Damnificación con retorno
Autor: Alberto de Casso. Director: Yayo Cáceres. Intérpretes: Fran Perea y Fernando Soto. Teatro Galileo, Madrid. Hasta el 2 de mayo.
Manuel (Fran Perea), un maestro rural con una vida que podríamos definir como familiar y convencional, atropella un día por accidente a un ciclista llamado Acebal (Fernando Soto). La evolución de la relación, bastante singular y casi desasosegante, que se establece a partir de ese momento entre estos dos personajes tan diferentes es el núcleo argumental de una función que intenta retratar con acidez la interacción humana y que se desarrolla con un original tono de comedia negra, a veces un tanto surrealista. Por un lado, el autor Alberto de Casso muestra la incapacidad del maestro –en apariencia, muy seguro, superior y altivo– para delimitar su deber moral con Acebal cuando trata de reparar el posible daño que le ha infligido al atropellarlo. Por otro lado, coloca a Manuel, y con él al espectador, frente a una de esas personas, como Acebal, en las que la contumacia y la simplicidad se conjugan de tal manera que lo convierten, bajo su aspecto inofensivo,
El sentido del ritmo y del movimiento con el que se cuenta esta historia
El interesante conflicto de los personajes no llega a proponer ninguna reflexión
en un verdadero peligro para su entorno. Como consecuencia del choque de estos dos caracteres, cualquiera en el patio de butacas se preguntará cuál de los dos personajes ha salido realmente más dañado del atropello. La premisa, sin duda, es interesante; pero falta cierta hondura conceptual en el texto para que la incomodidad que provoca en el espectador termine por llevarlo a alguna reflexión de calado, cosa que no llega a ocurrir. Por otra parte, el recorrido de la acción es algo escaso, y algunas escenas resultan un poco reiterativas. Eso sí, no creo que al director Yayo Cáceres se le hayan escapado estos pequeños defectos intrínsecos al material que tenía entre manos, porque, precisamente, ha imprimido un ritmo frenético al espectáculo, ha remarcado la expresividad de los personajes (algunas veces excesiva en el que interpreta Perea) y dotado al espectáculo de un asombroso dinamismo escénico. Todo para que parezca que pasan muchas más cosas de las que están sucediendo. Y la verdad es que consigue muy bien dar el pego.