La Razón (Cataluña)

«Un periódico no debe ponerse al frente de una manifestac­ión»

MÀRIUS CAROL PERIODISTA El que fuera director de «La Vanguardia» entre 2013 y 2020 reúne sus recuerdos de aquella experienci­a en el libro de memorias «El camarote del capitán»

- Víctor Fernández -

MàriusMàri­us Carol, desde su despacho, en la planta 17 del Edificio Godó, contempla Barcelona y lo que han sido sus años como director de «La Vanguardia», hecho del que habla en su libro «El camarote del capitán», publicado por Destino.

–Leyendo su libro y viendo la cantidad de acontecimi­entos sucedidos durante su paso por la dirección de «La Vanguardia», casi es tentador preguntarl­e si su libro es un manual de superviven­cia en tiempos de crisis.

–En el libro explico que en el tiempo en el que fui director, menos el Apocalipsi­s en esos días pasó de todo. A los dos meses de llegar a la dirección fui con Javier de Godó a ver al Rey.

Se me ocurrió, todavía no sé por qué, decirle: «Señor, con la situación que hay ahora en Cataluña, ni se os ocurra abdicar». «No te preocupes que esto no pasará», me dijo. Al cabo de tres meses abdicó.

–Pasaron muchas más cosas y graves.

–Sí. Pujol cayó en los infiernos. Rajoy tuvo que plegar. Se proclamó la independen­cia en Cataluña. Se aplicó el 155. Hubo un atentado terrorista en Barcelona. Tuvimos tres presidente­s de la Generalita­t. En seis años y pico no tuvimos ni un día bueno. Es más, cuando parecían que iban a ser mejores, entró el coronaviru­s. Mi sucesor tuvo que inventarse un diario nuevo al tener que verse con sus compañeros a través de plataforma­s y aplicacion­es.

–Las nuevas tecnología­s han ayudado mucho al periodismo.

–Sí, pero el periodismo necesita del contacto. Es verdad que la tecnología nos ayuda mucho a teletrabaj­ar, pero el contacto personal, el factor humano es fundamenta­l. Poder comentar la portada en vivo y en directo con tu equipo te ayuda mucho a acertarlo. Si hay una pantalla delante es muy difícil que uno de tus subordinad­os te diga si te has equivocado. Es como si fuera feo. De la otra manera, sí puedes darle la vuelta. Por eso, como digo en el libro, siempre tenía la puerta de mi despacho abierta. Eso tiene un problema: hay días que te bloqueas y tienes que decirle a tu secretaria que no te molesten porque tienes que acabar el artículo. –Con la puerta abierta se puede saber cómo piensa una redacción.

–Sí, así sabes cómo piensa una redacción como «La Vanguardia» que se parece mucho a lo que es la sociedad catalana. Aquí había gente que en un momento dado estaba tensa porque se podía romper España, mientras que a otros ya les iba bien esa situación. Por lo tanto, debes hacer un diario que sume sensibilid­ades y que no esté encima de las voluntades individual­es.

–Pero hubo políticos que no vieron con buenos ojos que usted fuera elegido director de «La Vanguardia».

–Tuve la sensación que se me ponía un foco por el hecho de ser director de este diario en diciembre de 2013. Es más, explico que al mes de ser director me llamó muy enfadado Artur Mas, con quien tenía muy buena relación. Cuando le hice referencia a nuestra relación personal de mucho tiempo, me invitó a desayunar en su despacho. Fue entonces cuando me explicó su hoja de ruta que no acababa en el precipicio. Quería apretar, pero sin llegar a donde finalmente se llegó.

–También habló con Carles Puigdemont. ¿Cree que le engañó?

–En mi primera entrevista con él me dijo que quería dejarlo todo en la preindepen­dencia. «Esto es muy complicado. Ya lo hará el que venga después», me dijo. Y luego pasó lo que pasó. Creo que en esta carrera de gallinas es imprescind­ible la situación en la que hoy se encuentra el independen­tismo, donde el líder de Waterloo y el de Lladoners no tienen ningún contacto. Son dos mundos condenados a entenderse, pero absolutame­nte divididos. El problema de la sociedad catalana es que dentro del independen­tismo hay una lucha por la hegemonía que puede tener cierta lógica, pero que también conlleva una animadvers­ión muy fuerte.

–En el libro aparecen las llamadas que le hacen tanto Moncloa como Generalita­t para que usted haga de intermedia­rio. ¿Esa debe ser la función de un director de diario?

–No. Hay un momento que el jefe de prensa de Puigdemont me pide que llame a Rajoy el día antes de la proclamaci­ón de independen­cia. Le dije que no porque no me dedico a eso. No pueden responsabi­lizar a un periodista del futuro de un país. Intentas ayudar, pero no quieres ser protagonis­tas de las cosas que pasan.

–No son unas memorias de odio.

–No, ni de épica. Hay mucha capacidad de duda. En este sentido, creo que hemos sido fieles al compromiso que me pidió el editor de llevar al diario al carril central. Tal vez, se había desviado un poco. Un diario no puede ponerse al frente de una manifestac­ión. En todo caso, un periódico sí debe ser un espejo de lo que es la sociedad.

«Pese a la ayuda de las nuevas tecnología­s, el factor humano es fundamenta­l en el periodismo»

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M. GONZÁLEZ/SHOOTING

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