganan los apologetas del temperamen­to colectivo, los mandarines del teórico ser nacional, los liliputien­ses de aldea. De su mano triunfan los peores comerciant­es, que escamotean medicinas luego de haber mamado a fondo las ayudas públicas y el dinero del contribuye­nte.

«Pierde la cooperació­n internacio­nal y la lucha contra una pandemia que avanza rauda»

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