La Razón (Cataluña)

Y el Oscar se cayó de maduro

- Mejor película Matías G. Rebolledo Dirección Mejor actor principal Mejor actor de reparto Mejor actriz de reparto Mejor película no inglesa

En el año de «Nomadland» y Chloé Zhao, la ceremonia producida por Steven Soderbergh elevó la media de edad de los ganadores hasta empatar con el récord de 1981, pero se fue quedando sin energías hasta su anticlimát­ico final

No se puede considerar una sorpresa, porque lo anunció en su activo perfil de Tik-Tok: Anthony Hopkins tenía cosas mejores que hacer que presenciar la 93 edición de los Oscar y decidió quedarse en Gales, pese a ser el principal favorito en la categoría de Mejor Actor por su labor en «El padre», de Florian Zeller. Cuando Joaquin Phoenix, ganador del año pasado, pronunció el nombre del intérprete de «El silencio de los corderos», allí no había nadie para recoger nada.

Steven Soderbergh, el productor de la gala y reconocido director, no tuvo en cuenta la «pachorra» de un Hopkins que, cuatro horas después y junto a la tumba británica de su padre, agradeció el premio a la Academia. A sus 83 años, se convertía en el actor con más edad en ganar en la categoría y, de paso, amargaba el anticlimát­ico final a una organizaci­ón que por primera vez en casi un siglo no entregó el Premio de Mejor Película al final de la ceremonia.

La arruga es bella

Si la extrañeza del episodio Hopkins, al que se le tiene que perdonar todo, se pudo entender como un epílogo casi marvelita, de esos que descolocan y provocan a la vez, las explosione­s de júbilo hay que otorgársel­as al inapelable triunfo de «Nomadland». La película de Chloé Zhao, que se convirtió en la primera mujer asiática en llevarse el de Mejor Dirección y que compartió éxito con su protagonis­ta y productora, Frances

McDormand –en lo que es ya su tercera estatuilla como intérprete–, fue la gran triunfador­a de la noche. Su «road movie», aunque complacien­te con la derrota del sistema del bienestar americano, se entendió como el «voto útil» de una campaña de premios que ejerció su derecho en guerrilla, como queriendo hacer hincapié en que el cambio también pasa por la frivolidad del hombrecill­o dorado.

Lo que el «politiqueo» de la Academia

logró, quizá sin querer, fue elevar la media de edad de los ganadores hasta empatar con el récord de 1981. Ann Roth, Mejor Diseño de Vestuario por «La madre del blues», lo ganó con 89 años, pasando a la historia como la persona con más edad en hacerlo; y Youn Yuh-jung, la carismátic­a abuela de «Minari» que flirteó con Brad Pitt al recoger su Oscar a la Mejor Actriz de Reparto, lo empuñó con 73 ya cumplidos y el deseo de seguir trabajando.

La experienci­a de ambas contrasta con el nervio puro y verde de Daniel Kaluuya, que se vistió de oro con el Fred Hampton al que da vida en «Judas y el Mesías Negro». A pesar de que no hubo doblete con Chadwick Boseman, junto al que protagoniz­aba «Black Panther», el actor quiso acordarse en su discurso de su amigo, fallecido el pasado año debido a un cáncer. Lo sentido de sus palabras, eso sí, varió rápido hacia lo erótico-festivo, cuando agradeció a sus padres haber tenido sexo alguna vez para permitirle subir al escenario del Union Station a recoger su premio.

Sonrisas y lágrimas

Si la «oda a la bondad en el mundo», como definió Zhao a su filme a la hora de agradecer sus tres premios es la película que sobrevivir­á al recuerdo de esta ceremonia, el olvido tendrá que hacer lo propio con «Mank» y «Una joven prometedor­a». La primera pretendía reivindica­r una obra maestra siendo demasiado superficia­l para los creyentes y demasiado profunda para los no practicant­es; la segunda quería hacer un tratado del feminismo moderno partiendo de preceptos que ya huelen a rancio y dando a la cultura popular un nuevo Joker, un nuevo Tyler Durden al que interpreta­r desde lo «regulinchi».

Las dos, crecidas en su soberbia presupuest­aria, se dieron de bruces contra la pobreza «cuqui» de «Nomadland» que, en cualquier paisaje de Arizona mal enfocado, respiraba más cine de resistenci­a que sus competidor­as. Su derrota demostró que es imposible ganar en su terreno al cine social o, al menos, al que intenta parecer que lo es. Obviando lo amargo y celebrando las virtudes de una gala que empezó como un tiro, recordando a la adrenalina de «Ocean’s Eleven» pero que se acabó quedando sin gasolina en sus tres horas largas, es de rigor mencionar triunfos como el del español Sergio López-Rivera, al mejor maquillaje y peluque

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EFE Sergio López-Rivera celebra el Oscar a Mejor Peluquería y Maquillaje por «La madre del blues»
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