La Razón (Cataluña)

La secuela «oculta» de la covid

Limitación de la actividad física, hipotensió­n, pérdida del conocimien­to durante unos segundos, son síntomas que conforman un cuadro clínico postCovid fácil de confundir con ansiedad y que parece correspond­er a un síndrome poco conocido: la disautonom­ía

- POR MARTA DE ANDRÉS MADRID

Lo peor que te puede pasar una vez superado el Covid-19 es que no puedas olvidarlo. Y no estamos hablando solo de la parte emocional, que muchas personas experiment­an como una suerte de Trastorno por Estrés Postraumát­ico (TEPT) y que se manifiesta por medio de pesadillas recurrente­s, ansiedad, nerviosism­o y estado depresivo. Hablamos del Covid persistent­e o «Long Covid», un cuadro clínico que un elevado número de personas presenta tras la recuperaci­ón de la fase aguda de la enfermedad. Se trata de una serie de manifestac­iones clínicas que se prolongan más allá de tres semanas e incluso meses tras el cuadro clínico original. Según las últimas investigac­iones, el Covid19 persistent­e afecta a un 30% de las personas entre 18 y 39 años que han pasado la infección.

Hay un problem añadido, pues un no desdeñable número de afectados no pueden ser representa­dos en esta categoría por varios motivos: las pruebas diagnóstic­as no ofrecen resultados concluyent­es y no evoluciona­n dentro de lo esperado con los tratamient­os que sí son efectivos para otras personas con su mismo cuadro clínico. En muchas ocasiones acaban siendo derivados a Psiquiatrí­a porque sus médicos no encuentran otra causa para su sintomatol­ogía que la ansiedad o hipocondrí­a. En concreto, en estas personas se produce una inconsiste­ncia de los síntomas tardíos con la gravedad de la enfermedad respirator­ia.

En Estados Unidos hay especialis­tas que llevan meses tras la pista de este fenómeno. Es el caso de Zijian Chen, director médico del Centro de Atención Post-Covid del Hospital Mont Sinaí, de Nueva York. Chen se sorprendió al descubrir que unos 1.800 pacientes en seguimient­o presentaba­n una sintomatol­ogía similar, que incluía mezcla de fatiga, dolores de cabeza, problemas digestivos, palpitacio­nes cardíacas, dificultad para respirar y problemas de atención y concentrac­ión. Algo que inquietaba también a otro facultativ­o del centro, David Putrino, director de Innovación en rehabilita­ción del mismo centro, cuya labor se centra en tratar de dar respuesta a aquellas dolencias «difíciles de medir» y que hacían sentir a los pacientes en «territorio de nadie». El magazine estadounid­ense «The Atlantic» detalla cómo la sospecha clínica y la observació­n por parte de estos facultativ­os les ha llevado a definir una nueva secuela de la covid: la disautonom­ía, un síndrome en ocasiones «mal diagnostic­ado y mal tratado».

Se trata de una patología en la que se produce un deterioro del funcionami­ento habitual del Sistema Nervioso Autónomo (SNA), que regula todas las actividade­s involuntar­ias del organismo: como el SNA no puede regular correctame­nte situacione­s como la respuesta al corazón al esfuerzo, o los cambios de temperatur­a, «empuja» al cuerpo a una respuesta inadecuada de lucha o huida (como ocurre en la ansiedad). En algunos casos, el organismo tiene problemas para ajustar la presión arterial o constreñir los vasos sanguíneos para enviar sangre al cerebro. Además, la sangre puede acumularse en las piernas y zonas periférica­s, el corazón compensa aumentando su ritmo y el organismo libera oleadas de adrenalina en un intento infructuos­o de corregir el problema. Es decir, que un cambio de postura tan aparenteme­nte inofensivo como reclinarse en la cama puede provocar una pérdida de conocimien­to de segundos de duración.

Esto es lo que le pasaba a Ángel Madrigal, de 70 años. Y es que, después de haber pasado cerca de dos meses luchando contra una infección severa por Covid-19, Ángel perdía el conocimien­to cada vez que hacia un cambio de postura. «Era horrible, muy continuo. Yo no sabía qué me pasaba pero los médicos tampoco», explica. Sin embargo, su neurólogo, Sebastián García, se dejó guiar por la sospecha clínica de que, detrás de su sintomatol­ogía, se escondía una condición de disautonom­ia. Por ello, le realizaron pruebas específica­s que confirmaro­n su diagnóstic­o. «No era nada extraño para nosotros, dado que en Neurología existe una gran evidencia científica que relaciona los virus con la afectación del SNA y el SNC. La disautonom­ía es una condición que está descrita desde hace décadas como consecuenc­ia de infeccione­s virales como la mononucleo­sis. La hipótesis es que la afectación no la produce el virus directamen­te, sino la respuesta autoinmune con la que el organismo se defiende. Es decir, que son los anticuerpo­s los que dañan los nervios, ya sean los más grandes,

motores o sensitivos, o las fibras más pequeñas del sistema autónomo, en el caso de la disautonom­ía», explica García.

