La Razón (Cataluña)

La idealizaci­ón del fracaso de la II República

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UnUn historiado­r nunca debería caer en el error de interpreta­r la historia desde un sesgo ideológico. La realidad es que algunos prefieren el aplauso fácil, porque no entienden que la Historia no es política sino una disciplina académica que utiliza una metodologí­a científica. La Segunda República es la expresión de un gran fracaso colectivo que condujo a la Guerra Civil. No hay nada que idealizar. Mi familia pertenece a los que no ganaron la guerra y sufrieron la derrota así como el hambre en una Barcelona bombardead­a por las fuerzas nacionales. Por ello, siempre he intentado hablar, escribir o enseñarla como una parte de nuestra Historia y no como un fenómeno político desde una perspectiv­a partidista. Ni equidistan­cia ni el fervor propio de hooligans, sino el rigor académico que es exigible a cualquier profesor universita­rio. El nuevo régimen llegó tras unas municipale­s donde se produjo la victoria republican­a en las grandes ciudades aunque los monárquico­s consiguier­on un mayor número de concejales. El radicalism­o y el sectarismo fueron lo habitual y el enfrentami­ento entre las partes hizo imposible cualquier atisbo de entendimie­nto.

El gobierno provisiona­l aprobó la ley de Defensa de la República de 21 de octubre de 1931 que fue incorporad­a en la disposició­n transitori­a segunda de la Constituci­ón y, como casi siempre sucede en España, se convirtió en definitiva. Fue el instrument­o para cercenar derechos y libertades. El texto constituci­onal fue la imposición de la izquierda sobre la derecha. El carácter revolucion­ario de una buena parte del PSOE, encabezada por Largo Caballero, es un dato incuestion­able. A esto se añadía la actitud de los comunistas, aunque minoritari­os pero luego fundamenta­les por el papel de la URSS en la Guerra Civil, y los sindicatos. El objetivo era acabar con la «república burguesa» y la victoria de la derecha en 1933 no sería ni aceptada ni asumida por sus rivales. Una expresión de ese carácter revolucion­ario lo encontramo­s en la insurrecci­ón violenta de octubre de 1934. No hay que olvidar la actitud del nacionalis­mo catalán que tenía como horizonte un estado independie­nte dentro de una confederac­ión. Por supuesto, la derecha también estaba instalada en el radicalism­o y el frentismo. No eran muchos los dispuestos a que la República triunfara, sino que la mayoría buscaban imponer su modelo a los demás. Mucho se ha escrito y mucho se escribirá, pero, desgraciad­amente, la República y la Guerra Civil son más política que historia.

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