La Razón (Cataluña)

El poder de las siglas

- José Aguado Ulises Fuente Esther S. Sieteigles­ias Javier Ors

EnEn Estados Unidos son mucho más dados a los acrónimos y a economizar el lenguaje que nosotros. Cuando trabajas o estás en contacto con angloparla­ntes tienes que conocer al dedillo estas siglas. Recuerdo cuando una fuente de EE UU me preguntó cómo iba. Yo debí contestar con uno de mis ambiguos «saliendo», a lo que él me envío un mensaje en el que sólo ponía «ETA?». Se habrá equivocado, pensé. Si íbamos a hablar de las elecciones de mitad de mandato («midterm» para ellos) a qué venía ahora ese interés por el grupo terrorista vasco. Hice caso omiso, ya lo hablaría en persona persona con él. A los cinco minutos, otro «ETA». Mi yo peliculero comenzó a imaginarse que había conocido a un miembro de la banda terrorista y me estaba advirtiend­o antes de que llegase. ¿Pero qué hacía un etarra en Nueva Orleans? Mi yo periodísti­co lo buscó en Google. Ahí estaba, ETA correspond­ía a las siglas Estimated Time of Arrival (tiempo estimado de llegada). Por suerte, ya estaba solo a diez minutos reales.

Desde entonces, cada vez que leo o escucho unas siglas las intento memorizar. Esta semana he descubiert­o unas nuevas, bastante complejas porque tampoco sé bien qué significan en castellano. Jack Dorsey, el fundador de la red social Twitter, ha vendido su primer tuit por 2,9 millones de dólares. No es que hubiera escrito un valioso poema, simplement­e un: «Justo instalando mi twtter». Hasta está mal escrito. Pero un empresario de Malasia lo ha comparado con La Mona Lisa y por eso no le ha dolido soltar casi tres millones.

La novedad, y aquí llega el acrónimo, es que se lo han vendido como NFT o Non Fungible Token. En castellano, Token no fungible. A día de hoy sigo sin comprender lo que es un token. Los expertos lo definen como un certificad­o digital o un vale para demostrar que un archivo es el primero, el original. Para los escépticos se trata de una nueva burbuja digital a la que los marchantes de arte ya han puesto el ojo. En febrero, un GIF («Graphic Interchang­e Format», Formato de Intercambi­o de Gráficos) de un gatito con un arcoiris, llamado Nyan Cat y creado en 2011, se subastó en Christie’s en la criptomone­da Ether. Finalmente, un comprador anónimo pagó el equivalent­e a 590.000 dólares. A las dos semanas, la histórica casa británica subastó una obra de un artista puramente digital por, redoble de tambores, 69.346.250 dólares. Mike Winkelmann, conocido como «Beeple», ha vendido la obra de arte digital más cara de la historia. «Si todo el mundo lo quiere, entonces tiene valor», ha manifestad­o Winkelmann después de reconocer que nunca imaginó que podría vender su arte.

Y es que en el universo 2.0 cualquiera puede disfrutar de este tipo de arte una y otra vez. Sin embargo, sólo quien ha pagado casi 70 millones de dólares posee el NFT de este collage formado por 5.000 imágenes digitales.

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El GIF de Nyan Cat se subastó en Christie´s por 590.000 dólares
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