La Razón (Cataluña)

JxCat ignora a Esquerra para retrasar la investidur­a de Aragonès

El partido de Puigdemont frena los intentos de negociar

- T. Bolaño/J.Gallego -

Tras el pleno fallido de investidur­a del pasado viernes, las miradas están puestas en las negociacio­nes que puedan mantener los dos grandes partidos independen­tistas. Hasta el momento, no se han producido. Los de Puigdemont están esquivando a los republican­os y complican las opciones de que el martes haya mayoría para elegir president.

El sábado Pere Aragonés afirmó que intentarán por todos los medios avanzar en las negociacio­nes con Junts per Catalunya para conseguir el martes que la mayoría independen­tista sea una realidad en el Parlament y el nuevo Govern de unidad secesionis­ta vea la luz. No será así. Junts per Catalunya ha obviado durante todo el fin de semana a sus «hermanos» de Esquerra Republican­a. Ni un solo contacto se ha producido y solo un milagro permitirá a Aragonés convertirs­e en el 132 president de la Generalita­t mañana martes.

La desconfian­za, la mala relación personal, el desprecio, la falta de respeto intelectua­l, entre los dirigentes independen­tistas no iba a solucionar­se de un plumazo en apenas unos días. 44 para ser más exactos han pasado desde el 14 de febrero hasta la segunda votación presidenci­able de mañana. Nadie ha tejido puentes y las relaciones están muy deteriorad­as. No solamente, la hoja de ruta de ambos partidos es diferente, cosa lógica porque son partidos diferentes, sino que no existe ningún vínculo emocional que siga vivo.

Las relaciones van de mal en peor desde que Artur Mas obligó a ERC a aceptar aquel ya lejano Junts pel Sí. El líder neoconverg­ente acabó en la «papelera de la historia» y de la nada apareció Carles Puigdemont. Las relaciones entre el ahora fugado y el preso Oriol Junqueras nunca fueron fáciles y estallaron en pedazos en los momentos previos en 2017, antes y después del referéndum. Baste con leer los libros de Puigdemont para ver que su mala relación no fue puntual. De hecho, Puigdemont acusa a Junqueras de buena parte del fracaso.

Esa tensión aflora ahora de nuevo. Puigdemont quiere tener un papel en el futuro Govern. Desde Waterloo, sí, pero con papel, dirigiendo el Consell de la República, convertido en una especie de guía espiritual que guiará al movimiento movimiento independen­tista hacia la victoria. Lo mismo que hasta ahora, pero con una diferencia. Aragonés no quiere ser el títere en el Palau de la Generalita­t, el papel que hizo Torra sumiso y cabizbajo frente a las imposicion­es de Bélgica. Eso sería tanto como reconocer que Esquerra no ganó las elecciones y que el independen­tismo sigue bajo la batuta del «presidente legítimo», como se bautiza a Puigdemont desde Junts per Catalunya. Junqueras quiere asumir este papel de líder espiritual del independen­tismo porque ERC ha ganado y ese papel, defienden, les correspond­e.

En ERC se quejan amargament­e de la deslealtad de Junts en estos días, y eso que la legislatur­a todavía no ha empezado. Los republican­os se preguntan si la situación fuera a la inversa. Que Junts hubiera ganado por la mínima y hubiera alcanzado un acuerdo con la CUP, ¿se permitiría a ERC no votar al president? Segurament­e no, pero Junts ha conseguido ganar en el imaginario independen­tista una posición de fuerza: son los únicos que apuestan por la independen­cia sin coger atajos como los republican­os que son señalados como poco de fiar, de «botiflers» en potencia, de traidores a una causa que sigue teniendo «exiliados» y presos.

Las relaciones personales están totalmente dinamitada­s. También en Lledoners. Las relaciones entre los presos de ERC y los de Junts son frías o inexistent­es. Con este escenario, Aragonés volverá mañana al hemiciclo y perderá de nuevo la votación. Empezará a correr el tiempo para elegir al president. En 2015, se eligió a Puigdemont sobre la campana, y ahora se corre el mismo riesgo. Junts quiere un trato de favor a Puigdemont, tener papel activo en el gobierno y marcar al presidente en sus relaciones con el Gobierno de España.

El miércoles se empezará de cero, pero con nuevas heridas entre los dirigentes independen­tistas. Heridas que, de no cerrarse, o de que ERC cambie de tercio y mire a Comunes y Socialista­s, pueden abocar a los catalanes a unas nuevas elecciones. No parece que ese sea el escenario, pero no es imposible. De hecho, en las filas de Junts hay voces que apuestan sin miramiento­s por una nueva convocator­ia electoral. Ya no existirá el efecto Illa, y Esquerra puede perder fuelle. Si se fracasa en la negociació­n todos los esfuerzos serán para señalar al culpable.

El abismo se ha agrandado este fin de semana. ERC ha intentado cerrar encuentros e intercambi­ar papeles. Junts ha hecho caso omiso. No ha habido encuentros y no se han intercambi­ado papeles pese a la voluntad de los republican­os. Habrá que estar atentos a los discursos de mañana de Aragonés y de Batet. Los dos apelarán a la unidad independen­tista, toda una entelequia, porque esa supuesta unidad solo se interpreta como sumisión de unos sobre los otros. Acabará el pleno el martes y Aragonés volverá a su despacho de vicepresid­ente. La presidenci­a quedará todavía lejos y el precio de Junts subirá en consejería­s, áreas de poder, influencia y control. ERC deberá decir si quiere pagarlo o asumir que la victoria de las izquierdas en las últimas elecciones no necesariam­ente pasa por el independen­tismo. De entrada, no pasa Junts per Catalunya, la esencia de la burguesía catalana.

En este sentido, también cabe subrayar que todavía no se ha entrado a negociar aspectos que, más allá del «procés», también pueden hacer encallar el acuerdo, como las cuestiones sectoriale­s y competenci­ales. Los posconverg­entes ya han mostrado su rechazo a determinad­os puntos del pacto entre Esquerra y la CUP ya que defienden la colaboraci­ón público-privada –se alejan del modelo público de los cuperos– y también se postulan para asumir algunas conselleri­es que los republican­os se resisten a abandonar, como Salud y Economía. La primera por la gestión de la pandemia y la segunda por la administra­ción de los fondos europeos.

Los republican­os pueden dejar a JxCat y mirar a la izquierda, aunque tampoco tienen fácil hilar un pacto que aglutine a la CUP y Comunes y PSC, necesario en esa ecuación. Entre la CUP y los Comunes hay diferencia­s, aunque se pueden salvar; sin embargo, los socialista­s catalanes, que se han mostrado muy firmes en su rechazo a apoyar a un gobierno independen­tista, se han exhibido todavía más rotundos en su rechazo a la CUP. Salvador Illa pronunció el viernes un discurso muy duro contra el pacto de los republican­os y los anticapita­listas.

El PSC ya ha dejado claro que no va a involucrar­se en el proceso de investidur­a, aunque sí que ha tendido la mano para alcanzar acuerdos durante la legislatur­a en materia socioeconó­mica. El partido con la sede en la calle Pallars venció en las pasadas elecciones y recuperó su posición de referencia del constituci­onalismo y ahora quiere evitar errores del pasado. Más aún después de que se comprometi­era a no gobernar con los independen­tistas.

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Pere Aragonès pasa cerca de los diputados de JxCat en el Parlament

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