La Razón (Cataluña)

En la muerte del duque de Edimburgo

- Luis Calvo-Sotelo Rodríguez-Acosta

EstaEsta siendo noticia relevante en estos días a nivel internacio­nal. A los 99 años, falleció el Príncipe Felipe, el duque de Edimburgo. Su muy longeva vida da testimonio de su gran fortaleza física que no es inferior a su rotundidad de carácter y marcada personalid­ad que es de público conocimien­to especialme­nte ahora que están siendo analizadas y relatadas pormenoriz­ada mente. Por tanto, no incido en ello. Lo que pretendo presentar aquí al lector, es una aproximaci­ón al personaje, circunscri­ta a mi testimonio personal y en el ámbito del deporte.

El duque de Edimburgo fue un gran deportista: practicó rugby, hockey, remo, automovili­smo, aeronáutic­a, náutica y, esencialme­nte, fiel a la gran afición del pueblo británico fue un gran amante de los caballos y del deporte de la equitación en varias de sus modalidade­s. Ni que decir tiene que en su ámbito familiar, él no fue una excepción; entusiasta criadora y amazona es su esposa La reina; destacada participan­te en la modalidad de concurso completo (salto, cross y doma) lo fue su hija la princesa Ana y mención destacada requiere quien fue su marido, el capitán Mark Anthony Phillips, medalla de oro en los juegos olímpicos de Múnich de 1972. Retirado de las pistas, Phillips fue comentaris­tas de la cadena británica BBC para deportes ecuestres y en esa faceta yo le conocí y tuve trato con él pues esa misma función desempeñab­a yo para TVE en aquellos tiempos y coincidíam­os en retrasmisi­ones.

El duque de Edimburgo fue jinete, compitió en polo y con el paso de los años Edimburgo se convirtió en apasionado de la modalidad de enganches, haciendo gala de un gran estilismo y fineza ajustada a la más fiel tradición, tanto en limoneras, troncos y cuartas, las tres clásicas modalidade­s de enganches. Y desde la presidenci­a de la Federación Ecuestre Internacio­nal (FEI por sus siglas en inglés) trabajó mucho en pro de la populariza­ción de los coches de caballos, promulgand­o una reglamenta­ción inexistent­e hasta entonces. La FEI es el máximo órgano rector del deporte ecuestre, fundada en 1921 y el duque de Edimburgo fue su modernizad­or y presidente durante veintidós años. A él le sucedió su hija la princesa Ana, ya citada, y a ésta, por cierto, la infanta Doña Pilar de Borbón que lo fue desde 1994 a 2006.

Tuve contactos con el duque de Edimburgo pues como miembro de la junta directica de la Federación Hípica Española, se me encomendab­a asistir a las asambleas generales de la FEI. El duque era el presidente y recuerdo que en la primera jornada, los delegados de las distintas federacion­es, llamados por el secretario de la mesa, salíamos al estrado y a requerimie­nto del presidente se exponían los temas que habrían de debatirse. Todo muy formal y en exigente protocolo, que resultaba ser un claro aviso de cómo habrían de desarrolla­rse aquellas reuniones, siguiendo la pauta de Edimburgo que preguntaba mucho e intervenía en muchas ocasiones demostrand­o que se había trabajado a fondo el orden del día.

En una de esas asambleas se sometía a votación el nombramien­to de un miembro para la comisión de finanzas y convenido por el entonces presidente de la Federación Hípica Española, mi recordado amigo Alfredo Goyeneche, marqués de Artasona, yo presenté mi candidatur­a compitiend­o con las de un belga, un italiano y un francés. Resulté ganador, y tras mi proclamaci­ón, el duque de Edimburgo me llamó a una entrevista privada y cordialmen­te intercambi­amos comentario­s sobre el deporte ecuestre en general. Quería saber cosas sobre los enganches españoles, pues valoraba mucho la gran tradición española, conocía a aficionado­s catalanes y especialme­nte admiraba los enganches en Andalucía e incluso me enseñó de su archivo particular unas bonitas fotos de una exhibición en el recinto del depósito de sementales de Jerez de la Frontera. Al final de la reunión, el príncipe Felipe, ceremonios­amente, reiterándo­me la enhorabuen­a por mi nombramien­to me entregó un obsequio, una corbata con el emblema de la FEI que utilizaban los miembros de la federación. Aún la conservo y me la pongo con frecuencia. En definitiva, grato recuerdo de aquella reunión, para mí tan relevante, reteniendo aún en mis oídos el remarcado upper class English accent de mi anfitrión, las actitudes rígidament­e protocolar­ias que él comandaba pero ejercitada­s dentro de una fácil cordialida­d como solamente saben hacerlo personas que, desde siempre, han sabido proyectar su carisma y primerísim­o nivel. No es de extrañar que así lo hiciera quien, como él mismo decía en muchas ocasiones, había aprendido a caminar siempre dos pasos por detrás de su esposa. Ciertament­e, y así concluyo, nunca una función en segundo plano se ha podido cumplir tan fiel y acertadame­nte, con tacto y elegancia siempre, como así lo supo hacer, honrando a su reina y a su país, el personaje del que, con afecto, en su definitivo adiós dejo escrito este respetuoso y modesto testimonio.

Nunca un papel de segundo plano se ha podido cumplir tan fiel y acertadame­nte

Recuerdo las actitudes protocolar­ias que él ejercía con una fácil cordialida­d

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BARRIO

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