Entre la cumbre y el precipicio
«Para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio». No hay mejor definición sobre el significado de lo que significa el poder como la que dio Publio Cornelio Tácito, especialmente si la ambición pasa por encima de las ideas y los proyectos, y tiene como único objetivo, la detentación del poder.
Mientras el separatismo se pelea en el debate de la investidura, el llamado «efecto Illa» languidece como le ocurrió a Inés Arrimadas. El bueno de Salvador Illa recuerda a las palabras de Giulio Andreotti: «El poder desgasta sólo a aquel que no lo tiene». Sin su Ministerio de Sanidad y en un triste papel opositor, el constitucionalismo vencedor en las urnas el pasado 15-F ha perdido otra oportunidad de derrotar al nacionalismo.
Tras la constitución de la Cámara catalana, hoy viernes se votará si el candidato a la Presidencia de la Generalitat, Pere Aragonés, es investido. Para ello necesita la mayoría absoluta (68 diputados), y si no lo logra, que es lo más probable, se convocará otra votación donde basta la mayoría simple. La celebración de la primera votación fallida, además, activa los dos meses de plazo antes de volver a convocar elecciones, sin cerrar la puerta a intentar otras candidaturas. En un juego de absurdos disparates, las bases de la CUP avalaron el preacuerdo con ERC para investir a Aragonés como presidente, pero sobre unas propuestas imposibles de materializarse, dando un margen de dos años a la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez para encarrilar una «salida política al conflicto catalán» y decidir, en la primera mitad de 2023, si vale la pena mantener la vía de la negociación o es momento de lanzar un «nuevo embate democrático por la autodeterminación, por la vía que el conjunto del independentismo valore como la más ade
cuada». Es decir, volver al precipicio que destrozó Cataluña en 2017.
Pero la auténtica pelea de los partidos separatistas, no reside en debatir sobre la presidencia de la Generalitat, sino en el reparto de cargos de la Administración catalana, la agencia de colocación y pago de prebendas y lealtades. La segunda batalla se entabla en acceder al control de las subvenciones y adjudicaciones, en el que se maneja discrecionalmente los fondos públicos. Y en último lugar, pero tan o más importante que el anterior, es en el control de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) y del Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC); es decir, la información del antaño cuarto poder, que en la Cataluña del proceso separatista se ha convertido en el auténtico poder.
Las luchas intestinas en el seno de Junts Per Catalunya, el tactismo de Puigdemont, la dirección de las negociaciones desde la cárcel de Lledoners por parte de
Jordi Sánchez y Junqueras, el odio cainita entre los próceres separatistas, pueden llevar al traste las negociaciones y conducirnos a la repetición electoral a mediados de junio.
Cataluña se dirige de nuevo al precipicio. Tácito, nacido en Roma en el año 55 d. C, fue un historiador y cónsul, autor de los «Annales», obra que narra la historia del Imperio Romano, describió la Roma desde el reinado de Tiberio hasta el de Nerón, con Calígula, Claudio y Mesalina como personajes clave. Dice la leyenda que mientras Roma ardía, Nerón estaba cantando el Iliupersis –la leyenda de la guerra de Troya–.
A los líderes políticos catalanes no les importa la suerte de sus conciudadanos, sino exclusivamente la detención del poder. La tragedia descrita por Tácito, que acabó en el incendio de Roma, es emulada en Cataluña. No hay ideas ni proyectos en alcanzar ninguna cumbre, sino la miserable lucha por seguir en el poder.
Y que arda Troya, Roma o Barcelona.
A los líderes políticos catalanes no les importa la suerte de sus conciudadanos, sino seguir en el poder