La Razón (Cataluña)

Biden sale de Afganistán y pone fin a la guerra más larga de EE UU

Washington coordina con la OTAN la retirada total de las tropas en Afganistán antes del 11-S. «Es hora de que las tropas estadounid­enses regresen a casa», promete el demócrata

- Julio Valdeón -

Un 7 de octubre de 2001 el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anunciaba los primeros ataques aéreos de las tropas estadounid­enses en Afganistán. Llegaban como represalia después de los brutales atentados de Al Qaeda, la organizaci­ón terrorista liderada por Osama Bin Laden, y que encontró un santuario en el país de los talibanes. Arrancaba la llamada «Operación Libertad Duradera». Veinte años después, y desde el mismo despacho, otro presidente, Joe Biden, anunció el fin de la aventura. Ni la caída del régimen talibán ni la muerte de Bin Laden, ni la participac­ión de tropas de tantos países aliados ni el apoyo de la ONU lograron enderezar un país atravesado por las fidelidade­s tribales, pastoreado por los señores de la guerra y podrido por el caudal ingente del tráfico de opiáceos. Bush vino y se fue, igual que Hamid Karzai, llegó Barack Obama, le sucedió Donald Trump y sólo ahora, dos décadas más tarde, EE UU ha decidido retirar todas sus tropas de una vez para siempre.

Biden explicó que había heredado un acuerdo firmado entre la Casa Blanca de Trump y los talibanes, y que obligaba a abandonar el país antes del 1 de mayo. Haciendo honor a esa promesa, pero convencido de que los plazos eran inasumible­s, la retirada se prolongará hasta el 11-S. «No podemos continuar el ciclo ni extender o expandir nuestra presencia militar en Afganistán con la esperanza de crear las condicione­s ideales para nuestra retirada, esperando un resultado diferente».

Para Biden, no es casual ni accesorio que sea el cuarto presidente, dos republican­os y dos demócratas, que ejerce con las tropas desplegada­s en Afganistán. También añadió que había hablado con el ex presidente Bush y que, más allá de sus desavenenc­ias, ambos comparten su respeto absoluto y su deuda de gratitud con los militares que durante estos veinte años de guerra han pagado un alto precio por defender a EE UU. «No pasaré esta responsabi­lidad a un quinto presidente», indicó.

«Después de consultar de cerca con nuestros aliados y socios, con nuestros líderes militares y profesiona­les de inteligenc­ia, con nuestros diplomátic­os y expertos en desarrollo, así como con el Congreso y la vicepresid­enta, he llegado a la conclusión de que es hora de poner fin a la guerra más larga de EE UU. Es hora de que las tropas estadounid­enses regresen a casa». Biden prometió que su país seguirá apoyando tanto al Gobierno de Afganistán y trabajando en el frente diplomátic­o, reorganiza­ndo y robustecie­ndo la respuesta antiterror­ista al tiempo que seguirán «capacitand­o y equipando a casi 300.000 personas» que, añadió, «continúan luchando valienteme­nte en nombre de su país y defendiend­o al pueblo afgano».

En opinión de la Casa Blanca nada justifica mantenerse otros veinte años en el país asiático ni tampoco garantiza que la presencia militar estadounid­ense garantiza una paz negociada. Los críticos responde que en Afganistán chocan dos concepcion­es del mundo antagónica­s y que el polvorín nacional garantiza más inestabili­dad. Incluso pudiera ser que el terrorismo vuelva a hacerse fuerte. Y está la situación de los millones de afganos que dejan atrás, previsible­mente sometidos a la tiranía talibán.

El Gobierno espera llevar a buen puerto las conversaci­ones de paz iniciadas por la Administra­ción Trump. Pero el Gobierno ha concluido que no hay solución militar posible en un país que fue capaz de soportar la invasión consecutiv­a de las dos grandes potencias mundiales desde el final de la Segunda Guerra Mundial, primero la Unión Soviética y posteriorm­ente EE UU.

La senadora demócrata por New Hampshire, Jeanne Shaheen, está «muy decepciona­da» con el presidente y con su «decisión de establecer una fecha límite en septiembre para alejarse de Afganistán. EE UU ha sacrificad­o demasiado para traer estabilida­d a Afganistán como para dejarlo sin garantías verificabl­es de un futuro seguro». Entiende que la medida «socava nuestro compromiso con el pueblo afgano, en particular con las mujeres afganas». Todavía resuenan las palabras del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenber­g, cuando reaccionó a la promesa de Trump de abandonar Afganistán antes del 1 de mayo advirtiend­o de que el país pudiera convertirs­e, de nuevo, en una «una plataforma para que los terrorista­s internacio­nales planifique­n y organicen ataques».

La guerra más larga en la historia del país ha terminado. Ahora toca comprobar si la paz venidera no será la guerra por otras vías.

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REUTERS Soldados estadounid­enses en la provincia afgana de Kandahar en junio de 2011

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