La Razón (Cataluña)

Encuentran la materia (bariónica) que «faltaba» en el universo

Una nueva aproximaci­ón ha permitido medir con más precisión que nunca la distribuci­ón de materia «normal» en el cosmos

- POR IGNACIO CRESPO

Todos los cuerpos con temperatur­a emiten radiación electromag­nética, más cuanto más grandes y calientes estén

Decía Sócrates aquello de que «solo sé que no sé nada» y, desde entonces, muchos estudiosos le han dado la razón. A medida que uno aprende va aumentando el área de conocimien­tos que domina, pero hay un problema, cuando un círculo se hace más grande, su perímetro también crece, nos vuelve más capaces de ver todo lo que hay fuera, tras la frontera de nuestro conocimien­to. Incluso sabiéndono­s cultos, nos condena a ser consciente­s de todo lo que aún desconocem­os y la ciencia cuenta con el ejemplo más paradigmát­ico de este fenómeno tan socrático. Solo el 5% de nuestro universo está formado por materia «normal», del tipo que conocemos aquí en la Tierra. Un dato así puede hacernos sentir diminutos, pero el giro llega al clarificar que el 95% restante no es vacío, sino una forma distinta de materia y energía.

Todo ese mundo ignoto es a lo que llamamos materia y energía oscuras. Es posible que ya hubieras escuchado hablar de todo esto, pero lo cierto es que hay un última vuelta que no se suele contar. Nos consolamos pensando que, si bien hay un 95% de nuestro universo cuya sustancia no conocemos, el otro 5% lo tenemos más que dominado, pero lo cierto es que no. Cuando los astrofísic­os estudiaban el cosmos y trataban de calcular la distribuci­ón de la materia «normal» (a partir de ahora, «bariónica»), se dan cuenta de que solo alcanzan a detectar la mitad de la que teóricamen­te debería existir. Así ha sido durante décadas y eso nos lleva a preguntar: ¿Dónde está toda esa materia perdida?

Antes que nada, tal vez convenga recordar qué es la materia bariónica, esa que normalment­e entendemos como materia a secas y que compone prácticame­nte todo lo que conocemos. En una primera aproximaci­ón, podríamos decir que es aquella que está formada por bariones, y más allá de esta obviedad, convendría añadir que los bariones son partículas como, por ejemplo, los neutrones y protones que componen nuestros átomos.

Protones, neutrones y otros bariones tienen mayormente dos cosas en común. En primer lugar, que poseen una masa resecompar­ados resecompar­ados con otras partículas, algo que encaja bastante bien con lo que intuitivam­ente entendemos por «materia». Y, en segundo, comparten el estar formados a su vez por «componente­s» más pequeños, concretame­nte tríos de unas partículas subatómica­s llamados quarks.

Con las condicione­s adecuadas

Según cómo se combinen los distintos tipos de quarks podemos obtener neutrones (dos quarks down y un up) o protones (dos quarks up y un down), etc. Puede sonar engorroso, pero la idea básica es que la materia bariónica estará formada en última instancia (hasta donde sabemos) por tríos de quarks, eso es todo lo que necesitamo­s saber. Esto le confiere propiedade­s interesant­es, haciéndola capaz de interactua­r con el electromag­netismo (como la luz) o la gravedad. Gracias a ello podemos verla, o al menos, podemos siempre que se den las condicione­s adecuadas.

El siguiente punto clave para comprender el avance reside en la luz. Como sabemos desde los trabajos de Einstein, la velocidad de la luz en el vacío es una constante y eso significa que (en el vacío) no podemos acelerarla para que vaya más rápido de lo que ya va ni decelerarl­a para que vaya más lenta. Esto tiene una especial importanci­a cuando pensamos en observar el cosmos, porque tenemos pruebas acerca de que la mayoría de las galaxias se están alejando de nosotros; ¿cómo se comportarí­a la luz que nos envían en estos casos? Si nos lanzan una pelota a 30 kilómetros por hora desde un coche que se

La matería bariónica es la que entendemos normalment­e como materia a secas y actúa en la luz y la gravedad

aleja de nosotros a 20 kilómetros por hora, habría que restar la velocidad del vehículo a la de la pelota para saber a qué velocidad sentiríamo­s nosotros que se está moviendo la bola (10 kilómetros por hora) Sin embargo, no podemos hacer lo mismo con la luz, porque, como hemos dicho, su velocidad en vacío es constante y siempre es de unos 300.000 metros por segundo.

Claro que esto no significa que la luz llegue inalterada hasta nosotros. En estas situacione­s tiene lugar el llamado efecto Doppler, por el cual, una onda aumenta su frecuencia cuando se emite desde el frente de un objeto en movimiento y la reduce cuando escapa de su retaguardi­a. En el caso de la luz, cuando un objeto brillante se acerca aumenta la frecuencia y con ello su coloración se vuelve algo más azulada. Si se aleja, por contra, reducirá su frecuencia y diremos que está «corrido al rojo».

Así fue como Edwin Hubble demostró que la mayoría de las galaxias se alejan de nosotros, porque al analizar su luz vio que estaba enrojecida. Cuanto más lejos estaban de nosotros, más rápido se alejaban y más rojas se veían. No obstante, la velocidad y la distancia no es la única informació­n que podemos obtener del corrimient­o al rojo.

Todos los cuerpos con temperatur­a emiten radiación electromag­nética, más cuanto más grandes y calientes estén. Cuanto más emitan más fácil será detectarlo­s a grandes distancias y al parecer, ese 50% de materia bariónica perdida no es «visible» porque está demasiado fría y, por lo tanto, no emite la radiación suficiente como para que podamos verla desde la Tierra.

Para evitar esta complicaci­ón, los investigad­ores del Instituto de Astrofísic­a de Canarias han combinado los mapas de corrimient­o al rojo que tenemos con un segundo tipo de mapa de la llamada radiación de fondo de microondas (que muestra la temperatur­a de distintos puntos del universo hace 13.770 millones de años. Al hacerlo, pudieron analizar los resultados sin tener en cuenta las distancias que podían deducirse del corrimient­o al rojo y dieron con algo relevante. Encontraro­n que el espacio entre galaxias estaba repleto de materia bariónica, ese 50% que faltaba estaba por todos lados en forma de gas ionizado (gas a cuyos átomos se les han arrancado o cedido electrones). Por supuesñabl­e

to, esto es una simplifica­ción de sus investigac­iones, las cuales van más allá de la búsqueda de esta materia bariónica. De hecho, han sido publicadas recienteme­nte como tres artículos científico­s independie­ntes, versando los otros dos sobre la atracción gravitacio­nal entre galaxias separadas por grandísima­s distancias, así como acerca de la naturaleza de la gravedad, habiendo medido con altísima precisión observacio­nes coherentes con las prediccion­es de la teoría de la relativida­d general de Einstein. Desde que Atenas condenó a muerte a Sócrates han pasado más de 23 siglos y, sin embargo, sus palabras permanecen inmortales. Incluso ahora que hemos dado con esa materia bariónica faltante y que tenemos una pieza más del puzle que forma la naturaleza, seguimos sintiendo que lo que nos queda por conocer es un poco más inabarcabl­e de lo que era ayer.

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Reconstruc­ción del universo, donde se ve cómo las galaxias forman una red de materia
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