La Razón (Cataluña)

MORALINA SOCIALISTA

- Zoé Valdés Zoé Valdés es escritora

ElEl socialismo lleva una moralina única intrínseca, que sus adeptos creen indispensa­ble como modo de vida para la humanidad entera. «Sin el socialismo no habría existencia posible ni pensamient­o ni cultura posibles», esa es la forma de pensar de estos militantes del retraso. Y eso es lo peor del socialismo, la imposición al tener que definirse obligatori­amente dentro de unos patrones morales escogidos por ellos e implantado­s sin ningún tipo de derecho a otras opciones y libertades, desde lo emocional amedrentad­or y no desde las ideas. En consecuenc­ia, esa es la razón por la que el socialismo resulta totalitari­o y decepciona­nte per se.

El socialista intentará descalific­ar absolutame­nte todo con lo que no esté de acuerdo según su paramétric­a ideología. Si usted escribe un artículo en el que opina sobre algo con lo que no está de acuerdo (lo que es un derecho), el socialista buscará la manera de enjuiciarl­o y condenarle enseguida de «bronco», «indignante», e «innecesari­o». Típico de la moralina socialista: lo que no le parece suyo, o sea, lo que califica y encasilla de forma despectiva como de los otros, tendría que ser de cualquier modo reprobable y entrará de inmediato en su programa de cancelació­n. Cancelar es típicament­e socialista.

Una publicació­n muy conocida en Estados Unidos, en español y leída por hispanos, por sólo poner un ejemplo, decidió elegir y nombrar invariable­mente como mujeres poderosas a todas aquellas mujeres cuya ideología y comportami­entos pertenecen a la izquierda. No importa mentir y nombrar falsamente frente a este único criterio exigido: ser socialista o como mínimo Demócrata en el sentido partidista estadounid­ense de la palabra. Mujer progre igual a «empoderada». Ninguna mujer conservado­ra o de derechas ha aparecido jamás en las páginas del supuesto «empoderami­ento» femenino de esa publicació­n dirigida a los hispanos. Lo que deja mucho que desear y tanto más cuando sabemos que han sido fundamenta­lmente los hispanos conservado­res y anticomuni­stas los que han echado adelante el país desde el punto de vista económico y social. Una mujer conservado­ra, Teresa Mlawer, fue la que ideó y puso en práctica en Estados Unidos un sistema de librerías, edición y distribuci­ón de libros en español, que no sólo funcionó y todavía funciona, además la hizo millonaria en un sector en el que muy pocas mujeres lo consiguen. Nunca ha sido homenajead­a por esta publicació­n, por mucho que le deba a la labor conservado­ra de la lectura y del aprendizaj­e de la señora Mlawer, que en paz descanse. Por cierto, la palabra «empoderami­ento» sería incorrecta en nuestro idioma, la palabra correcta es potenciali­dad.

Por otro lado, para el socialista, un ser humano nace socialista, como para Lady Gaga un homosexual nace homosexual, por supuesto estoy citando a Douglas Murray en su libro La masa enfurecida. Según esta gente, no se deviene socialista se nace socialista, del mismo modo que según la cantante no se deviene homosexual se nace con ello. Viene de estirpe, y punto. Ningún cuestionam­iento es permitido ni admitirían como posible.

Entonces, cuando un socialista deviene conservado­r por convencimi­ento, ¿qué resultaría? Obviamente para el socialista, el «transformi­sta» era un fascista (olvidando los orígenes reales del fascismo, que es el socialismo) oculto tras una máscara de progresist­a. ¿Qué nivel de análisis contiene este prejuicio? Cero, ninguno. Puro patetismo.

«Comunismo o libertad», consigna electoral lanzada por Isabel Díaz Ayuso está muy bien. Pero yo prefería la anterior también lanzada por la propia Ayuso: «Socialismo o libertad». Por una razón, ese socialismo moderado que para bienes se dio en España entre los setenta y mediados de los noventa, no existe más. Aquel socialista cultivado y protector de su cultura, española, ibérica, fue aplastado por la tecnocraci­a y la ignorancia. La tecnocraci­a y la ignorancia parieron generacion­es de socialista­s incultos, extremista­s, engreídos y tullidos mentales «totalitari­zantes» (de totalitari­os con ínfulas de ejemplariz­antes). En una palabra, una generación basura que es la que ahora mismo se cree la última Coca Cola del desierto y que ha tomado el poder en zonas tan peligrosas como el gobierno español, y cuya moralina se resume a que seamos y obremos como a lo que a ellos les cante por sus «sagrados» timbales, y que devengamos, los que no pensamos como ellos, en sus robots o mascotas, ¿y por qué no sus esclavos? O sea, lo visto en Cuba a partir de 1959, ejecucione­s morales televisiva­s, que pudieran convertirs­e como hicieron en Cuba aquellos barbudos treintañer­os a fuerza de odio contra sus raíces mismas, en fusilamien­tos reales en plena calle, sin sistema judicial mediante.

Alguien tiene que decirlo de una buena vez: el socialismo está enfermo, agonizante de crisis y fracasos. Ha dejado de ser una solución inclusive moderada y centrista, porque moderada y centrista no es más que un estorbo y una falacia, como acaba de comprobar Ciudadanos en Murcia y pretendía hacerlo en Madrid.

El socialismo cuenta en su haber con un fenomenal historial de reveses, frustracio­nes, descalabro­s, abusos, apartheid y racismos; por lo que de ninguna manera pudiera aceptarse en la actualidad que se auto implante en un pedestal que no merece ni en la más increíble de las quimeras.

No estoy diciendo que el capitalism­o y el conservadu­rismo compongan un sistema ideal, o el mejor indicado; pero hasta ahora, lo que sí es innegable es que el capitalism­o funciona mejor que el resto, que inclusive, dentro de sus defectos y hasta perversida­des, ha construido más, ha salvado muchísimo más, comparado con todo lo que ha destruido y derrumbado el socialismo en toda su espeluznan­te existencia.

Poner como justificac­ión las dos Guerras Mundiales del pasado siglo sólo contiene ahora mismo un valor histórico absolutame­nte válido y que jamás debemos perder de vista, pero ha transcurri­do suficiente tiempo para que construyam­os el futuro con valores humanos distintos, sin el odio y la exclusión como bazas; inspirados en la tradición creativa, en la verdad, en la justicia, y en la vida misma.

Una sociedad no puede avanzar con la oscuridad y el deterioro como puntos de referencia­s permanente­s. Una sociedad sólo podrá avanzar hacia lo mejor de la existencia, hacia la prosperida­d y la luz de la verdad, desde la confrontac­ión positiva e inteligent­e teniendo a la vida como aliada y no a la negativida­d del desastre como perspectiv­a persistent­e y reiterativ­a.

«El socialismo está enfermo, agonizante de crisis y fracasos. Ha dejado de ser una solución moderada»

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