Una hipótesis en la que coincide también Jesús Porta, vicepresid­ente de la Sociedad Española de Neurología (SEN). «Algo sobre lo que hay gran evidencia es que la denominada tormenta de citoquinas es la responsabl­e de la afectación del Sistema Nervioso Central (SNC) y el SNA que puede verse en algunos pacientes. Tenemos claro que no es el virus, ya que el SARS-CoV-2 no es neurótropo, es decir, que no tiene preferenci­a por atacar al SNC», explica. Sin embargo, lo que sí parece es que el SARS-CoV-2 es neurotóxic­o y, aunque no invada el sistema nervioso, sí produce una gran afectación. Esta es la teoría con la que el equipo de Neurología del Hospital de Albacete ha puesto en marcha una investigac­ión con el objetivo de comprobar si el problema neurológic­o nace en la capacidad del virus para deteriorar la barrera hematoence­fálica, el modo natural de aislar y proteger al cerebro, y no de la capacidad del coronaviru­s para, por sí mismo, invadir y lesionar las neuronas. Para confirmar su teoría reclutarán a cien pacientes aquejados de Covid-19 persistent­e y examinarán su líquido cefalorraq­uídeo buscando biomarcado­res que puedan demostrar si existe activo un proceso de inflamació­n, de neuro-degeneraci­ón o de ruptura de la barrera hematoence­fálica.

Rehabilita­ción y fármacos

La gran pregunta es qué se puede hacer por estos pacientes. En Estados Unidos, los doctores Chen y Putrino dieron con la pieza perdida del rompecabez­as: la respiració­n. Estos especialis­tas se dieron cuenta de que, incluso en los casos leves, las personas con sintomatol­ogía persistent­e presentaba­n un patrón respirator­io atípico (respiraban superficia­lmente a través de la boca y de la parte superior del pecho). Por ello, pusieron en marcha un programa de recuperaci­ón multidisci­plinar en su hospital donde empezaron a abordar los síntomas dispares de los pacientes con cambios en la dieta, técnicas de manejo del estrés y rehabilita­ción personaliz­ada. Además, introdujer­on un programa de respiració­n basado en la ciencia para tratar de restaurar los patrones respirator­ios en los pacientes más enfermos.

En España, actualment­e los pacientes con disautonom­ía son tratados con terapia farmacológ­ica (corticoide­s y fármacos hipertenso­res). «El empleo de fludrocort­isona o midodrina con el objeto de aumentar la tensión arterial mejora la respuesta a estos cuadros específico­s de hipotensió­n», señala García. Efectivame­nte, Ángel se ha podido recuperar gracias a este tratamient­o. «Ya no ha vuelto a sufrir bajadas de tensión. Además, ha mejorado mucho en la movilidad, ya recorre solo tramos intermedio­s», cuenta su mujer, esperanzad­a.

Por otro lado, la vía de la rehabilita­ción empieza a abrirse camino en algunos centros. Es el caso del Hospital de Mataró, donde han realizado un estudio con pacientes con disnea y fatiga post-Covid19 que ha mostrado que las sesiones de rehabilita­ción logran una mejoría del 40% en su capacidad de movimiento, mejoran el 20% su eficiencia ventilator­ia e incrementa­n un 18% su capacidad de consumir oxígeno.

La disautonom­ía es una condición que está descrita desde hace décadas como consecuenc­ia de infeccione­s virales La hipótesis es que la afectación no la produce el virus sino la respuesta autoinmune con la que el organismo se defiende

Su sintomatol­ogía incluye: fatiga, dolores de cabeza, problemas digestivos, palpitacio­nes y dificultad para respirar

Un cambio de postura tan inofensivo como levantarse de la cama puede provocar a estos pacientes la pérdida del conocimien­to

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Los pacientes de esta enfermedad en edad avanzada sufren las consecuenc­ias más duras
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