Fuesen y no hubo casi nada
Vinieron para renovar la escena política española. Trajeron aire fresco y nuevas formas. No tenían ni pasado ni mochila y por eso subieron alto y rápido. Su sherpa fue la crisis económica, la desilusión que habían generado las grandes tradiciones ideológicas protagonistas de la política europea. Cabalgaron a lomos de la indignación por la incapacidad de los partidos clásicos de dar soluciones concretas a los problemas reales. Se auparon sobre el fuego y las cenizas de los escándalos de corrupción. Triunfaron entrando en parlamentos, ayuntamientos, condicionando gobiernos y formando coaliciones.
A la velocidad de la luz comenzaron los achaques, las goteras, las contradicciones, los escándalos. Quemaron etapas con la misma velocidad con la que se convierten en pavesas las fallas en la Nit del Foc. En el cenit de sus carreras ambicionaron sorpassos, pero cada vez se iba haciendo mas cierto aquello de vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver.
Ciudadanos y Podemos han sido las estrellas fugaces de la política española. Sin aportaciones significativas ni cambios estructurales, a sus grandes éxitos les sobraría mucho espacio en un recopilatorio de vinilo de 33 revoluciones por minuto. Eso si, durante unos cuantos años, han conseguido pasar de actores invitados a protagonistas absolutos. Su gran obra es que la representación y el poder se han repartido más, pero aún está por ver si mejor. Lo que en principio podía ser bueno, positivo e incluso necesario para que PSOE y PP espabilaran, tomaran nota, renovaran sus estructuras y sus formas, ha terminado deparando un escenario inestable, una pista de patinaje no precisamente artístico. A ellos se les ha unido Vox, para ocupar un espacio tradicionalmente inexistente en el panorama político español, pero con homólogos en otros países de nuestro entorno. Quizás en un tiempo veamos que la suerte de los de Abascal corre por los mismos derroteros que la de Iglesias y Rivera.
Si el reto era asentar un proyecto de centro y otro a la izquierda del PSOE, y que el mismo capilarizase a lo largo y ancho de la geografía, el desastre es sonoro. Si la prueba del 9 consistía en ver si ambos partidos sobrevivirían a los hiperliderazgos de sus fundadores, el fracaso es histórico. A ellos se les podría aplicar aquel soneto cervantino de «requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada».
La gran obra de partidos como Cs y Podemos es que la representación y el poder se han repartido más, pero aún está por ver si mejor