Entre el «no efecto Illa» y el boicot a Vox
PP, Cs y el partido de Garriga llevarán al TC la delegación de voto de Lluís Puig (JxCat), fugado en Bélgica
La pseudoparálisis en la que vive inmersa Cataluña desde hace meses se plasmó ayer en el Parlament con un primer debate de investidura agitado y bronco, en el que se acentuaron las distancias entre bloques y partidos también dentro dentro del constitucionalismo. La oposición al independentismo se mueve entre extremos tan dispares como el PSC y Vox pasando por el PP y Cs, con diferencias notables de tono y discurso, de forma y fondo.
La jornada supuso el estreno de Salvador Illa como referente del socialismo catalán en la cámara. Acudió el líder del PSC como ganador de las elecciones con 33 escaños y algo más de 650.000 votos, una victoria histórica e insuficiente, que le ha privado de poder optar a la investidura de la Generalitat pese a sumar los mismos diputados que los republicanos. El «efecto Illa» no ha terminado de cuajar en Cataluña. Pese a ello, el socialista se presentó con el aval de ser el candidato más votado en las urnas y se erigió en «alternativa» en varias ocasiones hasta el punto de asegurar que el «cambio» es «inevitable» y de recordar que existe otra mayoría: «La victoria del PSC el pasado 14 de febrero hace posible la configuración de una mayoría de izquierdas alternativa al continuismo de una mayoría independentista». «Usted ha escogido, y ha preferido seguir parapetado en su cómoda trinchera. Es una postura fácil, pero el precio es una Cataluña paralizada. Quiere repetir un fracaso», le espetó a Aragonès. De hecho, calificó el proyecto independentista y la propuesta de ERC de «temporal, coyuntural y pasajera» y se comprometió a trabajar para liderar la Generalitat a medio plazo.
Y es que Illa alternó los duros reproches a Esquerra por su alianza con la CUP –denunció la cuestión de confianza que deja la legislatura en manos de los antisistema– con momentos más conciliadores. Por ejemplo, ofreció su apoyo para reactivar la mesa de diálogo con el Gobierno a cambio de otro foro en Cataluña y tendió la mano para un pacto de sanidad que dé respuesta a la pandemia.
El otro estreno del día, la irrupción de Vox en el Parlament, estuvo marcado por el boicot del independentismo y el soberanismo en la cámara: cuando Ignacio Garriga subió al estrado en su turno, la mayoría de diputados de Junts, ERC y los comunes, y todos los de la CUP abandonaron la sala en un plantón insólito que confirmó el «cordón sanitario» para aislar a la formación de Garriga en el Parlament suscrito también por el PSC. «Hoy empieza Vox a liderar la oposición frontal al separatismo y a las izquierdas en Cataluña». «Prepárense porque van a tener una legislatura donde quizás ustedes trabajen poco, pero les aseguro que el Tribunal Constitucional trabajará mucho», replicó Garriga en una sala medio vacía.
Una advertencia que Vox ha llevado a la práctica desde el minuto uno y ante el desafío de la presidenta del Parlament, Laura Borràs, y los miembros independentistas de la Mesa permitiendo la delegación del voto de Lluís Puig, diputado de Junts en Bruselas fugado de la Justicia española. La formación anunció que llevará el caso al TC, igual que el PP y Ciudadanos.
Precisamente, la derecha se resituó ayer en el Parlament manteniendo una crítica frontal y férrea al independentismo. De hecho Alejandro Fernández (PP) empezó su intervención con reproches a la propia Borràs por lanzar órdagos contra el Estado desde la cámara y sacarse al mismo tiempo una plaza de funcionaria en la universidad; y continuó cargando contra el «bucle infinito del procés» y la ascendencia de la CUP desde 2015. También afeó la «nefasta» gestión económica del Govern independentista y defendió un modelo educativo basado en el bilingüismo.
Antes, Ciudadanos, que ha pasado de 36 a 6 diputados, incorporó una nueva idea en su discurso: denunció con dureza que Aragonès no defienda a los Mossos d’Esquadra tras el pacto con la CUP y criticó que ambos quieran revisar el modelo de orden público en el Parlament.