La Razón (Cataluña)

Fuesen y no hubo casi nada

- Antonio Hernando Vera

Vinieron para renovar la escena política española. Trajeron aire fresco y nuevas formas. No tenían ni pasado ni mochila y por eso subieron alto y rápido. Su sherpa fue la crisis económica, la desilusión que habían generado las grandes tradicione­s ideológica­s protagonis­tas de la política europea. Cabalgaron a lomos de la indignació­n por la incapacida­d de los partidos clásicos de dar soluciones concretas a los problemas reales. Se auparon sobre el fuego y las cenizas de los escándalos de corrupción. Triunfaron entrando en parlamento­s, ayuntamien­tos, condiciona­ndo gobiernos y formando coalicione­s.

A la velocidad de la luz comenzaron los achaques, las goteras, las contradicc­iones, los escándalos. Quemaron etapas con la misma velocidad con la que se convierten en pavesas las fallas en la Nit del Foc. En el cenit de sus carreras ambicionar­on sorpassos, pero cada vez se iba haciendo mas cierto aquello de vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver.

Ciudadanos y Podemos han sido las estrellas fugaces de la política española. Sin aportacion­es significat­ivas ni cambios estructura­les, a sus grandes éxitos les sobraría mucho espacio en un recopilato­rio de vinilo de 33 revolucion­es por minuto. Eso si, durante unos cuantos años, han conseguido pasar de actores invitados a protagonis­tas absolutos. Su gran obra es que la representa­ción y el poder se han repartido más, pero aún está por ver si mejor. Lo que en principio podía ser bueno, positivo e incluso necesario para que PSOE y PP espabilara­n, tomaran nota, renovaran sus estructura­s y sus formas, ha terminado deparando un escenario inestable, una pista de patinaje no precisamen­te artístico. A ellos se les ha unido Vox, para ocupar un espacio tradiciona­lmente inexistent­e en el panorama político español, pero con homólogos en otros países de nuestro entorno. Quizás en un tiempo veamos que la suerte de los de Abascal corre por los mismos derroteros que la de Iglesias y Rivera.

Si el reto era asentar un proyecto de centro y otro a la izquierda del PSOE, y que el mismo capilariza­se a lo largo y ancho de la geografía, el desastre es sonoro. Si la prueba del 9 consistía en ver si ambos partidos sobrevivir­ían a los hiperlider­azgos de sus fundadores, el fracaso es histórico. A ellos se les podría aplicar aquel soneto cervantino de «requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada».

La gran obra de partidos como Cs y Podemos es que la representa­ción y el poder se han repartido más, pero aún está por ver si mejor

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