«NO ENTIENDO QUE IGLESIAS NO QUIERA AFRONTAR EL TRABAJO POR HACER»
Pues,Pues, señora ministra, no parece un ejercicio de comprensión que tenga especial dificultad, a menos, claro, que estemos tratando de uno de esos platos que se sirven fríos, lo que deja poco aliciente al análisis. Pero, ministra, si tiene usted usted curiosidad intelectual por entender el extraño comportamiento de su ex compañero de Gabinete, habrá que bucear en los recovecos mentales que llevan a la exigencia de la recompensa inmediata, que no operan sólo en la ludopatía. Así, no parece probable que los amantes de los maratones de series televisivas sean muy proclives a dilatar, en espera gozosa, la consumación del placer, que, en el caso que nos ocupa, supone esperar diez o más años a la culminación de la obra. Y, ciertamente, estoy con usted a la hora de lamentar la oportunidad pérdida. Ya nos gustaría recibir un encargo semejante. Nada menos que detectar, analizar y proponer soluciones para los grandes problemas sociales, económicos y ambientales de nuestra era. Comprobar hasta qué punto se puede mejorar la vida de nuestros semejantes desde la aportación de las instituciones públicas. Con sus pasos meditados, bien medidos y desde la humildad de reconocer que nadie lo sabe todo, pero, también, desde la convicción de que hay suficiente experiencia y conocimiento en el conjunto de la sociedad como para poder reunir los mejores equipos de científicos y especialistas y dotarles de las herramientas de previsión y análisis más avanzadas desde que el hombre comenzó a caminar sobre la tierra. Una labor, forzosamente alejada de las pulsiones de un político populista, como Pablo Iglesias, que maneja los tiempos en el cortísimo plazo y que se considera en posesión de todas las verdades y, por lo tanto, de todas las soluciones. Eso sí, rápidas, espectaculares, brillantes como fuegos de artificio. ¿Esperar diez años? No cuando hay que salvar a Madrid del fascismo en el próximo cuarto de hora. Aunque, luego, como la cosa se dé mal, haya quie ponerse a la aburrida tarea de gobernar.