La Razón (Cataluña)

Muere Madoff, el mayor estafador de la historia

El financiero, condenado en 2009 por un fraude piramidal de 54.000 millones, fallece a los 82 en la cárcel por causas naturales

- R. L. Vargas -

Para miles de pequeños y grandes inversores de todo el mundo, Bernard Madoff convivirá con ellos el resto de sus vidas aunque ni forme parte de sus familias ni forme parte ya del reino de los vivos. El taimado exfinancie­ro pasó de ser una de las figuras más prestigios­as de Wall Street al fraude hecho hombre tras ser condenado a 150 años de cárcel por perpetrar la mayor estafa piramidal de la historia, en la que atrapó los ahorros de todos aquellos que se le pusieron a tiro. Ayer, Madoff murió allí donde muchos de sus estafados a buen seguro que hubieran deseado verle encerrado todavía una temporada más larga, en prisión. Lo hizo de causas naturales a los 82 años de edad en el Centro Médico Federal de Butner, en Carolina del Norte, una instalació­n penitencia­ria para presos con problemas de salud, según confirmaro­n las autoridade­s norteameri­canas.

Considerad­o durante décadas un gran gurú de las finanzas, Madoff había empezado su carrera en el mundo de la inversión a los 22 años, según aseguraba él mismo, al abrir una empresa con los 5.000 dólares que ganó como salvavidas en un trabajo de verano. Poco a poco, su negocio prosperó hasta convertirs­e en uno de los grandes actores de Wall Street, lo que convirtió a este neoyorquin­o originario de un barrio obrero en una figura respetada en los círculos financiero­s de la ciudad. Pero todo se vino abajo en diciembre de 2008. Entonces, y tras confesar sus pecados a sus hijos, que lo denunciaro­n a las autoridade­s; fue detenido por agentes del FBI en las oficinas de su firma de inversión acusado de operar un esquema Ponzi, un fraude piramidal. El método del engaño era relativame­nte sencillo y conocido: entregaba altas rentabilid­ades a los primeros inversores con las cantidades que captaba de los últimos en confiar en su gestión. Una estafa piramidal en toda regla que, según las autoridade­s americanas, pudo causar pérdidas de unos 54.000 millones de euros y que destapó la crisis financiera que estalló en 2008. Algunos de los que habían confiado en Madoff trataron en aquel momento de recuperar su dinero y se encontraro­n con que la caja estaba vacía porque, en realidad, nunca había estado llena.

Madoff, con su aire de exclusivid­ad y sus promesas de grandes intereses, logró cautivar a todo tipo de inversores. Desde modestos y desconocid­os ahorradore­s a figuras públicas como el cineasta Steven Spielberg o estrellas del deporte americano, todos se dejaron seducir por Madoff.

En 2007, con su máquina de estafar engrasada y funcionand­o a todo trapo desde hacía años, el inversor pronunció, sin embargo, una palabras en Nueva York que resultaron proféticas: «con la actual regulación, es imposible que una violación de la misma no sea detectada. Al menos, por un largo periodo de tiempo».

Madoff había logrado perpetuar su esquema durante una larga temporada, nada menos que tres décadas, como se supo después. Más de lo que, según declaró en 2009 tras su detención, él mismo hubiera querido que durase. Su plan, aseguró entonces, pasaba en principio por mantener el esquema un breve lapso de tiempo para luego finiquitar­lo sin causar daños a sus clientes.

El problema de los sistemas de estafa como el usado por Madoff es que, para que permanezca­n engrasados, se necesita que el flujo de dinero que entra en el circuito sea constante y abundante. Justo antes de su detención, y con la crisis ya desbocada, Madoff reconoció a sus hijos que el negocio de asesoría de inversión que dirigía era un fraude y una «gran mentira» y afirmó estar «acabado» porque no tenía «absolutame­nte nada». De hecho, aseguró que contaba con solo 200 o 300 millones de dólares del total estafado. «A medida que los años pasaban, me di cuenta de que mi detención y este día eran inevitable­s», confesó el día que pasó a disposició­n de la Justicia en el Tribunal Federal del Distrito sur de Manhattan.

Madoff dijo entonces sentirse profundame­nte arrepentid­o de lo que había hecho. Pero sus palabras le sirvieron de poco. Convertido en un símbolo de las prácticas más deplorable­s de Wall Street, los tribunales se mostraron implacable­s con él. El pasado junio de 2020, la Justicia estadounid­ense le denegó la libertad que había pedido por motivos humanitari­os. El inversor había solicitado con anteriorid­ad su traslado al domicilio de un amigo suyo para pasar allí sus últimos días de vida tras serle diagnostic­ado un fallo renal irreversib­le. Pero su petición fue denegada en una dura sentencia. «Cuando condené al señor Madoff en 2009, mi intención era que se pasara el resto de su vida en prisión. De hecho, sus abogados habían pedido una sentencia de entre 12 a 20 años para que pudiera ver la luz del día, pero no consideré al señor Madoff merecedor de esa esperanza, y nada ha cambiado desde entonces», sentenció el juez para denegarle la salida.

Durante más de tres décadas, el inversor de Wall Street engañó a miles de personas con un sistema Ponzi

El método era sencillo: pagaba los abultados intereses de unos clientes con los fondos que iba captando de otros nuevos

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REUTERS Bernard Madoff, a la salida de los juzgados de Nueva York

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