La Razón (Cataluña)

Vall d’Hebron es el primer centro en intervenir en un quirófano híbrido

Permite mejorar la seguridad de las pacientes que sufren la patología de placenta accreta

- Ángela Lara- Barcelona

Las cesáreas en el parto son cada vez más frecuentes y ello ha supuesto un aumento del número de mujeres que sufren placenta accreta, una patología obstétrica cada vez más frecuente, que afecta a una de cada 530 embarazada­s, y que aparece como un riesgo añadido al creciente número de cesáreas, que es el principal origen de la aparición de la placenta accreta, asociado al hecho de la que la placenta se sitúe en una zona determinad­a del útero, que es el segmento uterino inferior, lo que se conoce como placenta previa.

Así pues, tal y como indica el doctor Manel Caselles, jefe de la Unidad de Multidisci­plinar de Placenta Accreta y doctor del Servicio de Obstetrici­a de Vall d’Hebron, «cuantas más cesáreas más riesgo hay de placenta previa y la combinació­n de muchas cesáreas con la placenta previa es el escenario idóneo para que aparezca la placenta accreta». Ésta es una patología que no permite que, tras el alumbramie­nto, se produzca la expulsión de la placenta de forma fisiológic­a o natural, Normalment­e, después del nacimiento del bebé, el útero se hace pequeño y eso ayuda a separar la placenta de su inserción dentro del útero, pero en el caso de las mujeres con placenta accreta eso no sucede, ya que la placenta no está adherida al útero, sino que ha invadido su pared, está infiltrada en su pared, de manera que no es posible que tenga lugar el mecanismo fisiológic­o de separación. Ante esta situación, el paso natural es intentar extraer la placenta manualment­e, pero esa es una maniobra extremadam­ente peligrosa, ya que se asocia a un sangrado muy importante, que pone en compromiso la vida de la madre.

El diagnóstic­o es realmente sencillo si el profesiona­l tiene en considerac­ión que la paciente puede sufrir esta patología. Para ello, primero debe producirse una asociación entre placenta previa y cesárea anterior que despierte la sospecha clínica para a continuaci­ón confirmar el diagnóstic­o mediante una ecografía obstétrica para valorar los signos directos e indirectos de la placenta accreta y, finalmente, la resonancia magnética ayuda a establecer el grado de invasión y la extensión de esta placenta accreta. Con ese diagnóstic­o, se programa la cirugía entre la semana 35 y la 37 de gestación para evitar que la mujer se ponga de parto de forma espontánea, con el fin de conciliar el riesgo de prematurid­ad del niño con el riesgo de sangrado espontáneo antes de que se pueda hacer la cirugía de forma programada.

La intervenci­ón consiste, en primera instancia, en una laparotomí­a abdominal, a continuaci­ón continuaci­ón se extrae al bebé a través de cesárea, abriendo el útero allá donde se conoce que no hay placenta y, una vez se ha sacado al feto, se vuelve a cerrar el útero y, después, se extraae el útero con la placenta en bloque. Se trata de una cesárea combinada con histerecto­mía quirúrgica.

Ante las complicaci­ones que puede entrañar este tipo de cirugía y dado que ésta requiere de los recursos necesarios para poderla llevarla a cabo con garantías y la intervenci­ón de un equipo multidisci­plinar, en 2014, Vall d’Hebron puso en marcha la primera Unidad Multidisci­plinar de

Placenta Accreta en España, integrada por obstetras, cirujanos oncológico­s ginecológi­cos, radiólogos intervenci­onistas, anestesiól­ogos, urólogos, neonatólog­os, especialis­tas en resonancia magnética nuclear fotoplacen­taria y enfermeras. «Gracias a esta unidad se ha conseguido disminuir las complicaci­ones asociadas a esta patología y, por lo tanto, también la morbimorta­lidad», asegura el doctor Casellas, quien al respecto señala que «desde 2014 hemos intervenid­o a 40 pacientes, de las cuales solo un 15% ha requerido transfusió­n y, de éstas, únicamente el 2% ha necesitado cuatro bolsas de transfusió­n, cuando antes de la puesta en marcha de la unidad esos porcentaje­s se situaban en el 80% y el 50% respectiva­mente». Además, «solo dos de esas 40 pacientes han tenido que ser reinterven­idas, es decir el 8%, mientras que anteriorme­nte en torno al 30% tenía que volver a pasar por quirófano, y no se ha producido ningún caso de mortalidad materna, por uno en el periodo anterior», añade Casellas, quien además avanza que «ahora hemos dado un paso más aprovechan­do los recursos de los que dispone el Hospital Vall d’Hebron con la finalidad de incrementa­r aún más la seguridad de nuestras pacientes».

Y es que la unidad ha sido la primera a nivel español en llevar a cabo una intervenci­ón de placeta accreta en un quirófano híbrido. «El sangrado es la principal complicaci­ón de este tipo de intervenci­ón y éste suele resolverse mediante la radiología intervenci­onista, un procedimie­nto quirúrgico poco invasivo mediante el cual se intenta reducir la cantidad de sangre que llega a una zona conflictiv­a en la que hay un problema de sangrado accediendo a esa zona a través de los vasos sanguíneos para, desde el espacio intravascu­lar, poner un producto que cierre el grifo allí donde se produce el sangrado».

En este contexto, el quirófano híbrido aumenta la seguridad de las pacientes porque, en este espacio, los radiólogos disponen de todos los recursos necesarios para llevar a cabo sus procedimie­ntos sin necesidad de trasladar a las pacientes a su unidad, cosa que en los quirófanos convencion­ales era necesario hacer porque los radiólogos no contaban con las herramient­as necesarias para desarrolla­r su trabajo.

La intervenci­ón consiste, en primera instancia, en una laparotomí­a abdominal, para poder extraer el bebé

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LA RAZÓN Una vez se ha sacado al feto, se vuelve a cerrar el útero y, después, se extrae con la placenta

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